Editorial

Alternativa real a la quiebra socialista

El Estado debe servir y no servirse de los españoles. Toca devolver el dinero a las familias

Que los españoles, según el FMI, sean, junto con los japoneses, los únicos ciudadanos de una gran economía desarrollada que finalizarán 2022 con una condición financiera aún más precaria que en 2019, antes de la pandemia, no responde a una mala jugada del destino. Tampoco se puede atribuir al infortunio que las estimaciones señalen a nuestro país con un crecimiento más perezoso, ese 4,8%, un punto menos que lo previsto tan solo hace tres meses y peor que la dinámica de la media mundial. Para este año Pedro Sánchez y su equipo económico vendieron una espectacular aceleración del 7% que nos habría hecho recuperar el terreno perdido con el covid. Moncloa ya ha anunciado que revisará ese pronóstico paranormal, que no se sostenía cuando fue planteado antes de la invasión de Ucrania. El argumentario de control de daños de Moncloa se parapeta en la guerra y demás desastres para explicitar todavía hoy que sus directrices económicas son garantía de éxito, admiradas en Europa, locomotora continental, las del consenso internacional y aquellas que han conseguido que ningún español se quede atrás a pesar de una oposición poco o nada colaboradora. Estamos ante una ocurrencia panfletaria de parte que carece de todo arraigo con esa realidad que sufren los hogares y las empresas. Para encapotar más esa tormenta perfecta el FMI dibujó ayer un porvenir de las cuentas del Estado pavoroso con déficit y deudas estancados en niveles inasumibles hasta incluso 2027. Hablábamos de que este panorama no era un devenir fortuito o producto de una contingencia como socialistas y comunistas esgrimen para apartar el cáliz de la responsabilidad. La mera comparación que cataloga de forma contumaz a España como la economía de peor comportamiento desnuda a una guía errada, que ha desperdiciado el caudal crediticio del BCE en políticas clientelares e improductivas que han derivado en precariedad, inflación disparatada y deterioro de las condiciones de vida, a las que han contribuido, claro, los elementos exógenos conocidos. Los españoles viven peor con Pedro Sánchez en la Presidencia. Las políticas de la izquierda, intervencionistas, confiscatorias y alérgicas a la libertad, han mermado el potencial del país y su capacidad de resistencia y recuperación. Pero hay alternativa, siempre la ha habido, que es en buena medida la que algunos aplican hoy dentro y fuera de nuestras fronteras para incentivar la actividad y socorrer a la gente con economías más dinámicas y no esclerotizadas. Esa orientación es la que alienta el plan de Alberto Núñez Feijóo, que pivota sobre una rebaja fiscal de entre 7.500 y 10.000 millones, con deflactación del IRPF e impuestos negativos para rentas mínimas, alivios tributarios para el transporte, la industria o la ganadería, entre otros sectores, recorte del Impuesto sobre Sociedades y menos IVA para la electricidad y el gas. Y que completa con la racionalización del gasto burocrático, el rediseño de los fondos europeos y las reformas estructurales. El Estado debe servir y no servirse de los españoles. Toca devolver el dinero a las familias.