Editorial

Un Gobierno atrapado en sus líos

El decreto contra las eléctricas y el SMI agitan las tensiones internas del gabinete

Pedro Sánchez agita el fantasmón de la deslealtad y la dureza de la oposición, la peor de Europa, como no se cansa de repetir el presidente. El debate político conduce al tremendismo porque la estrategia y la imagen son hoy casi todo en el desempeño partidista. Hemos normalizado la anomalía que supone que el Ejecutivo ejerza el papel de oposición de la oposición. Pero más excepcional aún es que el principal y más dañino antagonista del socialismo gobernante sea su socio de coalición en una conducta convertida en estrategia encaminada a evitar a toda costa morir de éxito víctima de una cohabitación que lo fagocite. Es complicado hallar un proyecto de calado que no sea objeto de agria disputa entre los coaligados, que apenas disimulan sus desavenencias políticas que en algún caso parecen diferencias personales. La ínfima mayoría parlamentaria de Pedro Sánchez estaba llamada a ser una carga y su alianza con Unidas Podemos y el resto de la extrema izquierda e independentistas, un hándicap para Moncloa y un escenario terrible para el interés general de los españoles. Que un gobierno malgaste excesivas energías en templar las tensiones domésticas y en sellar las grietas es una fuente de zozobra que no nos podemos permitir. Y va a peor cuando se manifiestan de forma pública notorias contradicciones como ocurrió de nuevo ayer con el presunto acuerdo del Gobierno y las centrales sobre la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que Trabajo filtró en su pulso con Economía, desmentido por Calviño y Comisiones Obreras, mientras la ministra Reyes Maroto lo daba por bueno, felicitaba a los sindicatos y arremetía contra los empresarios. Un episodio sonrojante que se relativiza por ser uno de tantos. Si el SMI es un frente, el decreto confiscatorio contra las eléctricas es otro que ha abierto brecha en el gabinete con ministros disconformes con la iniciativa propia de las políticas intervencionistas de Unidas Podemos. De paso, tampoco ha gustado a un socio clave como el PNV. El desgobierno y la falta de liderazgo en asuntos clave en un tiempo crítico no generan confianza ni credibilidad dentro y fuera de nuestras fronteras. Es obvio que hay un gobierno formalmente, sobre el papel, pero dos identidades y dos proyectos que han pasado de los roces primitivos a los encontronazos corrientes. Sin una gobernancia firme, la deriva es peligrosísima y empeora una labor ya negativa y unas perspectivas sombrías. Sánchez debe escuchar a los ministros que se desmarcan y alertan contra los planes de Podemos.