El «procés» golpea a Cataluña y frena el avance de España

El Banco de España constata que la economía de la región se desaceleró más que la del resto de grandes autonomías en el cuarto trimestre. El país crece un 0,8% a pesar del lastre que ha supuesto el secesionismo.

Por más empeño que el secesionismo quiera poner en relativizar los efectos perniciosos que para la economía catalana está teniendo el «procés», la tozudez de los datos no deja de poner en entredicho sus planteamientos. El informe trimestral de la economía española correspondiente al periodo octubre-diciembre del Banco de España resume lo que todos los indicadores ya venían esbozando: que la economía de Cataluña ha evolucionado peor que la del resto del país desde que Carles Puigdemont y sus adláteres han intensificado su desafío. Según el supervisor, que ha comparado el estado de las economías de la Comunidad de Madrid, Andalucía, Cataluña y la Comunidad Valenciana en la recta final del año, «la actividad se habría desacelerado en el último tramo en Cataluña en mayor medida que en la media de las comunidades consideradas». Los motivos, esgrime, se derivan en gran medida de la incertidumbre e inestabilidad generados por el «procés»: peor comportamiento del empleo, el turismo y el mercado de vivienda. Su conclusión es que Cataluña corre el riesgo de «registrar un ritmo de avance de la actividad económica inferior, en el tramo final del año, al del conjunto de la economía española, en contraste con el mayor dinamismo de la economía catalana en trimestres precedentes».

A pesar de la señal de alerta lanzada por el Banco de España, el Gobierno confía en que no se cumplan los peores presagios. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, afirmó que desde que el Gobierno aplicó el artículo 155, el crecimiento económico en Cataluña no se está resintiendo tanto. Su departamento ha identificado que en diciembre la facturación de las empresas de mayor tamaño en la comunidad se ha recuperado. Una mejora que Montoro atribuye a «las actuaciones que han dado seguridad, estabilidad y han permitido que prevalezca la legalidad en Cataluña como en el conjunto de España».

El análisis de Montoro lo respaldó la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), que calcula que la economía catalana crecerá el 0,7% en el último trimestre del año y el 0,8% en el primero de 2018, lo que significa que el impacto de la crisis política podría ser menor a lo anteriormente pronosticado. La AIReF publicó ayer la actualización del modelo Mipred Cat con el dato del INE del comercio minorista catalán en noviembre, que ha crecido el 1,7% frente a la caída del 3,9% registrada en octubre. La buena evolución de este indicador elevó en dos décimas, del 0,5% al 0,7%, la previsión de crecimiento para la economía catalana en el último trimestre, según el Mipred Cat, lo que la AIReF ve como «un reflejo de la reducción de incertidumbre que se registró en noviembre.

El riesgo permanece

Los efectos adversos del desafío soberanista no sólo se han dejado sentir en Cataluña. El PIB español habría logrado mantener un ritmo de avance intertrimestral del 0,8% gracias a que el fortalecimiento del sector español «habría contrarrestado los efectos derivados del aumento de la incertidumbre relacionado con la situación política en Cataluña». Mientras que la demanda interna habría contribuido con 0,6 puntos, la externa lo habría hecho, con 0,1, lo que suma un crecimiento trimestral del 0,8% –una décima más por el efecto del redondeo del segundo decimal–. El peligro está, advierte el Banco de España, en la deriva que tome la situación política catalana. «Un hipotético rebrote de las tensiones en los próximos meses podría llevar a un impacto más pronunciado sobre las decisiones de consumo e inversión de los agentes que el que se infiere a partir de los datos parciales disponibles».

En términos interanuales, el PIB mantuvo una tasa de crecimiento del 3,1% en el trimestre, y el empleo, del 2,9%. Para los próximos ejercicios, el Banco de España prevé que el PIB crezca un 2,4% en 2018 y un 2,1% en 2019 y en 2020. Esta desaceleración vendría motivada por la orientación neutral de la política fiscal frente al tono expansivo de los últimos años, y por el moderado impacto adicional de la relajación de la política monetaria sobre las condiciones de financiación de los agentes.