Seguridad alimentaria
Un mundo ictiófago
El consumo de pescado no deja de aumentar año tras año a nivel mundial. La razón es el desarrollo económico de las naciones y la acuicultura en las cercanías de mares y ríos. Si nos fijamos en el último informe de la FAO vemos que en el 2016 batimos récords. ¡Más de 20 kilos anuales por habitante! Una cifra sin duda impresionante, y más si la comparamos con los poco más de 9 kilos que consumíamos en 1960. Y las previsiones son que esta cantidad seguirá aumentando en los próximos años. De hecho, se calcula que para 2025 alcancemos los 178 millones de toneladas globales. Eso si antes no hemos esquilmado los océanos y los mares con la pesca extractiva salvaje. En el caso de España es de reseñar que nuestro país continúa siendo el segundo del mundo –según la mayor parte de las estadísticas–, en cuanto a ingesta de pescado por habitante y año –después de Japón– y, en segundo lugar, somos junto con los portugueses los europeos que más cantidad consumimos debido a nuestra tradición y cultura. Algo que entre las nuevas generaciones corre el peligro de cambiar ya que, apurados y esclavos como estamos con jornadas de trabajo interminables, cada vez es más difícil sacar tiempo para ir a la comprar y menos para cocinar. De ahí que se apueste por platos precocinados. Algo que se encarece de manera extraordinaria si el pescado está presente en ellos. En la actualidad, y mientras las cosas no cambien, el consumo de pescado en España se clasifica en los siguientes tres tipos: pescados frescos y congelados, a cuyo consumo corresponde al 56% del total; mariscos, moluscos y crustáceos, con un consumo del 26%; y por último las conservas, con un 18%. Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, desde octubre de 2015 hasta septiembre de 2016 se han consumido un total de 1.132 millones de kilos de pescado
–esto supone una ingesta per cápita de 25,35 kilos–, un 2% menos respecto al año anterior y un 4,4% menos que en 2014. Así las cosas, parece claro que los que comen el pescado, cada vez más, son otros: los asiáticos. Urge trabajar en España las buenas prácticas de alimentación para no perder una cultura ictiófaga que es sinónimo de salud.
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