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La otra “batalla” de Djokovic con Nadal y Federer

El serbio está a tres partidos de superar a Nadal y Federer como el tenista con más Grand Slams de la historia, pero, pese a tener a su legión de fans, no engancha tanto a los aficionados como el español y el suizo

Novak Djokovic celebra un break que le hizo a Jenson Brooksby en los octavos de final del US Open
Novak Djokovic celebra un break que le hizo a Jenson Brooksby en los octavos de final del US OpenRobert DeutschUSA TODAY Sports

Novak Djokovic terminó su partido de octavos de final del US Open contra Jenson Brooksby (1-6, 6-3, 6-2 y 6-2) y se ganó al público con un puñado de alabanzas a su joven rival, jugador local de 20 años que le ganó el primer set y le peleó mucho el segundo. Fue el típico partido de Nole en Nueva York en este 2021, que empieza así como que no, al trantrán, y al trantrán también termina ganando. En tres de las cuatro rondas que ha disputado, el serbio ha cedido un parcial, pero no se puede decir que haya sufrido. Después, con sus palabras, se llevó el aplauso de la grada, a la que repartió después unas pelotas y que terminó dándole una ovación mientras se marchaba. Fue un día completo para él, pero no siempre es así...

Djokovic está a tres partidos de hacer historia en la Gran Manzana. Si conquista el título, romperá el empate que tiene con Nadal y Federer a 20 Grand Slams y se convertirá en único, en el que más trofeos de ese tipo posee, lo que une a tener ganado el cara a cara con ambos, a ser el único que ha levantado al menos una vez todos los Masters 1.000, el jugador que más semanas ha estado como número uno del mundo... Para los amantes de la estadística, sumará a la mochila una razón más para ser considerado el mejor de la historia, pero le sigue persiguiendo el regustillo de que no es lo mismo que Rafa y Roger. De la rivalidad de estos dos se han escrito hasta libros, se les junta hablando de «Fedal» como si fueran uno, mientras que Djokovic siempre ha sido el patito feo del trío. Pese a que tiene una legión de fans extraordinaria, como no puede ser de otra manera, todavía escucha el murmullo de la grada en ocasiones. El último gran ejemplo fue la final de Wimbledon, en la que el público del All England Club se puso descaradamente de parte de Berrettini pese a que era un día señaladísimo si el serbio vencía porque llegaba a los 20 «Grandes». En este US Open también oyó silbidos en la segunda ronda ante Griekspoor por quejarse de que un aficionado le estaba molestando cuando iba a golpear la bola. Sus dos últimas participaciones en el cuarto Grand Slam del año han terminado en polémica porque en 2019 se retiró de la Arthur Ashe en octavos por una lesión en el hombro y parte de los espectadores se lo recriminó, y en 2020, el año duro de la pandemia, fue expulsado por dar el famoso pelotazo a la juez de línea.

Capítulos como este último son los que ponen a Djokovic en el ojo del huracán. Es un tenista cercano con los aficionados, como se puede comprobar, por ejemplo, en la Caja Mágica de Madrid. En los entrenamientos de las pistas exteriores reúne a decenas de fans y muchas veces bromea e interactúa con ellos. De un tiempo a esta parte también termina los encuentros llevándose la mano al corazón y «lanzándolo» al público. Esto contrasta con alguna declaración y actuación polémica como el torneo que organizó en pandemia, poco después del confinamiento, y que fue una fuente de contagios, la sospecha que puso sobre las vacunas del covid o, la última, su declaración en los Juegos Olímpicos sobre la presión después de lo sucedido con la gimnasta Simone Biles. Su padre muchas veces entra en escena como un elefante en una cacharrería cargando contra Federer, lo que tampoco ayuda a la imagen del tenista. Es un deportista, digamos, más humano, que se equivoca, que rompe raquetas y grita en la pista, donde a veces se lo llevan los demonios, mientras Roger y Nadal mantienen las formas, son más: «esa es la imagen que tiene que dar un jugador famoso; eso es deporte». Rafa en sus primeros años también escuchaba algún pito en Roland Garros. En los años de las finales con Federer el público se ponía de parte del suizo, que nunca había ganado allí (lo logró por fin en 2009), pero ya nadie duda de que el español es uno de los mayores ídolos de la Philippe Chatrier. A Djokovic, el que más claramente ha dicho que quiere ser el mejor de siempre, también se le echa en cara que exagere lesiones (en el pasado Open de Australia con su dolor abdominal, sin ir más lejos) cuando el partido se le tuerce.

Medvedev, a semifinales

Lo que está claro es que no se puede caer bien a todo el mundo, pero Nole no admite extremos: o se le odia o se le adora. Divide más a los seguidores que Nadal y Federer, a los que está cerca de superar en Grand Slams. Cerca o lejos, porque ya se acabó el tiempo de especular para el número uno en la Gran Manzana. En cuartos le espera Berrettini y las semifinales teóricamente le medirán con Zverev, tenista que está en una gran forma y que ya le ganó en los Juegos de Tokio. Para la final, le aguardaría Medvedev, si es que alguno de los osados jóvenes que está deslumbrando no lo impide. El ruso se convirtió en el primer semifinalista tras vencer al neerlandés Van de Zandschup (6-3, 6-0, 4-6 y 7-5). Su trayectoria en el US Open está siendo impecable, más allá de que se dejara su primer set. Después de dos finales de Grand Slam (en este mismo escenario en 2019 y en Australia el pasado enero), puede que esta vez sea su momento.