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Una firma salpicada por la corrupción que pierde 5.000 millones

La Razón
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Una compañía de dudosa reputación y con escaso rendimiento económico. Ésas son las dos principales características de la compañía estatal mexicana de petróleos, Pemex. Esta semana, conocidas sus intenciones de hacerse con el control de Repsol, los analistas de firmas como Banco Espirito Santo, Societe Générale o UBS advertían de los efectos negativos que para la compañía española tendría tal operación. Defendían todos la gestión de Brufau al frente de Repsol y, aunque no entraban a valorar la diligencia de los gestores de Pemex, los datos hablan por sí mismos. En los primeros nueve meses del año, ha perdido 5.230 millones de euros después de que sus exportaciones de hidrocarburos cayeran un 13%. Además, la petrolera no logra reponerse de la caída de su producción (-0,8%), que actualmente está en el nivel más bajo en 24 años. Este problema, junto con el que tiene con el refino, ha hecho que, desde 2001, haya retrocedido desde el séptimo puesto de las principales petroleras del mundo hasta el undécimo. Según fuentes del sector, el bajo índice de conversión de sus refinerías –el 45%, frente al 54% de media en Latinoamérica– no es compatible con la calidad del crudo producido en el país, lo que limita considerablemente la capacidad de procesamiento de los crudos pesados producidos por Pemex. Además, desde 2009 dedica menos del 20% de su presupuesto anual a este área, lo que impide a México reducir su déficit importador de productos refinados. En una reciente entrevista a Reuters, el director de Pemex Refinación, Miguel Tame, reconoció que la compañía contempla la eventual importación de petróleo ligero de Suramérica o EE UU para cubrir la creciente demanda de gasolina.

Si el desempeño de Pemex es cuestionable no es sólo por la mayor o menor capacitación de sus gestores, sino porque a la empresa como tal siempre le ha acompañado la sombra de una corrupción que lastra su eficiencia. Según una encuesta de «The Washington Post», el 80% de los mexicanos la identifican con actos de corrupción. Esta semana, por ejemplo, el semanario «El Proceso» ha publicado que el Gobierno mexicano investiga por corrupción a Alberto Ávila Lizárraga, un directivo clave de Pemex durante el mandato de Felipe Calderón. Las autoridades no se explican cómo se enriqueció ni por qué su esposa ocupó un cargo importante en la empresa en el periodo de gestión de Ávila. También a finales de octubre, 39 trabajadores de la compañía fueron detenidos acusados de sustraer y abastecer de hidrocarburos de forma ilícita. En su comparecencia el miércoles en la Cámara de Diputados mexicana, Lozoya dijo que la compañía había perdido 14.905 millones de pesos –unos 1.142 millones de dólares– entre 2012 y 2013 por robos de combustible.