Editoriales

La propaganda no para la sangría laboral

Las peores consecuencias de los errores del Gobierno sólo están aplazadas

La propaganda no para la sangría laboral
La propaganda no para la sangría laboralLuis TejidoAgencia EFE

Se hace muy cuesta arriba no relacionar el sorpresivo anuncio de los 11.000 millones de euros en ayudas económicas que hizo el presidente del Gobierno con las terribles noticias que llegan de la situación del mercado laboral. Si ya el hecho de que ni Pedro Sánchez ni ninguno de sus portavoces fueran capaces de explicar cómo se iban a articular esos fondos hacía sospechar que estábamos ante un nuevo ensayo del avezado sistema de propaganda gubernamental, los datos del desempleo en el mes de febrero, con un incremento del paro como no se veía desde 2010, en plena crisis financiera mundial, confirman lo que a todas luces no ha sido más que un movimiento preventivo.

Una vez más, la realidad se impone al, en el mejor de los casos, voluntarismo del Ejecutivo, que por razones nunca bien explicadas decidió optar por un modelo de ayudas indirectas para el sector productivo, de aplazamiento de obligaciones y recurso al endeudamiento, en lugar de seguir el ejemplo de los países de nuestro entorno. Podrá aducirse que nadie podía prever que las nuevas oleadas de la pandemia del coronavirus fueran a prolongar la situación de emergencia más allá de 2021, pero, con ser cierto, también lo es que cuando se hizo evidente lo que se avecinaba no se cambió de estrategia. Así, las consecuencias del error sólo han quedado aplazadas y las cifras de este pasado mes de febrero palidecen ante los pronósticos, incluso, los más optimistas.

Porque no es sólo que se haya superado la barrera psicológica de los cuatro millones de parados o que la afiliación a la Seguridad Social haya caído, en términos interanuales, en 400.000 trabajadores, es que un mes más ha subido el número de personas sujetas a un ERTE, hasta rozar los 900.000 casos, muchas de las cuales tienen pocas expectativas de volver a su actividad normal, especialmente, cuando necesariamente pierdan vigencia las moratorias de las quiebras o las empresas tengan que devolver los créditos ICO. Las asociaciones de autónomos calculan en trescientos mil el número de asociados que se verán obligados a bajar la persiana. Y no sólo en la Hostelería y el Turismo, porque, salvo en la Construcción, todos los sectores productivos están destruyendo empleo. Podrá nuestro Gobierno seguir tirando de eslóganes más o menos afortunados –«no se dejará a nadie atrás»–, tratar de trasladar las responsabilidades a las comunidades autónomas, la banca o los propietarios de pisos en alquiler; ampararse en el mantra de los fondos europeos o encomendarse a unas vacunas que no acaban de llegar en cantidad suficiente, pera nada de ello podrá parar la sangría de nuestro mercado de trabajo.