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Dios salve a Bolt
Logra su décimo oro mundialista en la final de los 200 con su mejor carrera de los tres últimos años
Logra su décimo oro mundialista en la final de los 200 con su mejor carrera de los tres últimos años
Usain Bolt nunca le ha fallado a su prueba fetiche, los 200. La carrera de la curva es su disciplina favorita, con la que empezó a sentirse atleta y en la final de Pekín se ha cobrado su décimo oro en unos Mundiales. Detrás han quedado Carl Lewis, Michael Johnson, Sergei Bubka... Diez oros y dos platas mundialistas; seis oros olímpicos, dos récords del mundo marcianos... Y los Juegos de Río en el horizonte. Bolt es Jordan, es Federer, es único y lo mejor es que no se cansa de demostrarlo.
En su segundo duelo con Gatlin en El Nido, borró las dudas que podía haber despertado el desenlace de la final de los 100. Hace cinco días les separaron 13 milésimas y la temporada de Gatlin seguía mereciendo un voto de confianza, incluso teniendo enfrente un desafío del tamaño de Bolt. Nadie había corrido hasta la final más rápido que el estadounidense este año y en 2014. Glenn Mills, el entrenador del jamaicano, pronosticó que para ganar el oro su pupilo debería esprintar por debajo de 19.60. Desde los Juegos de Londres, Bolt no había ido tan rápido. Con marcas terrenales por encima de los 20 segundos, problemas físicos, más actos publicitarios que entrenamientos, lejos de su mejor forma... Las dudas eran razonables, pero en el momento decisivo volvió a aparecer el mejor velocista de la historia. Bolt se impuso con la facilidad con que lo hacía antes de llegar a Pekín. Fue obediente y corrió por debajo de lo que había exigido su entrenador (19.55) y eso que se dejó ir en los últimos 20-30 metros. En sus piernas tenía unos 19.40, pero le bastó con lograr la décima mejor marca de todos los tiempos. Gatlin logró la plata con unos notables 19.74 y el bronce fue para el surafricano Jobodwana, que aventajó en tres milésimas al panameño Edward.
«Bien hecho, Usain», afirmó el campeón dirigiéndose a las cámaras al terminar la final y sellar su cuarto oro mundialista consecutivo. Prometió en su llegada a China que estaba dispuesto a ofrecer espectáculo y cumplió: «Estoy feliz. Os dije que lo haría, no tenía ninguna duda. No me preocupaba la marca, yo sabía que no estaba en forma para hacer un nuevo récord del mundo, pero cuando llega el 200 soy otra persona», aseguró.
Bolt, como en los 100, volvió a salir mejor que Gatlin. Y si eso sucede una de las pocas ventajas del estadounidense desaparece. La corpulencia de Bolt conlleva que su maquinaria tarde algo más en activarse, pero cuando empieza a rodar a mitad de la curva ya resulta imparable. Gatlin resistió hasta poco antes de llegar a la recta. Contaba con la ventaja de correr por la calle cuatro. Bolt iba por la seis, con lo que no podía tener mejor referencia, pero... Bolt corrió contra sí mismo. Entre los 100 y la mitad de la recta, cuando los humanos bastante tienen con aguantar una velocidad sostenida, Bolt todavía es capaz de ofrecer un cambio de ritmo. Y eso es inaguantable incluso para la versión más evolucionada de Gatlin, la actual. Bolt despegó en plena recta y decidió que había que empezar a celebrar la victoria antes de llegar a la meta. Deceleró a 20 metros del final, comenzó a golpearse el pecho y volvió a proclamarse el número uno con la misma autoridad de siempre.
A Gatlin la derrota no le dolió como había sucedido con los 100. Nunca tuvo opciones de pelear por algo más que la plata. Con 33 años volvió a la realidad y pareció asumir que ya no tendrá más oportunidades de derrocar a Bolt. Por eso en plena celebración se sentó al lado del número uno como gesto de reconocimiento y ambos terminaron bromeando.
No será la última medalla de Bolt en Pekín. Todavía tiene pendiente revalidar el oro de hace dos años en el relevo corto. «No estoy seguro de la formación que utilizaremos. Tenemos una reunión y decidiremos», comentó. La única pieza fija para la final es él. Y la carrera se presenta como la última oportunidad para que Estados Unidos ofrezca algún tipo de respuesta al dominio de los velocistas jamaicanos. A Bolt ayer sólo pudo pararle un cámara de televisión que se desplazaba sobre un vehículo eléctrico de dos ruedas y que le embistió en plena celebración. Bolt dio una voltereta y siguió repartiendo sonrisas.
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