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La crisis del rublo amenaza la vivienda y el turismo en España

El embargo de la UE y la depreciación de la moneda encarecen las inversiones de Moscú en la zona euro. Los turistas rusos disminuyeron un 23% en octubre

La Razón
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El parte de batalla deja por el momento poco lugar a dudas. Rusia está perdiendo la guerra económica desatada a raíz de su papel en el conflicto en Ucrania y la anexión de Crimea. Bajo el mandato de Vladímir Putin, el país se ha preparado para la guerra militar, incrementando el gasto en defensa para modernizar el obsoleto armamento de la etapa soviética, pero ha descuidado la economía, campo de batalla del siglo XXI. Moscú desaprovechó, como el propio presidente reconoció el jueves, años de bonanza para diversificarla.

Llegado el momento, Rusia sigue siendo vulnerable, un gigante geopolítico con pies de barro, con un PIB equivalente al de Italia y una economía subordinada a los ingresos por la exportación de hidrocarburos. “Hemos oído hablar de la diversificación desde que Putin llegó al poder por primera vez; sin embargo, «la economía rusa es aún más dependiente del petróleo hoy que hace 14 años», comenta Maria Lipman, del Carnegie Moscow Center. El ministro de Finanzas, Antón Siluanov, admitió hace tres semanas que la caída del precio del crudo le cuesta al país unos 80.000 millones de euros anuales.

Técnicamente, Rusia no está todavía en recesión, pues estima un crecimiento del 0,6% para el cierre del año. Sin embargo, el banco central vaticina una caída del PIB de hasta el 4,7% en 2015 si el barril de Brent se mantiene en el límite de los 60 dólares. El titular de Economía, Alexei Ulyukayev, lo resumió el lunes de forma muy gráfica: «Se avecina la tormenta perfecta y somos en parte los culpables».

Esta tormenta que está asolando a Rusia amenaza con tronar sobre la economía europea y española, empezando por el sector turístico y la compraventa de viviendas. A pesar de ser el colectivo extranjero que más ha incrementado su inversión en nuestro país en los últimos años, el embargo impuesto por la Unión Europea (UE) por el conflicto de Ucrania este verano ha complicado los trámites para obtener un visado, a lo que se ha sumado la depreciación del rublo, que ha encarecido las inversiones en el espacio del euro para los rusos. La compraventa de vivienda libre en España por ciudadanos de ese país suposo en el segundo trimestre de 2014 un 7,1% del total.

Esa depreciación de la moneda encarece las inversiones en nuestro país y puede echar por tierra incluso la Ley de Apoyo a los Emprendedores y su internacionalización aprobada el 27 de septiembre de 2013, en la que se establecían una serie de medidas que estaban enfocadas a facilitar la entrada y la permanencia en España de los inversores extranjeros, que no fuesen ciudadanos de la UE, si adquirían bienes inmuebles por encima de los 500.000 euros.

En noviembre de 2013, por cada euro se pagaban 43 rublos, mientras que en octubre de 2014 se cambiaban en torno a 52,6 rublos, lo que quiere decir que para los ciudadanos rusos se ha encarecido un 22,3% la compra de euros en un año, lo que explica esa reducción tan notable en la compraventa de viviendas.

Asimismo, la llegada de turistas rusos ha empezado a echar el freno este verano después de varios años de imparable ascenso. Desde siempre, España ha sido uno de sus destinos preferidos. Sin embargo, con la crisis que están viviendo parece que prefieren permanecer en vacaciones dentro de sus fronteras. Los efectos se hicieron visibles, principalmente, desde el mes de mayo, cuando descendió un 2,1% el número de ciudadanos rusos que veraneaban en España respecto al mismo mes de 2013, llegando a bajar hasta un 23% en el mes de octubre, según una encuesta realizada por Movimientos Turísticos en Fronteras (Frontur).

¿Hay solución para este gran problema? Las sanciones occidentales cuestan unos 30.000 millones a Rusia. Afectan a muchos ámbitos, pero el daño principal lo causa el cierre al grifo de la financiación de las grandes empresas en los mercados internacionales y la restricción a la tecnología para la perforación en aguas profundas con la que explotar el petróleo del Ártico, una de las grandes esperanzas para perpetuar el modelo.

Una frase repetida entre analistas es que «Rusia no tiene una economía, sino un cajero automático», en referencia al dinero fácil de los hidrocarburos, que suponen el 35% del PIB nacional, el 50% de los ingresos del presupuesto federal y más del 60% de las exportaciones. La Administración Putin tomó en el pasado tímidas medidas para reestructurar la economía. Se crearon regímenes fiscales especiales en distritos muy concretos del país para multinacionales que trasladasen sus plantas de producción. Así, la mayoría de las empresas automovilísticas extranjeras fabrican sus coches para Rusia en Kaluga (al sur de Moscú) o en Kaliningrado (en el Báltico). Sin embargo, el éxito de esta iniciativa es la excepción que confirma la regla.

Rusia no atrae inversión extranjera por el pobre clima de negocios (puesto 62 del ránking mundial, por debajo de Ruanda o Bielorrusia), con la corrupción burocrática como principal caballo de batalla, y la iniciativa privada nacional brilla por su ausencia, ahogada por el prohibitivo precio del dinero (el banco central subió este lunes los tipos de interés de un ya de por sí alto 10,5% hasta un 17%). Estos datos ensombrecen la perspectiva de una mejora futura de la inversión rusa en el extranjero, España incluida.

Pero en la guerra económica, como en la militar, al final todos pierden, de una manera u otra. EE UU, promotor de las sanciones, es quizá el país occidental que menos se expone, pues sus lazos comerciales con Rusia nunca fueron demasiado estrechos, si bien el gigante ExxonMobil tuvo que cancelar un ambicioso proyecto conjunto con Rosneft en el mar de Kara. Pero son las economías europeas las que más se resienten por el envite a Rusia, con Alemania como ejemplo paradigmático, origen del 12% de las importaciones rusas. El intercambio comercial entre ambos países se contraerá entre un 10% y un 12% este año, lo que supondrá 12.000 millones en términos absolutos, según la Oficina Comercial germana en Moscú.

Europa se contagia

El veto impuesto por Rusia (destino del 10% de las exportaciones de alimentos de la UE) golpea principalmente a algunos de sus países vecinos como Finlandia, Polonia y los Bálticos; mientras que la pérdida de poder adquisitivo de sus habitantes por la devaluación del rublo y la congelación salarial está afectando sobre todo al sector turístico del sur de Europa. Los países más afectados están siendo especialmente Grecia y España, tercer y cuarto destino principal de los turistas rusos, respectivamente.