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EL CEO del mañana

EL CEO del mañana
EL CEO del mañanalarazon

El futuro tiene muchos nombres. Para quienes trabajamos en Recursos Humanos, se llama hoy. Porque en tiempos y entornos tan cambiantes, empresarialmente hablando, hablar del día después es inconcebible sin hacerlo del presente.

El CEO de hoy es en realidad el CEO del futuro, ya que como decía un prominente propietario y máximo directivo de una importantísima empresa estadounidense: «cada día de trabajo estoy a dos años de la extinción de mi empresa –si hoy no hago lo que debo de hacer–». En esta pequeña frase, y por paradójico que resulte, está contenida toda la definición de lo que es o debería ser un CEO del futuro. Ciertamente en nuestro país somos muy dados a importar anglicismos y acrónimos que se ponen de moda con facilidad. De hecho, éste es un término que aparece con frecuencia en perfiles profesionales, en tarjetas de visita, o en currículums vitae. Pero, ¿tenemos claro qué significa? De manera general, pero en concreto ciñéndonos a nuestro país, el concepto de un CEO ha sido utilizado como una cuestión de imagen, pronunciando unas siglas sin definición concreta en nuestro diccionario pero que, bien utilizadas, podrían dar a nuestra compañía una pátina de importancia, incluso de internacionalización. De esta manera, ha sido históricamente muy difícil –y me refiero a los últimos 20 años– distinguir realmente a un CEO de un director general o incluso de un presidente... y las diferencias son infinitas, especialmente mirando hacia el futuro de las empresas.

La primera diferencia viene marcada por la propia regulación. Hasta hace pocos años, las responsabilidades legales, mercantiles, civiles e incluso penales de los máximos responsables de una gran compañía eran algo difuso y no regulado, que en ningún caso formaba parte consensuada de un protocolo entre partes. Pues bien, el propio marco legal vigente, y en concreto los códigos de buenas prácticas mercantiles e internamente las RSC de las grandes compañías, establecen claras responsabilidades para los CEO, lo cual modifica las reglas de juego del buen gobierno de las organizaciones.

Responsabilidad

La globalización ha influido también de una manera directa en este cambio de concepto, ya que la internacionalización de las empresas y la movilidad de los profesionales ha sido determinante para la creación de estándares de responsabilidad, todo ello motivado por la necesaria seguridad legal principalmente en las grandes corporaciones y en las empresas cotizadas. Un CEO de hoy se constituye en la máxima autoridad en la gestión y dirección financiera y administrativa de una organización empresarial. Solía ser el presidente el tradicionalmente encargado de encabezar el gobierno corporativo y la estrategia general de las organizaciones, pero nuevamente es cada vez más el CEO quien asume íntegramente la responsabilidad.

Sus funciones

Tanto es así, que se empieza a identificar al CEO como la figura de más alta responsabilidad dentro de una organización, quedando el presidente relegado al Consejo de Administración. Por lo anterior, un CEO jamás debe delegar, sino asumir como principales funciones: La misión, visión y valores de la compañía; La selección y supervisión de los altos ejecutivos (en coordinación con «partners» externos); la creación y supervisión de procedimientos y reglamentos internos; la definición de estrategias, ya que solo el CEO posee la visión, experiencia e información necesarias; el establecimiento y fortalecimiento de las relaciones exteriores corporativas y sectoriales; la toma de decisiones difíciles y cruciales, ya que aquí es donde radica el liderazgo directivo y la capacidad para elegir y dirigir las adquisiciones e inversiones necesarias.

La mirada del «chief executive officer» del siglo XXI ha de estar fijada en objetivos de empresa, traducidos en metas concretas y ambiciosas y ha de poder transmitir a la organización sus planes de acción claramente definidos y ser capaz de allanar el camino los obstáculos para su cumplimiento. Para ello ha de creer firmemente en el proyecto y consagrar sus esfuerzos a la consecución de los objetivos de la organización. Será el gran motor que liderará el cambio cultural de la empresa que dirige y representa, ateniéndose a un código ético bien definido y marcado, que transcenderá a toda la organización y del que se supervisará su constante cumplimiento, transformando a la propia compañía en un gran motor de atracción de talento y orgullo de pertenencia.

Sus características personales serán, si cabe, más importantes que las propias de la experiencia o técnicas, y definirán su estilo de dirección y liderazgo. Ha de poseer y ser capaz de desplegar una gran capacidad de análisis y reflexión, unido a una fuerte flexibilidad, que le permitirá trabajar en equipo de una manera horizontal y vertical, con alegría, deportividad, compromiso y humanidad, y todo ello creará el verdadero gran motor de un verdadero CEO: el liderazgo efectivo.

Ésta será la verdadera arma secreta de un CEO. Y se consigue trabajando en comunicación directa con los equipos, siendo un constante apoyo de los mismos; un facilitador, haciendo de las herramientas tecnológicas un aliado y conociéndose a sí mismo, con sus capacidades y también reconociendo sus carencias y compartiendo y consultando las estrategias para tomar decisiones controladas.

De esta manera se ganará el apoyo y el respeto de su equipo por «autoritas» y no por imposición personal. De esta forma estará siempre a la vanguardia de su equipo, intercambiando ideas y creando «know how» a través de la inteligencia colaborativa y del liderazgo horizontal. Porque en el futuro, es decir, hoy, el CEO debe dar un paso más y entender que el talento no se retiene en una empresa, sino que se compromete con un proyecto.

Ramón Porteiro es socio director de Dexter