Macroeconomía

Cinco millones de parados otra vez

El parón de la actividad puede hundir el PIB español hasta un 10% este año y dejar heridas sociales y económicas profundas y duraderas. Un mundo nuevo para la inmensa mayoría de los españoles vivos

La economía española afronta la mayor crisis económica desde la Guerra Civil (1936-1939). Angela Merkel, en Alemania, se remonta a la II Guerra Mundial, lo mismo que los expertos estadounidenses. Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, con el lenguaje de los banqueros centrales, alerta de una «perturbación económica sin precedentes». Traducido al lenguaje de la calle significa una crisis como nunca ha visto la población actual. El Instituto de la Economía de Kiel –uno de los llamados cinco sabios de Alemania– calcula que el PIB alemán podría caer hasta el 9%. El Bank of America, por su parte, estima que la riqueza en Estados Unidos se reducirá en un 12% y que se perderían hasta un millón de empleos al mes. En España, todos los expertos anuncian recesión, pero pocos se atreven a ofrecer cifras. Freemarket Corporate Intelligence, la consultora que preside el economista Lorenzo Bernaldo de Quirós, es quien primero se ha arriesgado a poner números al previsible desastre. En un informe titulado «Recesión segura, depresión no descartable», apunta que el PIB se hundiría entre un 5% y un 10%, según se cumpla el mejor o peor escenario. La caída del empleo también sería brutal y podría superar los 1,85 millones de personas, lo que llevaría al paro hasta los 5 millones de personas. José Carlos Díez, profesor de la Universidad de Alcalá, habla de un 20% de paro si no se acierta con las medidas. Es decir, otra vez la debacle.

El Gobierno, y sobre todo la vicepresidenta Nadia Calviño, confían en una recuperación tan súbita como la caída. Sin embargo, con la actividad paralizada en el mejor de los casos durante un mes, no hay ninguna garantía. Juan Ignacio Crespo, analista y el primero en advertir –en febrero– que el PIB en la mejor hipótesis se estancaría, recuerda que puede haber dos salidas a la crisis: una muy rápida, como tras el ‘crash bursátil de 1987, o muy larga, como tras el desplome de Wall Street en 1929. El informe de Freemarket teme una «depresión», es decir, una recesión larga seguida de un periodo de estancamiento dilatado. Además, todo se agrava en España por varios factores previos: un alto endeudamiento tanto público –1,2 billones, casi el 100% del PIB– como privado –750.000 millones–; una posición de inversión internacional neta muy negativa –950.000 millones– y, una tasa de paro –14%– muy elevada tras seis años de expansión económica. Pedro Aznar, profesor de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade, también cree que España está en peor situación que en 2008, al inicio de la Gran Recesión. Entonces, la deuda pública apenas llegaba al 40% del PIB, las cuentas públicas estaban equilibradas y el paro había bajado del 10%. Las debilidades actuales complicarán la recuperación, al margen de que las autoridades de Bruselas hayan decretado una práctica barra libre de déficit para que los países luchen contra las consecuencias de la pandemia.

La gran novedad de la situación actual es que la economía afronta, al mismo tiempo, lo que los expertos denominan un gran «shock» de oferta y de demanda. Por una parte, –oferta– la producción se ha hundido de forma repentina y la actividad en el sector turístico, que ocupa de forma directa a 2,3 millones de personas, está a punto de desaparecer. La primera consecuencia es un impacto demoledor sobre las empresas, si no son capaces de ajustar sus costes, lo que significa reducciones de empleo y/o de salarios. Todo eso conduce a una crisis de demanda que, en esta ocasión y por ahora, tiene una característica singular, ya que las causas originales no son económicas, sino el temor al contagio y las medidas de aislamiento adoptadas para intentar detener la pandemia. En pocas palabras, el consumo –excepto el de alimentación– también se ha hundido. El problema, apunta el informe de Freemarket, es que en esta situación, al margen de la necesidad de aumentar el gasto sanitario todo lo que sea preciso, las medidas monetarias expansivas y el aumento del gasto público no son muy eficaces. Ni el descenso de los tipos de interés ni las inyecciones de gasto son capaces de estimular el consumo y la inversión. Por eso, la supervivencia de las empresas es fundamental, sobre todo en un país con más de un 95% de microempresas, que concentran la mayor parte del empleo. Si desaparecen muchas de esas compañías, el empleo que desaparezca tardará bastante tiempo en recuperarse.

Los primeros datos, muy provisionales, de la primera semana del estado de alarma son más que preocupantes. Las matriculaciones de vehículos el lunes 16, primer día laborable de confinamiento, cayeron un 73% respecto a la media diaria de febrero y, además, la inmensa mayoría de esas operaciones estaban acordadas previamente, solo pendientes de la formalización definitiva. Exceltur, una de las organizaciones empresariales del sector turístico, estima que las ventas totales han caído un 90% y preveía un impacto de 60.000 millones antes de la orden del Gobierno de cierre total de los hoteles. Por último, el sector del comercio representa un 13% del PIB y el 17% del empleo. El cierre de los establecimientos comerciales, excepto los que permanecen abiertos en mercados esenciales, tendrá una incidencia enorme en la actividad y también en el empleo.

El mantenimiento del estado de alarma durante un mes tendría un impacto cercano al 100% sobre el comercio, el turismo, la automoción y el ocio, y entre el 30% y el 40% sobre el resto de sectores. Si se prolongara hasta junio, como apuntan en ciertos entornos gubernamentales, la proyección para todo el año se traduciría en una caída del 10,6% del PIB. Lo nunca visto desde la Guerra Civil y significaría que la economía española volvería a sus cifras de 2008. En pocas semanas se habría perdido más de un decenio y se volvería a caminar hacia los cinco millones o incluso más de parados Una pandemia y una tragedia económica.