Energía nuclear
La crisis juega a favor del indulto de las nucleares
El sector avisa de que con la electrificación al alza y el carbón a la baja, el cierre de estas centrales supone un riesgo para el suministro
El mapa eléctrico español afronta una incierta revolución en los próximos diez años que fulminará no solo el carbón sino la energía nuclear, el comodín del sistema. Los cambios comienzan ya a ser notables. La eólica es desde el pasado julio la tecnología de generación eléctrica reina en España. Con 26.479 megavatios (MW) instalados, tras incorporar 632 MW respecto al cierre de 2019, el viento superó por la mínima a los ciclos combinados de gas, con 26.284 MW instalados y en ligero retroceso desde 2018 pese a su papel como fuente de generación de respaldo cuando no tiran ni el viento ni el sol en ausencia de las centrales de carbón, cuyos cierres han restado 227 MW de potencia a esta tecnología en los siete primeros meses del año. Aunque aún quedan 9.456 MW, la quema de carbón desaparecerá a medida que se autoricen los cierres de térmicas mientras crece la instalación la instalación de plantas solares fotovoltaicas, con 948 MW más desde enero para un total de 9.861 MW instalados.
La hidráulica convencional se mantiene como la tercera tecnología con mayor capacidad instalada, con 17.085 MW, mientras que la nuclear ocupa el sexto puesto con 7.117 MW instalados. Sin embargo, pese a figurar en una posición relegada por capacidad de generación instalada, las centrales nucleares fueron las que más electricidad produjeron el pasado año. Otra vez.
Garantía para el suministro
En un escenario en el que el carbón desaparece y la electrificación de la economía hace necesaria mucha más potencia instalada limpia para suplir la desaparición de todas las grandes tecnologías que sirven de sostén al sistema, el cierre de nucleares puede suponer un riesgo en el suministro. Así lo aseguran fuentes del sector. «Mantener las nucleares más allá de los plazos previstos no solo parece la mejor opción sino la única para asegurarse una transición sin contratiempos», explican desde las grandes eléctricas, propietarias de las centrales. Se trata más de una advertencia al Gobierno que de una apuesta interesada de las eléctricas, que dan por bueno el calendario de cierre de las nucleares siempre y cuando se cumplan los plazos de instalación de fuentes alternativas. «Parece probable que, con la actual crisis y la lenta recuperación, la estancada demanda eléctrica de la industria y del resto de sectores van a retrasar unos años los planes», corroboran las mismas fuentes.
La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) advirtió con el estallido de la pandemia del riesgo que supone cerrar los cuatro grupos nucleares previstos en la próxima década si no se logra cumplir con el ritmo de generación eólica y fotovoltaica de aquí a 2030 y con los objetivos de interconexiones con los países vecinos. En un estudio sobre el borrador actualizado del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) español para el periodo 2021-2030, Fedea considera que si la entrada de generación renovable no se produce en la «exigente» cuantía prevista en el escenario objetivo, o no se cumple con la ampliación de interconexiones con Francia, «habrá que valorar detenidamente el efecto del cierre del parque nuclear sobre la seguridad de suministro y las emisiones».
La «hoja de ruta» en Energía y Clima del Gobierno a 2030 asume el cierre de cuatro grupos (los dos de Almaraz y los dos de Ascó), de los siete existentes, a finales de 2030. Las otras tres centrales -Cofrentes, Vandellós II y Trillo- cerrarían entre 2033 y 2035. Sin embargo, el objetivo previsto para 2030 de 8 GW para interconexiones parece una quimera (Fedea estima que ni siquiera se alcanzarán los 5 GW).
El cierre de grupos nucleares conllevará también un aumento de emisiones de gases de efecto invernadero, «que será tanto mayor al contemplado cuanto menor sea la entrada de potencia renovable respecto al escenario objetivo y el acompañamiento del almacenamiento no se produzca en la cuantía que se espera».
A este problema se suma el optimista escenario del Gobierno sobre la vertiginosa mutación de España hacia el vehículo eléctrico. Fedea critica la falta de realismo de las previsiones tanto en el transporte de personas como de mercancías, así como sobre la evolución del parque de vehículos eléctricos, con una penetración que estima «muy alta y poco realista» de 5 millones a 2030. “El proceso de electrificación en el transporte va a estancarse hasta que haya una recuperación robusta incluso aunque se amplíen las subvenciones al vehículo eléctrico”, advierten desde el sector. Cambiar de coche en plena crisis no parece una opción para la mayoría de la población y más aún cuando entre el paro, los ERTE y el teletrabajo los desplazamientos son menores.
Para complicarlo aún más, el PNIEC prevé reducciones notables del uso del transporte individual en beneficio del transporte público y un cambio significativo hacia el ferrocarril en lo que respecta al transporte de mercancías, objetivos “difíciles de alcanzar” antes de la pandemia y que ahora simplemente parecen una quimera.
Ante esta situación, y salvo que se vuelquen a ciegas en la electrificación buena parte de las ayudas europeas, las nucleares podrían tener un nuevo indulto en el horizonte.
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