Energía
El carbón, a punto de desaparecer, ¿lo echaremos de menos?
Siete de las 15 centrales térmicas que hay en España podrían cerrar en 2020, aunque todavía existe dependencia de esta fuente energética
Siete de las 15 centrales térmicas que hay en España podrían cerrar en 2020, aunque todavía existe dependencia de esta fuente energética.
El carbón, en su momento, fue una pieza fundamental para las revoluciones en el transporte y la industria. Y durante más de un siglo su papel ha seguido siendo de vital importancia para las estructuras energéticas de las naciones pero con el impulso de las economías sostenibles y las políticas medioambientales, el carbón está destinado a desaparecer de nuestras vidas. Si los planes salen como se espera, no tardaremos en ver un mundo sin este mineral, aunque aún surgen dudas al respecto.
«La descarbonización ya está en marcha a nivel global y europeo, y es imparable», afirma la directora del Instituto Internacional de Derecho y Medio Ambiente, Ana Barreira. Nadie lo pone en duda. Sólo hace falta echar un vistazo a la evolución de las cifras del empleo destinado a la minería del carbón. El número de inscritos al Régimen Especial que reúne a estos profesionales, en 2001 era de casi 16.000, mientras que a finales de 2017, sólo de 2.300.
Lógicamente, el descenso en la mano de obra se debe a una brusca reducción de la producción de este combustible fósil en España. Nuestro país ha pasado de generar 9,5 millones de toneladas en 2009, a poco más de 2 millones en 2016, según datos reunidos por el anterior Ministerio de Energía. Y continuará bajando con el cierre de las 15 centrales térmicas de carbón que aún quedan en el territorio nacional. La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha mostrado la intención de clausurar siete de ellas antes de 2020, al no haberse adaptado a las normativas medioambientales de la Comisión Europea que entrarán en vigor ese año.
Futuro de las centrales
De este modo, dos de las previstas que se clausuren en dicho año serán las de Lada (Asturias) y Guardo (Palencia), a petición de la propia compañía que las gestiona, Iberdrola. La empresa no realizará la inversión necesaria para adaptar las centrales porque no es viable económicamente, mismo argumento que esgrimen desde Endesa para el cierre de Compostilla (León) y de Andorra (municipio de Teruel). A la lista se une Anllares (León), a cargo de Naturgy (antes Gas Natural Fenosa), que aún no ha anunciado cuál será el futuro de la central de Meirama (La Coruña). Esta situación se repite en Puente Nuevo (Ronda, Málaga), donde Viesgo todavía valora qué decisión tomar.
A más largo plazo, queda pendiente qué ocurrirá en Alcudia, donde el Gobierno regional ha mostrado su intención de cerrar la planta, propiedad de Endesa, como máximo en 2025. El mapa de centrales se completa con las de As Pontes (La Coruña) y Litoral (Almería), de Endesa; Los Barrios (Cádiz), de Viesgo; Aboño (Gijón) y Soto de Ribera (Ribera de Arriba, Asturias), de EDP HC Energía; Narcea (Tineo, Asturias) y La Robla (León), de Naturgy.
Aunque las compañías todavía mantengan en el aire el porvenir de estas centrales, el camino a la descarbonización está claramente marcado, y Ribera ha sostenido que al carbón en España le queda «poco futuro». Evidentemente, conllevará un coste económico. Un estudio elaborado por Deloitte estima que para llevar a cabo el proceso, hasta 2050 nuestro país deberá invertir entre 330.000 y 385.000 millones de euros. Pero incluso por mucho que se realice este gasto, todavía parece difícil que podamos abandonar del todo el carbón.
Fuentes del Instituo Geológico y Minero de España (IGME) aseguran que el año pasado se consumieron «14 millones de toneladas de carbón, de las cuales tres millones eran de producción nacional y el resto de importación. Las propias cifras dicen que sigue habiendo un uso bastante importante, especialmente en casos de inviernos como el último, muy poco lluvioso hasta el final».
Por esa ausencia de precipitaciones, 2017 fue un ejercicio malo para la energía hidráulica. La generación desde estas plataformas se redujo casi un 50% respecto a 2016, ponen de manifiesto los datos de Red Eléctrica de España. Cuando una fuente de energía fundamental para la estructura de nuestro país, como es la hidráulica, tiene que rebajar su rendimiento debido a las condiciones climáticas, se tiene que sustituir por lo que llamamos «energías de respaldo», es decir, «centrales que generan energía y funcionan fundamentalmente sólo cuando la renovable no funciona», explican desde el IGME. Aquí es donde entra en juego el carbón.
Dependencia
La sequía del año pasado provocó que el 17,4% de la generación eléctrica procediese del mismo. En concreto, la central situada en el municipio de Andorra en Teruel, produjo un 43% más de electricidad en 2017 que en 2016. Por todo ello, desde el IGME añaden que «la dependencia sigue siendo alta, otra cosa es que pueda sustituirse gradualmente y pueda hacerse en el tiempo que se marcan en el Gobierno». Para ello, éste deberá aumentar la apuesta por las renovables y, de este modo, poder excluir al carbón en la cobertura de la demanda energética».
Barreira, explica que «el nuevo Ministerio de Transición Ecológica ya ha dado un paso a este sentido a nivel europeo y se ha unido al grupo de países más ambiciosos respecto al objetivo de Renovables de la Comisión Europea, que finalmente se ha fijado en 32% para 2030. La ministra Teresa Ribera ha declarado que tienen la firme intención de poner todos los medios para alcanzar dicha meta».
No obstante, para poder lograrlo hay que acometer la formación de un marco legislativo que promueva medidas para la lucha contra el cambio climático. El Partido Socialista ha retomado la Ley de Cambio Climático presentada por el Partido Popular en el Congreso el pasado junio. Esta legislación, «va a determinar el camino a seguir en los próximos años y es necesario que se adopte con la máxima urgencia», asegura la directora del IIDMA.
Barreiro subraya que habría que actuar con previsión estableciendo un calendario de cierre para las 15 centrales térmicas españolas que aún permanecen abiertas. A partir de 31 de diciembre, el panorama europeo impulsará a las empresas a clausurarlas, pues las ayudas que se darán al carbón desde esa fecha, estarán destinadas exclusivamente al cierre de las centrales, y las que no lo hagan, «tendrán que devolver las ayudas, y nadie está en las condiciones económicas para hacerlo», sostienen desde el IGME.
Con todo, el presente año se producirá el punto de inflexión para la vida de una fuente de energía que hace unas décadas aún era una de los principales combustibles. Eso sí, depende del ritmo al que se instalen las renovables en nuestro país durante los próximos meses.
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