Casa Real
1.096 días de Felipe VI
Tres años al frente de la Corona sellan el estilo de reinado de un Rey que se define a sí mismo como «constitucional». Sus prioridades: un estricto código de conducta, transparencia en las cuentas de la Casa, conexión con todos los sectores de la sociedad, mantener la unidad de España y potenciar el proyecto europeo
Tres años al frente de la Corona sellan el estilo de reinado de un Rey que se define a sí mismo como «constitucional». Sus prioridades: un estricto código de conducta, transparencia en las cuentas de la Casa, conexión con todos los sectores de la sociedad, mantener la unidad de España y potenciar el proyecto europeo
Hoy puedo confirmar, y lo celebro, que comienza el reinado de un Rey constitucional». Esta declaración de intenciones, que puede parecer evidente, marcó el inicio de un reinado con un carácter propio muy distinto del que marcó los primeros pasos de su padre. No porque Don Juan Carlos no fuera constitucional, sino básicamente porque su reinado comenzó previamente a la redacción de la Carta Magna de 1978, por lo que podía tener gestos como destituir a Carlos Arias Navarro como Jefe de Gobierno y nombrar a Adolfo Suárez, algo que Felipe VI no puede hacer legalmente. Este aspecto es crucial para entender por qué Don Juan Carlos lideró la Transición y Felipe VI no ha querido hacerlo en la «segunda» que hemos vivido en el bloqueo político. Con este principio de fondo, los tres años de reinado de Don Felipe se podrían dividir en una etapa inicial para devolver la confianza a los españoles en la Corona, una segunda definiéndose como máximo representante de los españoles durante la coyuntura política del año pasado, y una tercera de sutil recuperación de los valores de la Corona, normalidad familiar y potenciación de la apertura de España al exterior.
Nada más llegar al Trono, Don Felipe entendió que había que virar el timón ante una sociedad defraudada por la corrupción en las instituciones y con la imagen de la Jefatura del Estado en continuo suspenso en las encuestas nacionales. En definitiva, levantar el ánimo y la confianza del país en sus representantes públicos. «La Corona debe preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente», sentó las bases de su reinado. La Casa del Rey, con Jaime Alfonsín a la cabeza, se encerró tras los muros de La Zarzuela para desarrollar una batería de medidas enfocadas hacia la mayor transparencia posible para acercar la Casa a los ciudadanos. Entre ellas, someter las cuentas de la Casa del Rey a una auditoría externa, publicar las retribuciones de sus altos cargos o la ejecución presupuestaria. Dentro de las iniciativas de mayor calado, Don Felipe prohibió que los miembros de la Familia Real acepten regalos que superen la cortesía para impedir que comprometan sus funciones, y fijó un código de conducta que garantizara ejemplaridad y honradez. Con el fin de evitar una nueva versión del «caso Nóos», estableció que ningún miembro de la Familia Real podría desarrollar una labor profesional más allá de sus propias funciones. Sólo faltaba el discurso de Navidad para cerrar los seis meses de reinado y un año en el que, aseguró, «disfrutamos de una estabilidad política como nunca antes en nuestra historia».
