Reino Unido

El «Brexit» añade más dudas al futuro de la Unión Europea

El «Brexit» añade más dudas al futuro de la Unión Europea
El «Brexit» añade más dudas al futuro de la Unión Europealarazon

El triunfo electoral del premier conservador David Cameron ha abierto la puerta a una eventual salida del Reino Unido de la Unión Europea (UE). El líder «tory» prometió que, de ser reelegido, convocaría un referéndum sobre la permanencia y aunque, en un principio, la fecha se fijó para 2017, el Ejecutivo se plantea ahora adelantarlo. Y es que la llamada «Brexit» (salida Gran Bretaña) provoca incertidumbre en los mercados y en la City presionan para que la consulta se celebre cuanto antes. El último en pedir premura esta semana ha sido el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, quien ha insistido en la preocupación que genera este proceso en los empresarios.

Tanto el ministro del Tesoro, George Osborne, como el responsable de Exteriores, el euroescéptico Philip Hammond, viajarán a Berlín y Bruselas en los próximos meses con vistas a tener, antes de verano, al menos un esbozo de cómo podrían ser las nuevas relaciones con la Comunidad de los Veintiocho. Por lo tanto, los rotativos británicos no descartan que el plebiscito tenga lugar a principios del próximo año.

Pese a que en Grecia, la posibilidad de una «Grexit» también se planteó tras el triunfo en las urnas del partido que ahora gobierna el país (Syriza), el escenario que se vive en Atenas y Londres nada tiene que ver. El país heleno podría quedar fuera de la zona euro por no pagar su deuda. En el caso del Reino Unido, son los británicos los que quieren salir del bloque, ya que, tradicionalmente, tienen la sensación de que dan mucho más de lo que reciben.

Históricamente, la cuestión europea siempre ha supuesto una lacra para cualquier inquilino de Downing Street. Sobre todo, para los «tories». De alguna manera, los políticos habían podido capear el temporal. Con Cameron, sin embargo, se llegó a un callejón sin salida. El ala más euroescéptica de su partido –promotora de dos importantes rebeliones en la Cámara de los Comunes por este asunto– le puso contra las cuerdas ante la gran popularidad adquirida por el eurófobo UKIP, que en los comicios del pasado 7 de mayo se convirtió en la tercera fuerza más votada. Según los últimos sondeos, el 45% de los británicos votaría hoy por la permanencia frente a un 38% que apuesta por la salida.

La «City» de fondo

Eso sí, antes de convocar el referéndum, el premier quiere negociar una serie de reformas. Y en este sentido, Mats Persson, director del prestigioso «think-tank» Open Europe, asegura que la transformación principal pasaría porque «las normas se escribiesen para todos los estados miembros y no sólo para los de la eurozona, que es lo que ocurre en la práctica». En otras palabras, salvaguardas para la City.

Londres es sede de 250 bancos extranjeros, que emplean a 160,000 personas. El HSBC, la mayor entidad de Europa, ya ha amenazado con cerrar su oficina si el país abandona la Comunidad de los Veintiocho. «De todos los sectores, éste sería el más vulnerable en caso de una salida –señala Persson– el mercado único está muy bien desarrollado y el Reino Unido tendría dificultades para lograr un acuerdo de reciprocidad con la UE».

Las demandas de Londres también pasan por garantizar el llamado «cheque británico». Se trata del descuento negociado por Margaret Thatcher en los años ochenta para compensar al Reino Unido por las subvenciones agrarias que reciben otros países de la UE, de las que apenas se beneficia.

Por último, otra de las claves es frenar el acceso a los subsidios de los trabajadores inmigrantes. Es precisamente este punto el que se ha empezado a negociar ya en Bruselas. El presidente de la Comisión Europea (CE), Jean-Claude Juncker, ha establecido unas líneas rojas y no aceptará modificaciones que afecten a las cuatro libertades fundamentales de la UE, incluida la libertad de movimiento y trabajadores. Pero, según «The Times», «sí va a responder a las preocupaciones británicas sobre los abusos cometidos por parte de los comunitarios al sistema del bienestar». Sin duda, sería un gran logro para Cameron. Una de las principales razones por la que los británicos se cuestionan la permanencia en el bloque es la inmigración.

El problema de la inmigración

En este sentido, el líder «tory» se ha comprometido a que los europeos que vengan sin oferta de trabajo no tengan derecho a la paga que hasta ahora recibía todo aquel que buscaba empleo. Es más, si no lo encuentran en un plazo de seis meses, deberán abandonar el país. Además, los inmigrantes no tendrán derecho a recibir prestaciones sociales hasta que lleven viviendo en Reino Unido cuatro años y no recibirán el subsidio familiar por hijos que vivan en el extranjero.

Pero, ¿qué pasaría si, después de todo, los británicos optaran por abandonar el bloque? En virtud de la normativa europea, la salida de un país tiene lugar dos años después de la notificación formal, lo que dejaría durante 24 meses a Reino Unido sumido en un extraño limbo.

Hasta ahora no hay precedente de que un miembro del tamaño del Reino Unido haya abandonado el hoy tan cuestionado proyecto europeo. Argelia dejó la CEE cuando se independizó en 1962; los 56.000 residentes de Groenlandia se marcharon en 1985; la colonia francesa de San Bartolomé salió oficialmente en 2012. Sin embargo, ninguno de estos casos se puede comparar con un país de 65 millones de personas, que aporta a las arcas europeas alrededor de 12.000 millones de libras al año. Las islas son un gran contribuyente, pero la UE es su principal socio comercial. Aporta más de 400.000 millones de libras a la economía británica.

La Confederación de la Industria Británica (CBI) ya ha advertido que la pertenencia a la Comunidad de los Veintiocho aporta al país un valor equivalente al 5% del PIB, alrededor de 78.000 millones de libras al año. En 2013, los servicios financieros británicos y los seguros tuvieron un superávit de 19.000 millones de libras con la UE.

«Hay mucho en juego y con el ejemplo tan reciente del referéndum escocés hemos visto que la gente, llegado el momento, evita escenarios de incertidumbre. El británico es euroescéptico, pero cuando todos estos datos se ponen sobre la mesa la mayoría opta por mantener el statu quo explica Persson. «Aunque también se puede hacer otra lectura. Si la economía británica sigue creciendo y la eurozona sigue sumida en crisis, quizá la seguridad se contemple con una salida y no con la permanencia», añade.

Como Noruega o Suiza

El experto pone el ejemplo de Suiza y Noruega. Ninguno es miembro de la UE, pero en los noventa, mientras que el primero quiso estrechar sus relaciones con Bruselas, el segundo mantuvo distancias. ¿La razón? La economía noruega era potente y los ciudadanos temían ponerla en riesgo en un proyecto difuso.

En caso de una salida, según Persson, Reino Unido tendría que crear un nuevo modelo, ya que los actuales no convencen. Noruega, Islandia y Liechtenstein son miembros del Espacio Económico Europeo y de la Asociación Europea de Libre Comercio. «A Londres no le compensa. Debería pagar una cuota para mantener el acceso al mercado interior de la UE, pero perdería toda influencia formal sobre una legislación que tendría que poner casi en su totalidad en práctica», explica.

La segunda opción sería seguir a Suiza y solicitar la adhesión sólo la AELC para firmar acuerdos bilaterales. Pero los analistas consideran este escenario complejo e incluso defectuoso, por lo que es poco probable que fuera una opción viable.