Editorial
Chivo expiatorio para precios imposibles
Hay pocas cosas que desgasten más a un mandatario que el hecho de que las familias no puedan llegar a fin de mes
La izquierda puede presumir de diligencia para escurrir cualquier bulto y endosar responsabilidades propias a factores o elementos ajenos. Desde que se hicieron públicos en la mañana de ayer los escalofriantes datos sobre las subidas de los precios en el último mes de 2022, el Gobierno y sus socios desarrollaron y aplicaron el argumentario para cargar el muerto al sujeto propiciatorio de esa imposible cesta de la compra que ha empobrecido los hogares españoles. Yolanda Díaz culpó a las empresas sin medias tintas ni medio dato: «Hay alguien aquí que se está forrando». Aunque es predicar en el desierto con este gabinete y sus aliados, nos toca insistir en la anomalía democrática que supone lanzar improperios y acusaciones de ese tenor sin aportar la más mínima cifra más allá del exabrupto. Claro que el propósito nunca es alumbrar un reproche responsable y fundamentado, por ejemplo, con el específico detalle sobre los márgenes del sector de la distribución o, mejor aún, algo sobre los costes asociados a la producción, el transporte y la comercialización y su impacto en la cadena de valor, como el de también las materias primas y la energía. En el manual de este Ejecutivo, como en el de la izquierda política y sindical, la prioridad es orquestar la campaña inquisitorial con el siempre manido lema difama que algo queda. Por eso, Pepe Álvarez, líder de la UGT, atizó el fuego con una exigencia de multas disuasorias a grupos de distribución y petroleros para que «no sigan robando». En un Estado de Derecho, acusar a alguien de ladrón sin más, sin presentar al menos la correspondiente querella en los juzgados, debería conllevar consecuencias. En realidad, toda esa furibunda cacería criminalizadora contra un sector crítico, que se mantuvo firme y comprometido en lo peor de la pandemia, cuando el Gobierno de Sánchez y Díaz estaba superado por su propia ineficacia y negligencia, se corresponde con una burda operación de control de daños políticos. Hay pocas cosas que desgasten más a un mandatario que el hecho de que las familias no puedan llegar a fin de mes, que se empobrezcan, mientras la narrativa oficial cuenta que la crisis ha pasado. La inflación, el impuesto de los pobres, sacude a diario los ahorros de los españoles y deteriora la renta disponible en márgenes alarmantes. Diciembre fue un mes pésimo especialmente en la cesta de la compra, con una subida del 15,9%, y la inflación subyacente, (la más estable porque no tiene en cuenta alimentos y energía), en el 7%, la más alta desde 1992. Con el índice general en el 5,7%, el promedio fue del 8,4% en 2022. Es cierto que no existen remedios mágicos que reviertan de manera milagrosa este escenario calamitoso para las familias. Más que juicios sumarios, el Gobierno debe trabajar con el sector, buscar complicidades, aliviar regulaciones y cargas. Todo menos sopesar siquiera pócimas peronistas, las mismas que han duplicado la inflación argentina en un año al escalar al 94,8 % en 2022.
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