Cómo iba a pensar mientras pronunciaba esas palabras que un año después España se enfrentaría a una crisis política sin igual en la que un movimiento en falso de la Casa podría tener consecuencias devastadoras para la imagen de la Corona, y los españoles no estaban para segundas oportunidades. Felipe VI se enfrentó a una coyuntura política en su «debut» como Rey, al igual que Don Juan Carlos, sólo que al revés: el Rey Emérito lideró la consolidación del sistema bipartidista democrático, mientras que Don Felipe afrontó la descomposición de ese sistema con el afloramiento de nuevas fuerzas políticas que tenían que encajar apoyos entre sí como si de un Tetris se tratara para formar gobierno. 2016 fue un año difícil para Don Felipe, que se enfrentaba a la sombra del pasado de su padre, ya que ambos se enfrentaron a una coyuntura política determinante recién «sentados» en el Trono. Don Felipe «debutó» en un estilo completamente distinto al de Don Juan Carlos. Mientras que el Rey Emérito se definió como el conductor del proceso de la Transición, el Monarca no quiso liderarlo, ni que trascendiera la posible influencia que tuviera en los candidatos políticos durante las cinco rondas de consultas que tuvo que asumir. Por poner un ejemplo directamente comparativo, mientras que «en tiempos» de Don Juan Carlos tras las reuniones los parlamentarios hablaban en suelo de Zarzuela, Felipe VI decidió que lo hicieran en el de la Cámara Baja para reforzar el mensaje continuo que se lanzó desde la Institución de que «el Rey reina, no gobierna». Si es cierto que antes de las primeras elecciones democráticas el Rey Juan Carlos tenía más capacidad de movimiento que Don Felipe, la forma de reinar del Jefe del Estado dista mucho del «¿Por qué no te callas?», de su padre. Este escrupuloso estilo le valió muchos adeptos al «felipismo», pero también algunas voces críticas que le achacaban no ser capaz de manejar la situación para dar una salida a su país. En los círculos de Zarzuela no hacían caso: «Ha quedado demostrado que las instituciones funcionan», decían con satisfacción. El ánimo dentro de la Casa del Rey era de máxima tensión, cualquier movimiento era analizado con lupa y no podía ser en falso. La Monarquía se jugaba tanto como su credibilidad, máxime cuando los partidos de corte republicana como Podemos podían salir vencedores en las generales. Don Felipe llegó a reconocer en alguna ocasión su deseo de que su papel estuviera más definido en la Carta Magna, ya que la ambigüedad y sus términos generales generan interpretaciones distintas.
En el aspecto que sí está perfectamente regulado es en el que le reconoce su misión de ser el «garante de la unidad de España». El Jefe del Estado se ha manifestado no en pocas ocasiones en contra del secesionismo catalán, y de forma contundente. En su primer discurso de Navidad mencionó directamente a Cataluña, algo que no solía hacer Don Juan Carlos, a quien había que leer entre líneas. Pero tanto uno como otro no han guardado silencio: el último gesto del Rey Padre en su reinado fue publicar una carta en la web asegurando que «no es tiempo de alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas» en referencia a las pretensiones independentistas del entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas. En estos tres años de reinado, los movimientos más significativos de Don Felipe han sido cuando Mas amenazó con avanzar en sus planes ilegítimos de independencia y el Monarca, en un acto celebrado en La Caixa, pronunció un duro mensaje en el que advirtió de «que nadie dude de que la Constitución prevalecerá», para tranquilizar a la sociedad. Otra respuesta en toda regla fue no recibir a la presidenta del parlamento catalán, Carme Forcadell, en el Palacio de la Zarzuela después de que ella llamase a la Casa del Rey para anunciar su intención de desplazarse a Madrid para comunicar oficialmente al Rey la elección de Carles Puigdemont como nuevo presidente de la Generalitat. La réplica por parte de la Casa del Rey fue que con una notificación por escrito sería suficiente. Un desplante tuvo lugar después del desafío a la ley que tuvo el parlamento catalán al aprobar la declaración de independencia. Más recientemente, en la última visita de Puigdemont a Madrid, éste le achacó no ser capaz de defender aquello que expresó en una visita a Cataluña de que «la democracia expresa sus proyectos en las urnas». Al día siguiente, el Jefe del Estado viajó a la Comunidad y se esforzó en que su saludo a Puigdemont se notase frío y distante.
