Editoriales
La Monarquía no está en cuestión
En un régimen de libertades las instituciones están por encima de las personas
La regularización fiscal acometida por Don Juan Carlos tendrá los efectos legales en materia de la Hacienda pública que determinen los tribunales, pero el hecho en sí mismo, y desde el respeto estricto a la presunción de inocencia que ampara al anterior Jefe del Estado, como a todos los ciudadanos, supone un triste desdoro y empaña una trayectoria política e institucional extraordinaria. Sin duda, no merecían los españoles, por más que nadie esté libre de caer en debilidades personales, asistir a este capítulo final de una de las figuras públicas determinantes en la recuperación y consolidación de nuestra democracia, respetado y reconocido, y, hoy, envuelto en asuntos financieros de muy difícil explicación y de imposible justificación.
Y, sin embargo, como en casi todos los órdenes de la vida, las instituciones están por encima de las personas y no pueden juzgarse desde el estrecho prisma de la conyuntura, menos, desde el oportunismo de quienes desde otros proyectos políticos, legítimos o no, toman la parte por el todo y elevan a categoría la media verdad. Así, ni la Corona está en cuestión ni quien hoy la encarna al frente de la Jefatura del Estado puede ser objeto de reproche alguno. El Rey ha tomado todas las medidas que se consideró necesarias, algunas muy dolorosas desde el punto de vista familiar, en defensa del debido prestigio de la Institución que representa. Y Don Felipe VI lo ha hecho no sólo con una trayectoria personal impecable, que pretende ejemplar para el conjunto del cuerpo social, sino modificando el funcionamiento interno de la Casa Real con el fin de dotar de la mayor transparencia posible el desempeño de sus actividades. Así lo acaba de reconocer el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, desligando la peripecia de Don Juan Carlos de cualquier cuestionamiento político de la Monarquía parlamentaria. Creemos que es la posición que mantienen la mayoría de los ciudadanos, orgullosos de su Rey y para quienes no hay la menor preocupación por la forma que adopte la Jefatura del Estado.
No hay, pues, que dejarse aturdir por el ruido de fondo, casi a cajas destempladas, de quienes, como los independentistas, pretenden azuzar una falsa polémica y niegan conscientemente la realidad de un país que ve en la figura de Don Felipe VI uno de los pilares sobre los que se asienta el régimen de libertades. Con el esfuerzo de todos, sí, pero bajo la actual Corona consiguió España convertirse en una de las contadas democracias plenas que hay en el mundo. Y, como tal democracia, desde el imperio de las leyes, serán tratadas las actividades, cuando menos dudosas, que afectan a Don Juan Carlos, ausente de España y apartado desde hace ya dos años de cualquier responsabilidad pública.
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