El Euroblog

El ocaso de Blair

La Razón
La RazónLa Razón

El Tony Blair que amasa fortunas pronunciando conferencias y asesorando a empresas alrededor del mundo y trabaja a favor de la paz en Oriente Medio está muy lejos de aquel joven político que ganó las elecciones británicas del 1 de mayo de 1997. Entonces, el líder laborista sedujo a la sociedad británica con su juventud y carisma. Sin embargo, ese dirigente, que logró acabar con dieciocho años de hegemonía conservadora tras renovar un Partido Laborista hipotecado por la influencia de los sindicatos, cavó su tumba política el 16 de marzo de 2003, cuando en compañía de George W. Bush y José María Aznar declaró la guerra al régimen de Sadam Husein.

La guerra de Irak contaminó los cuatro años que aún permaneció en Downing Street antes de ceder su puesto a Gordon Brown, y amenaza con perseguirle el resto de su vida. Lejos de reconocer algún error al declarar una guerra ilegal contra un país con argumentos que se demostraron falsos (presencia de armas de destrucción masiva y connivencia con Al Qaida), el ex primer ministro británico se empeña en justificar sus decisiones.

Así lo hizo hace una semana cuando acudió a declarar ante la comisión de investigación sobre Irak que se celebra en Reino Unido. No sólo no se arrepintió de seguir ciegamente los tambores de guerra de Bush, sino que aseguró que lo volvería a hacer. ¿Por qué esa pertinaz falta de autocritica?

Blair apoyó la intervención en Irak porque es un idealista. Piensa que Occidente está obligado a exportar, a la fuerza si es necesario, la democracia a Oriente Medio. En este esquema, claro está, el régimen de Sadam Husein debía ser eliminado del mapa porque, si realmente podía fabricar amas, era un rival real para la hegemonía de Israel en la región. Como resultado de aquella guerra, los iraquíes se han librado de un sátrapa, pero viven en un Estado débil en el que los terroristas matan a decenas de civiles cada día.

El fanatismo del lider laborista fue tan grande que llegó a ignorar las voces contrarias de diplomáticos y expertos y del millón de británicos que se lanzaron a las calles de Londres para decir "no"a la guerra. En opinión de Blair, la situación internacional había cambiado tras el 11-S y había que evitar cualquier riesgo contra la seguridad internacional, pero cada vez más pruebas apuntan a que el Gobierno británico ya perseguía un cambio de régimen en Irak antes de los atentados en Nueva York y Washington. Entonces, ¿miente Blair? Sí, miente y se niega a pedir perdón. La gran pregunta que queda en el aire es si el ex "premier"británico pasará a los libros de historias como el padre del Nuevo Laborismo o como el copatrocinador de la guerra de Irak. Por ahora va ganando la segunda opción.