Aunque existen estas preocupaciones por la unidad de España, que sus más allegados aseguran que las siente muy dentro de sí, Don Felipe se ha quitado de encima un lastre que arrastraba desde los inicios de su reinado: el «caso Nóos». Don Felipe tuvo que tomar una dolorosa decisión: anteponer la Corona a su hermana, y al año de su proclamación tomó la decisión de revocar al matrimonio Urdangarín el título de duques de Palma. Un proceso judicial abierto desde el reinado de Don Juan Carlos y que el entonces Jefe de la Casa del Rey definió como un «calvario» por la lentitud del proceso. El 17 de febrero de este año, las tornas giraron con la sentencia que exculpó a la Infanta Cristina.
Aislado este asunto, la prioridad del Monarca en la actualidad es abrir la Corona al exterior tras la parálisis político y potenciar la confianza en el proyecto europeo, tras la salida de Reino Unido de la Unión Europea. Uno de los viajes más relevantes tras la investidura de Rajoy fue el que emprendió a Arabia Saudí a principios de año, así como el viaje de Estado a Japón, que también tenía fines empresariales. Pese a que Don Juan Carlos sí llevaba empresarios dentro del avión, Felipe VI se ha mantenido fiel a su intención de mantener una total independencia y viajan por su cuenta. Tampoco los periodistas lo hacen, mientras que en los últimos años del Rey Emérito, sí. Sin lugar a dudas, el viaje que llevan tiempo preparando con más intensidad es el que realizarán a Reino Unido. Una visita que tuvo que suspenderse en 2016 debido al bloqueo político, y que por fin podrán recuperar los días 12 y 14 de julio. Marruecos y Brasil también han cursado invitaciones a Don Felipe y a Doña Letizia para una visita de Estado, pero aún no hay fecha señalada. Con las encuestas demostrando que la aceptación de Don Felipe es general, el Jefe del Estado está reivindicando la simbología monárquica. Hace unos meses, el matrimonio argentino Macri visitó oficialmente España, y por primera vez, la recepción no fue en el Palacio de El Pardo, sino en el Palacio Real, por decisión de Felipe VI. ¿El motivo?Dotar de mayor relevancia y solemnidad a estas «bienvenidas» oficiales y poner en valor el patrimonio histórico monumental –El Rey lleva tiempo queriendo dar vida nuevamente al Palacio que fuera residencia de la Familia Real hasta Alfonso XIII, ya en su primer discurso de Navidad eligió el salón del Trono, como «símbolo de la grandeza de España»–. En Zarzuela se respiraba la importancia que tenía para la Casa esta visita y que fuera bien «aireada» en los medios de comunicación. Al mundo de la Corona lo envuelve por esencia cierto hermetismo, por lo que son los detalles los que hablan, y no en vano la Reina lució durante la cena de gala una de las joyas más llamativas del ajuar Real: una tiara de flores de lis, que fue propiedad en su día de la Reina Victoria Eugenia. Doña Letizia rescató del armario un rotundo símbolo monárquico que quiso hacer protagonista acompañándolo con un elegante y sobrio vestido oscuro. Terminado el viaje de Estado del presidente argentino y su mujer, Don Felipe viajó después a Cataluña para presidir el Congreso de móviles 2017. Y, nuevamente, el Monarca recuperó un escenario regio para celebrar el lunes una serie de audiencias: el palacete Albéniz de Barcelona, al que la Familia Real apenas ha recurrido para desarrollar su agenda oficial: la última vez, en 2014, para celebrar la cena del mismo congreso, y anteriormente, con motivo de la reunión del patronato de la Fundación Princesa de Gerona en 2012. Esta fundación, así como la de Asturias, son las «niñas mimadas» de los Reyes. Es un ámbito puramente suyo. El objetivo de las fundaciones es la promoción de los valores científicos, culturales y humanísticos que son patrimonio universal y consolidar los vínculos existentes entre el Principado de Asturias y el título que tradicionalmente ostentan los herederos de la Corona de España. Anualmente, durante la entrega de los premios a aquellas personas que hayan realizado una destacada labor profesional, Don Felipe pronuncia un discurso: el único que no cuenta con la intervención del Gobierno. Se dice que el de Navidad también corre sólo a cuenta de Zarzuela, pero no es cierto.
