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Nadal gana a Popyrin en su estreno en Roland Garros con sensaciones de todo tipo

Solvente al comienzo, cómodo después y cerca de perder el tercer set, el español superó al joven australiano por (6-3, 6-2 y 7-6 [7/3])

Rafa Nadal, durante su estreno en Roland Garros 2021 ante el australiano Popyrin
Rafa Nadal, durante su estreno en Roland Garros 2021 ante el australiano PopyrinChristophe EnaAP

Un nuevo Roland Garros para Rafa Nadal. Lo ha jugado dieciséis veces y lo ha ganado trece. Sólo dos derrotas en la pista y un año en el que se tuvo que retirar por lesión. Desveló el español su equipación para la que puede ser una edición histórica, pues busca su vigésimo primer Grand Slam: camiseta amarilla, pantalón negro y zapatillas blancas. Hay público en las gradas, poco, de momento, 1.000 personas en la Philippe Chatrier, aunque se agradece. El aforo se ampliará la segunda semana. Se va viendo la luz después de la pandemia, aunque las medidas de burbuja siguen existiendo: más allá del hotel-entrenamiento, los jugadores y los entrenadores pueden ir una hora a dar una vuelta. En la salida hay un listado, se apuntan y cuando regresan tienen que firmar. Mejor que el año pasado, que se jugó en septiembre y octubre, con frío y gradas vacías, lo que no importó demasiado a Rafa para vencer.

Esta vez el torneo sólo se ha retrasado una semana por culpa del covid. Aprieta el calorcito en París y Nadal lo agradece. Le gusta jugar así, aunque con sol, nubes o lluvia se las suele apañar para triunfar. Pueden cambiar las condiciones, pero la puesta en escena del español en su torneo favorito es habitualmente similar. No brillante, eso ya llegará, pero sí sobria y con algún problema. Sólo en 2011 lo pasó mal de verdad: se enfrentaba a Isner, que le llevó al quinto set e incluso fue mandando 2-1. El estadounidense mide 208 centímetros. Popyrin, el chaval que ha puesto a prueba al zurdo en el estreno en 2021, no llega a tanto, pero sus 196 no son despreciables. Y su saque también es un cañón, pero Nadal tiene una raqueta antibalas y una paciencia que le hace saber jugar este tipo de partidos. Y tiene experiencia. El gran arranque del australiano con su servicio tuvo sus primeras dudas en el momento caliente, cuando el set finaliza, con 4-3, y no perdonó el break el balear a la primera oportunidad, con un tiro profundo que provocó la “caña” de su oponente porque no le dio tiempo a apartarse de la trayectoria de la pelota.

No se tomó un respiro Rafa después del primer set y la rotura en el segundo llegó en el primer juego. Popyrin, gigante de movimientos lentos entre punto y punto, de caminar tranquilo, empezó a acelerarse. Su tenis es ya muy agresivo de por sí, entiende que ese es el único camino para derrotar al rey de la tierra, y los errores se le empezaron a disparar. Estuvo a punto de recuperar el break al siguiente juego, pero falló en un punto que tuvo dominado y que acabó tirando fuera. A partir de ahí, el duelo perdió ritmo. Nadal ya estaba por delante con claridad y fue avanzando sin aparentar demasiado esfuerzo y pendiente de su servicio, que en esta gira de tierra ha ido y ha venido. En el primer set de este partido cometió tres dobles faltas, pero es cierto que los momentos delicados los solventaba con buenos primeros. Tampoco se dejó ir el joven tenista “aussie”, centrado de nuevo en el tercer set tras plantar poca batalla en el segundo. Tuvo una opción de situarse 3-1 que abortó el manacorense con otro punto sólido. El siguiente 15-40 ya sí consiguió apretar al español, que tiró una derecha fuera. Popyrin lo tenía: había roto el servicio de su rival. El set estaba en su mano, en su saque. Y tembló. Su juego para llevárselo fue francamente malo. Una volea sencillísima a la red, una doble falta, un remate que se marchó por varios metros... Demasiada ventaja ante un tenista como Nadal, que logró el break y devolver la igualdad al parcial. Todavía logró forzar el desempate el australiano, pero de ahí no pasó. No terminó el duelo con buenas sensaciones el zurdo, pero esto no ha hecho más que empezar.

Dice Carlos Moyá, el entrenador de Nadal, que no suelen mirar mucho el sorteo. “No compites contra 127 jugadores, sino con siete, que son los que te tocan, y por mucha proyección que hagamos sobre quién va a llegar o si vamos a llegar a qué ronda, pocas veces se cumple al cien por cien lo que piensas que va a suceder”, explica el técnico. Y no se han necesitado muchas jornadas para darle la razón. Rublev, el teórico oponente en cuartos de final, el número siete del mundo, se estrelló ante Struff (6-3, 7-6 [8/6], 4-6, 3-6 y 6-4). “Sabemos quiénes son los cabezas de serie que van por nuestro camino, pero de verdad que no miramos mucho más, no nos preocupamos. Nos preocupamos del primer partido, después del segundo...”, insiste Moyá. El primero ya está superado.