Wimbledon
Nadal también dimite
Rafa termina desquiciado en segunda ronda de Wimbledon ante el tenis anárquico del rastafari Dustin Brown
A más de un socio del All England Tennis Club le costaría distinguir a Dustin Brown de uno de los vendedores callejeros que pululan por el mercado de Candem Town. Con sus rastas, sus pendientes, los «piercings», sus tatuajes de Bob Marley y un juego anárquico, el alemán de origen jamaicano fue el verdugo de Nadal en segunda ronda de Wimbledon. Sí, en segunda ronda. Sí, en el torneo que Rafa y los suyos tenían marcado como la catapulta para enderezar una irregular primera mitad de la temporada. Brown se impuso por 7-5, 3-6, 6-4 y 6-4. Pocas veces Nadal se sintió tan incómodo con una raqueta en la mano. Fue incapaz de dominar durante las dos horas y 33 minutos de partido. Incluso después de imponerse en la segunda manga, Rafa jugó con el gesto torcido, revelando un malestar creciente generado por el arrítmico juego de Brown. El español terminó desquiciado. Buscó soluciones que no entraban en los planes y por eso terminó dejando Londres antes de tiempo, mucho antes de lo que pensaba.
A Nadal hay un tipo de jugadores que le llevan hasta a descolocarse la cinta del pelo. Dustin Brown es uno de ellos. Se vieron el año pasado en Halle y ganó el alemán, aunque aquella victoria llegó después del noveno triunfo de Rafa en París y el español llegó a Alemania desenchufado. El rastafari del circuito, como reconoció luego, no tenía nada que perder. Traducción: se trataba de aprovechar su buen saque, aunque instalado en su 1,96 tampoco sea uno de los bombarderos del circuito, jugarse la mayoría de golpes posibles buscando «winners» (56), acercarse lo más posible a la red (83 subidas), romper el ritmo con dejadas... La receta, que si le sale bien al rival, genera más dudas en Rafa. Aunque quizá esas dudas desde hace meses lleguen con demasiada frecuencia, ante demasiados rivales y en situaciones que antes resolvía con relativa facilidad.
El primer set pareció una anécdota, pero no... El servicio de Nadal, que ya había dado pistas de no funcionar muy allá en primera ronda, contrastó con el rendimiento que obtuvo Brown desde el principio. Con la confianza del servicio, la búsqueda de golpes definitivos le empezó a dar resultado y esa dinámica fue a más según iban pasando los juegos. Cuando Nadal equilibró el partido, había esperanzas de que la normalidad volviera a la central, pero... Brown ganó el 80 por ciento de los puntos con su saque en el tercer set; el 89 en el cuarto... Y las dejadas le funcionaban. También el bote-pronto. Golpes que ya no se estilan. Su peculiar saque-volea, alejado de cualquier ortodoxia, martirizaba a Nadal. Todo fue a peor para el número diez del mundo. Los «passings» con los que Rafa cambiaba el rumbo de los partidos no aparecían y Brown miraba a su palco en la cuarta manga empezándoselo a creer. El alemán tiraba de saque y muñeca mientras a Rafa se le comenzaban a aparecer todos los fantasmas que le han torturado en las cuatro últimas ediciones del torneo. Ayer sumó uno más. De Rosol en 2012 a Brown ayer. Cuatro verdugos que viven más allá del «top 100» y que revelan que Nadal se ha convertido en una presa fácil durante la primera semana de Wimbledon. El año pasado fue Kyrgios quien le despachó en octavos. Esta edición han sido dos rondas antes, con lo que Rafa perderá puntos en la lista de la ATP y la ansiada remontada en 2015 tendrá que esperar.
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