Editorial

Una cumbre crucial en defensa de la libertad

El mundo está hoy en vilo y la guerra está aquí. De nuevo, división y bloques. La libertad no es una conquista irreversible. Hay que ganarla y defenderla

La cumbre de Madrid de la Alianza Atlántica se anunció como histórica y puede asegurarse que ha cumplido las expectativas singularmente en la firmeza y la voluntad de los socios en defensa de un proyecto común como es la democracia liberal frente a las amenazas cada día mayores. Lo mencionó el Rey cuando centró lo que se dirime en el tablero del mundo que es «la lucha contra la tiranía», que pone en cuestión la libertad y que está más presente tras la invasión de Ucrania. El nivel de entendimiento y la relevancia de los acuerdos han sido extraordinarios en su doble vertiente política y militar. La OTAN ha recobrado su antigua naturaleza de organización destinada a defender la integridad territorial de los países que la forman y su modo de vida tras décadas de letargo. El nuevo Concepto Estratégico de la Alianza, aprobado en Madrid y que establece pautas y parámetros de conducta y respuesta, ha focalizado los grandes objetivos que acapararán interés y esfuerzo por constituir un riesgo potencial para la seguridad colectiva. Rusia, en primer lugar y sobre todos los demás, después China y el flanco sur, África, con el expansionismo de Moscú y Pekín en el continente, sumado al fenómeno migratorio que presiona las fronteras y al yihadismo, que prende en tierras vulnerables, resultan desafíos reales sobre los que los aliados están obligados a desplegarse con los medios adecuados para contener y replicar los planes hostiles. Las nuevas tecnologías disruptivas, el ciberespacio, el terrorismo, la erosión del control armamentístico y el clima son otros retos en el horizonte. En una cumbre particularmente fértil, que ha evidenciado hasta qué punto los socios han interiorizado que vivimos tiempos críticos y que el hoy y el mañana, marcados por la guerra y la ambición de Putin, pueden depararnos pruebas duras y dolorosas, respaldaron multiplicar sus tropas en el este europeo en el marco del acuerdo para redimensionar la Fuerza de Respuesta de los 40.000 militares actuales a más de 300.000, los recursos adecuados para la operatividad militar de Ucrania y, con sobresaliente trascendencia, la invitación a Finlandia y Suecia a convertirse en miembros de la OTAN, después de que Turquía levantara su veto, con lo que representa de giro en el paradigma de los países nórdicos y de nueva frontera caliente con Moscú. El renovado liderazgo norteamericano, comprometiendo un notable aumento de sus fuerzas en Europa, significativamente decisivo en nuestro país y en tierras polacas, mide y expresa no solo el compromiso con el viejo continente cuando parecía haber definido sus prioridades en otras regiones, sino además la determinación de una potencia consciente históricamente de sus responsabilidades, y que ha sabido honrar el valor de la libertad con extraordinarios sacrificios. La OTAN ha proclamado que defenderá «cada centímetro de territorio aliado», pero esa literalidad no zanja el asunto de Ceuta y Melilla. Pese a todo, se han cumplido objetivos referenciales para España, especialmente los importantes acuerdos con Washington. El mundo está hoy en vilo y la guerra está aquí. De nuevo, división y bloques. La libertad no es una conquista irreversible. Hay que ganarla y defenderla.