Caso Caja Madrid
Caja Madrid, el gran cortijo de Blesa
El ex presidente de la cuarta entidad financiera del país la utilizó para satisfacer sus intereses personales. Prestó a quien no debía y precipitó su posterior caída
«Me hubiera gustado seguir», dijo Miguel Blesa en su despedida de Caja Madrid después de 13 años en el cargo. Durante ese periodo (1996-2009), el inspector de Hacienda reconvertido en banquero amasó una fortuna de varios millones de euros con la que pudo pagarse un ritmo de vida al alcance de muy pocos. Viajes de placer por medio mundo, safaris, los mejores manjares en los mejores manteles y todo con cargo a los fondos de una entidad que parecía insumergible en los años del «milagro español», con el estallido de la burbuja inmobiliaria aún lejos. Entonces, Blesa cometió uno de sus mayores errores, porque fueron varios los que atesora desde su llegada a la caja en el año 1996.
Quiso jugar a lo grande –la megalomanía se adueño de él– y se encaprichó con la compra del City National Bank of Florida. En poco tiempo, a las cajas, a las que les estaba limitada su expansión fuera del territorio de su comunidad, España se les quedaba pequeña. Había que ir a Europa, América... El 7 de noviembre de 2008, con la crisis financiera a punto de reventar, Blesa adquiría por un importe de 618 millones de euros (927 millones de dólares) el 83% del capital social de City National Bancshares, propietaria a su vez del City National Bank of Florida. Vinculado a esta operación se selló un contrato de opción de compra del 17% restante con el presidente del Banco de Florida, Leonard L. Abess, por otros 190 millones de dólares. En total, 1.117 millones de dólares. En esas fechas, el Banco de Florida era el quinto banco independiente de Florida por volumen de activos, con 19 sucursales y 421 empleados, y estaba especializado en financiar a promotoras inmobiliarias. Una bomba a punto de estallar.
En dos años, las malas decisiones y la crisis llevaron a que el valor de esa entidad cayera a los 581 millones de euros, con unas pérdidas de entre 540 y 572 millones de dólares. Así, cuando Blesa entrega el cetro a su sucesor, los beneficios de Caja Madrid bajan un 68%, hasta 266 millones. ¿La razón? La imposición del Banco de España de provisionar 500 millones para cubrir riesgos. Era la primera vez en trece años que comparecía para informar de unos beneficios inferiores a los del ejercicio anterior.
Pero como las malas noticias nunca vienen solas, la agencia de calificación Moody’s rebajó a la categoría de bono basura la calificación de una emisión de 3.000 millones en preferentes de la entidad. Se empezaban a escribir las primeras líneas del principio del fin. A lo largo de la etapa de esplendor de la economía, la caja vivió de sus inversiones. En un intento de imitar la cuenta de resultados de La Caixa, la entidad madrileña se lanzó a la compra de participaciones en grandes empresas, con el fin de utilizar los dividendos como colchón que compensara las dotaciones a provisiones derivadas del incremento del riesgo crediticio. Telefónica y Endesa son dos claros ejemplos de esta política. Caja Madrid entró con un 3% en el capital de Telefónica en junio de 1997. Tuvo que invertir 102.000 millones de pesetas (613 millones de euros). Menos de dos años después, Blesa toma la decisión de salir del accionariado y lo hace con unas plusvalías de 600 millones de euros, aunque con la espina clavada de que nunca pudo sentarse en el sillón del consejo de administración, junto a BBV, Argentaria y La Caixa. Demasiados bancos para una sola compañía. Con Endesa las cosas le salieron muy rodadas. La guerra de opas iniciada en septiembre de 2005 por Gas Natural (oferta de 21,30 euros por acción) concluye en abril de 2007 con la venta de la eléctrica que presidía Manuel Pizarro a Enel y Acciona, que ofertaron 41,30 euros. El 10% que Caja Madrid tenía en la eléctrica le reporta a la entidad más de 2.333 millones de euros de plusvalías. Parece que Blesa está tocado con la varita mágica del éxito.
Compra compulsiva
Crecido por el éxito financiero de su política, Blesa se lanza a la compra compulsiva de participaciones (Indra, Iberia...) y a la financiación sin control de operaciones que, a la postre, terminarán por arruinar el balance de la caja. Iberia es un ejemplo más de esas operaciones. En su descargo hay que decir que Caja Madrid actuó, como en tantas ocasiones, como brazo financiero del Gobierno autonómico.
La puesta en marcha de la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid hace creer al Gobierno regional que la españolidad de Iberia es un valor a perpetuar después de haberse realizado una inversión multimillonaria. Caja Madrid toma las participaciones que ponen a la venta Logista y BBVA, cumplido el pacto de caballeros del núcleo de accionistas que aseguró la privatización de la compañía española. Paga por ellas 460 millones de euros en una semana en dos operaciones sin sentido financiero.
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