Editoriales

Nuestros Ejércitos no sólo viven de elogios

España sigue a la cola entre los países de la OTAN por sus inversiones en Defensa

Por segundo año consecutivo, los actos de celebración del Día de las Fuerzas Armadas han tenido que adaptar su formato a las circunstancias de la emergencia sanitaria, pero ello no resta un ápice a la realidad de una Institución que se encuentra entre las más respetadas y apreciadas por el conjunto de la sociedad española. Un reconocimiento ciudadano que se ha visto reforzado en el transcurso de estos largos meses de tribulación nacional, que han demandado un esfuerzo extraordinario de nuestros militares en una labor, la mayor de las veces callada, que han sabido afrontar con el rigor profesional y el espíritu de servicio que les caracteriza por encima de cualquier otra consideración. Así lo puso de manifiesto, ayer, el Rey, al confesar el orgullo que sentía por la «profunda identificación del pueblo español con sus Fuerzas Armadas» y desde la convicción de que España acabará por superar las actuales dificultades, avanzando todos unidos como el gran país que somos.

De ahí que no esté demás reclamar de nuestros gobernantes y de todas las instituciones del Estado un mayor compromiso con los hombres y mujeres que conforman nuestros Ejércitos y que cumplen abnegadamente con todos los servicios que la Patria les demanda, ya sea en auxilio y protección de las poblaciones locales afectadas por catástrofes naturales, incendios o, como en este caso, emergencias sanitarias, ya sea en complejas misiones en el exterior, muchas de ellas en primera línea de combate, en ejecución de los acuerdos internacionales contraídos por España y de los propios intereses de la nación. Porque es una realidad que nuestro país no cumple con los objetivos en inversiones de defensa marcados por la Alianza Atlántica para todos su socios, objetivos modestos, que suponen dedicar al gasto militar un 2 por ciento del PIB. De hecho, España se encuentra entre quienes menos dinero dedican a la Defensa, sólo por encima de Eslovenia, Bélgica y Luxemburgo.

Y no es justo seguir exigiendo a los militares que estiren el mantenimiento de unos materiales que han cumplido con creces su vida útil porque los programas de renovación sufren constantes retrasos por falta de voluntad política para incrementar las partidas presupuestarias. Hablamos de programas de armamento, como los futuros cazas embarcados en el «Juan Carlos Primero», los aviones de patrulla marítima, los equipos de comunicación y vigilancia por satélite, los blindados... que no es posible improvisar. Pero, también, del necesario entrenamiento y puesta a punto de las unidades. Por ello, hacemos esta reflexión en el día, precisamente, que la sociedad española reserva para reconocer el trabajo y el sacrificio de sus Fuerzas Armadas, que no sólo viven de elogios.