Editoriales
La fiabilidad exterior de España,en cuestión
Como hoy publica LA RAZÓN, desde algunas cancillerías occidentales, aliadas en la OTAN, se está pidiendo aclaraciones sobre el alcance de la incorporación a la comisión de secretos oficiales, el órgano de control parlamentario de las actividades del CNI, de representantes de unas formaciones políticas, no sólo nacionalistas, de las que, por su trayectoria, se sospecha de vinculaciones con regímenes, como el Ruso, enfrentados a la Alianza Atlántica o, como el iraní, empeñados en su desestabilización.
En este sentido, parece evidente que las repercusiones internacionales del escándalo de las escuchas montado por los nacionalistas catalanes, que se pretende mantener en el tiempo mediante múltiples denuncias en instancias judiciales españolas y Europeas, ha influido en las suspicacias de nuestros socios, pero, también es cierto que en Washington nunca se ha visto con buenos ojos la incorporación al Gobierno de la nación de miembros de una izquierda radical comunista, que no se ha recatado a la hora de pedir el desarme de la OTAN y que, objetivamente, ha dado apoyo a países y movimientos hostiles a las posiciones y los intereses occidentales.
Hasta ahora, esa circunstancia, ciertamente anómala en nuestro ámbito geográfico, apenas tenía mayores repercusiones, pero tras la invasión criminal de Ucrania por parte de Rusia la situación ha cambiado totalmente y entra dentro de la lógica que se extremen las cautelas sobre la seguridad de la información que manejan los socios, de pronto, devenida en altamente sensible. Más aún, cuando España va a ser el anfitrión el próximo mes de junio de una cumbre de la Alianza Atlántica con dos puntos en el orden del día de importancia capital. Primero, el planteamiento de la estrategia general de la organización hasta el año 2030, y segundo, y mucho más importante, la coordinación de los planes de contingencia frente a la guerra ucraniana, que, por las informaciones conocidas, habrá entrado en un momento decisivo para esa fecha.
Ahora bien, y aceptando que algunas peculiaridades de la política interna española no acaben de ser bien comprendidas en el exterior, no creemos que nuestros socios puedan tener razones fundadas para cuestionar la fiabilidad y el compromiso de España en la defensa atlántica ni, mucho menos, en la voluntad de respaldar política y militarmente a Ucrania frente a Rusia. Pueden haberse cometido errores de comunicación o, incluso, traslucirse algún momento de vacilación, que, de todas formas, no sería exclusivo de nuestro Gobierno, pero los hechos que cuentan son los envíos reiterados de armamento y ayuda humanitaria, por no citar el propio viaje a Kiev del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Que los nacionalismos procuran el desprestigio exterior de la democracia española es cierto. Sólo queda trabajar para que no tengan el menor éxito.
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