Elecciones generales
El dilema de Sánchez: Ciudadanos o independentismo
El desplome de Podemos obliga al líder del PSOE a buscar el respaldo de Ciudadanos o de ERC si quiere ser investido en primera vuelta con mayoría absoluta.
El desplome de Podemos obliga al líder del PSOE a buscar el respaldo de Ciudadanos o de ERC si quiere ser investido en primera vuelta con mayoría absoluta.
Pedro Sánchez solo podrá ser presidente sin necesidad del respaldo del independentismo –que fue decisivo para decantar a su favor la moción de censura contra Mariano Rajoy– si logra doblegar la renuencia del líder de Ciudadanos apoyarle. Con el 99,90% escrutado al cierre de esta edición, al PSOE y a Podemos no les salen las cuentas para sumar la ansiada mayoría absoluta –que garantice la investidura de Sánchez en primera vuelta– sin el apoyo de ERC. Y es que a los 164 diputados que aúnan entre ambos no les basta con añadir los obtenidos por PNV (6), Coalición Canaria (2), Compromís (1) y el Partido Regionalista de Cantabria de Miguel Ángel Revilla (1). Sumando estos apoyos (que permitirían al líder del PSOE prescindir de los votos envenenados del partido de Oriol Junqueras o de JxCat), Sánchez se quedaría con 175, a solo un escaño de la mayoría absoluta (salvo un improbable cortejo a EH Bildu).
De ahí que para el presidente del Gobierno en funciones la posibilidad más segura para garantizarse su continuidad en la Moncloa en primera vuelta (cuando se requiere una mayoría absoluta de los votos de la cámara) pase por conseguir el apoyo de los 57 diputados del partido de Albert Rivera, quien sigue insistiendo en que el partido naranja estará en la oposición. Juntos alcanzarían los 179 votos, tres por encima de la mayoría absoluta. Pero para ello ambos deberían hacer de tripas corazón y orillar sus promesas de campaña. Rivera ha negado por activa y por pasiva que los votos de Cs terminen sirviendo para hacer presidente a Sánchez y el líder socialista, acuciado por Pablo Iglesias, terminó por zanjar la cuestión, sin demasiada convicción, eso sí.
Y es que esa alianza, la de los socialistas con la formación naranja, es la más temida por el líder morado, quien no en vano instó a Sánchez una y otra vez en campaña a que negara esa posibilidad. Hasta el punto de que en el debate en Atresmedia el cabeza de lista del PSOE llegó a escenificar lo más parecido a una negativa con freno y marcha atrás, descartando a regañadientes un apretón de manos con una formación a la que reprochó que se haya sumado al «cordón sanitario» a su partido.
Sánchez respira ahora aliviado porque, amén de su incontestable victoria (que le consolida como referente en la izquierda, ensanchando la distancia con Podemos de los 14 diputados de 2016 a los 81 actuales), el tablero electoral le permite, además, prescindir de recabar el voto independentista catalán a su investidura. Y más después de que en la campaña negase rotundamente haber pactado con ellos, con quienes incluso intentó marcar distancias con un inequívoco «no son de fiar». Ahora, con viento a favor, el líder socialista ya no necesitará de sus votos para seguir en la Moncloa. Tras cosechar en 2015 y 2016 los dos peores resultados históricos de su partido en unas generales, el PSOE se convirtió anoche en la lista más votada, aunque el desplome de Podemos (42 escaños frente a los 71 de 2016) frustra la coalición con la que soñaba Iglesias y, de paso, da a Sánchez una coartada para hacer un guiño a Ciudadanos y, al mismo tiempo, centrar su propuesta a ojos de la ciudadanía.
A PP, Ciudadanos y Vox, sin embargo, ni siquiera les queda el consuelo de echar mano de la calculadora. Sus réditos electorales se quedan a 27 escaños (incluyendo los dos de Navarra Suma, la alianza de UPN, PP y Cs en la comunidad foral) de la mayoría absoluta, sobre todo por el descalabro popular (de 137 a 66 diputados). De hecho, la irrupción de Vox ha mermado el botín de escaños del centroderecha. Populares y naranjas sumaron 169 diputados en las anteriores generales (trece más que los obtenidos entonces por socialistas y Podemos y sus confluencias) y, menos de tres años después, el tripartito de derechas se ha quedado veintidós escaños por debajo de esa cifra (pese a sumar más de once millones de votos, prácticamente los mismos que el bloque PSOE-Podemos).
Con un escenario tan fragmentado, los pactos postelectorales han estado muy presentes en la campaña. Los líderes políticos han ido dejando pistas sobre sus preferencias a la hora de anudar alianzas. Superadas sus desavenencias con Iglesias por el temor a ceder la hegemonía de la izquierda en favor de Podemos –un espantajo del que se ha desprendido con contundencia en estos comicios–, Sánchez se ha mostrado dispuesto a unir fuerzas con la formación morada si los números sumaban. Sobre todo, por las heridas que abrió en las filas socialistas el no a los presupuestos del independentismo, que todavía escuece en las filas socialistas. El número 1 del PSOE sabe, además, el peaje que ha tenido que pagar por llegar a la Moncloa con los votos de ERC, JxCat y Bildu. De ahí que, ahora que tiene la oportunidad, nada más lejos de su intención que reincidir.
Más ambiguo se mostró el presidente en funciones respecto a un pacto con Ciudadanos similar al frustrado de febrero de 2016, 200 medidas para investir a Sánchez al frente de un gobierno «reformista y de progreso» que, finalmente, se quedaron en papel mojado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar