Bankia
Los grandes inversores de Bankia no podrán reclamar su dinero
El Supremo les diferencia de los minoristas, que pagaron cien veces más que el valor real de la acción por «inexactitudes» del folleto.
El Supremo les diferencia de los minoristas, que pagaron cien veces más que el valor real de la acción por «inexactitudes» del folleto.
Fueron las «graves inexactitudes» recogidas en el folleto de Operación Pública de Suscripción (OPS) de acciones de Bankia las que llevaron a pequeños ahorradores a invertir en la compra de títulos de esa entidad, cuando la misma salió a cotizar en bolsa. Así, si los datos económicos y la información difundida en el folleto no hubiesen contenido esas «inexactitudes» respecto la situación económica de Bankia o hubiesen sido reales, «habrían disuadido de realizar la inversión a pequeños inversores, que no tienen otro interés que el de la rentabilidad económica mediante la obtención y reparto de beneficios por la sociedad y la revalorización de las acciones, y que no tienen otro medio de obtener información que el folleto de la oferta pública, a diferencia de lo que puede ocurrir con los grandes inversores».
Éstos son algunos de los argumentos principales que esgrime el Tribunal Supremo para rechazar dos recursos presentados por Bankia contra sentencias de instancias inferiores relativas a la anulación de la adquisición de sus acciones con ocasión de la salida a Bolsa de 2011. Con su sentencia, los accionistas minoritarios podrían recuperar su inversión, no así los inversores institucionales. De esta forma, con los 1.840 millones que Bankia ya tiene provisionados, estaría cubierto el riesgo máximo al que tendría que hacer frente si todos reclamaran su dinero.
Es especialmente relevante lo que destaca la Sala Civil del Supremo respecto a que, de conocer la auténtica situación financiera de Bankia, los pequeños ahorradores no habrían adquirido acciones: «Resulta obvio que si hubieran sabido que el valor real de unas acciones que estaban comprando a 3,75 euros era apenas un 1% del precio desembolsado, no habrían comprado». Máxime, añade la resolución, al tratarse de pequeños ahorradores, «que únicamente cuentan con la información que suministra la propia entidad, a diferencia de grandes inversores, que pueden tener acceso a otro tipo de información complementaria». Y todo ello, añade la sentencia, porque la información que contiene un folleto en ese tipo de operaciones es un elemento «decisivo» para los pequeños suscriptores, los cuales invierten, en gran parte, «aconsejados por los propios empleados de la entidad emisora», con los que suelen mantener una relación de «confianza personal y comercial».
Lo determinante fue que los adquirentes se hicieron una «representación equivocada de la solvencia de la entidad, y, consecuentemente, de la posible rentabilidad de su inversión, y se encuentran con que realmente han adquirido valores de una entidad al borde de la insolvencia, con pérdidas multimillonarias no confesadas y que tiene que recurrir a a la inyección de una elevadísima cantidad de dinero público para su subsistencia».
De esta forma, el folleto se convierte en un elemento decisivo para la toma de decisión de los pequeños inversores, lo que permite una «diseminación» de la información contenida que lleva a la «disposición a invertir»; a diferencia de lo que sucede con otros inversores «más cualificados», que sí pueden disponer de otros medios sobre los datos económicos que afectan a la sociedad cuyas acciones salen a cotización, «y que son irrelevantes para tomar la decisión inversora».
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