En nuestras fronteras, Los Reyes han reemprendido sus recorridos por las comunidades de España, en las que visitan los pueblos y conocen sus costumbres de primera mano: unas «tomas de contacto» que potencian su acercamiento a la sociedad. Canarias la última región que visitaron donde, como es habitual, se vio a los ciudadanos agolpados en las vallas para estrechar sus manos.
Sin duda, otro paso muy significativo que está dando Felipe VI es el de potenciar la imagen pública de unidad familiar. Una actitud compartida por Don Juan Carlos, que cada vez tiene mayores apariciones públicas dentro de la agenda oficial. La última imagen la tuvimos el miércoles de esta semana, en el premio que la Asociación hispano-francesa Diálogo concedió al Rey Padre por su labor en el fortalecimiento de las relaciones entre España y Francia. Un acto muy importante para Don Juan Carlos, en el que Doña Sofía estuvo presente, como es habitual últimamente. Quizá el día más significativo fue el funeral de Alicia de Borbón–Parma, tía del padre de Don Felipe, al que asistieron las hermanas del Jefe de Estado, la Infanta Elena y la Infanta Cristina: toda una declaración de intenciones esta aparición pública, en la que no pasó desapercibida la fría indiferencia ante las cámaras que le dispensaron tanto Don Felipe como Doña Letizia, transmitiendo distanciamiento institucional, mientras que el saludo de Don Juan Carlos fue el de un padre, que ya no está en la primera línea de juego, a su hija. Saludo frío de los Reyes, pero toda la familia junta. Tampoco fue baladí que en el aniversario de boda de Don Felipe y Doña Letizia el pasado 22 de mayo, que coincidió con el 40 aniversario de la Fundación Reina Sofía, hubiera «póker» de Reyes. Don Juan Carlos estuvo especialmente atento con su mujer, a la que aplaudió hasta ponerse de pie cuando terminó de pronunciar su discurso.
El acercamiento más importante que ha tenido Don Felipe ha sido hacia su padre. Públicamente. El día 2 de este mes, en el tercer aniversario de la abdicación, el Rey quiso homenajear a su padre participando juntos en un emotivo acto en Pontevedra clasificado en una de las áreas más importantes de ambos Reyes: la militar. El Rey es capitán general de las Fuerzas Armadas, y Don Juan Carlos también, en la reserva. Con motivo del 300 aniversario de Guardiamarinas, se visitieron con el uniforme de gala, embarcaron en el buque «Torpedo» y asistieron al homenaje por los caídos. Su fuerte vinculación con el Ejército quedó demostrada cuando no dudaron en entonar muy solemnemente la salve marinera. «Agradezco tu deseo de venir hasta aquí para acompañarnos en un día tan especial», se dirigió a Don Juan Carlos, «que coincide con el tercer aniversario desde que anunciaste tu decisión de abdicar la Corona tras 39 años de servicio. Gracias, Majestad», le dedicó este mensaje el Rey en sus palabras.
Recordar el pasado para continuar hacia delante. «Libertad, democracia, reconciliación y concordia son el mejor camino para convivir», recordó en su cuenta de Twitter el Jefe del Estado al cumplirse el pasado jueves 40 años de democracia. «El pueblo español eligió libertad, democracia, reconciliación y concordia. No hay mejor camino para convivir y progresar día a día». En defintiva, Felipe VI se presenta a sus ciudadanos como un Jefe del Estado que busca establecer su propio sello y adaptar su reinado a los tiempos actuales sin olvidar los valores que hicieron posible el funcionamiento del sistema democrático que impera en nuestros días, como el que ayudó a trazar Don Juan Carlos durante la Transición.
Un Monarca que no tiene previsto abandonar, como él mismo se comprometiera a hacer al cumplirse los 1.000 días de reinado. «Es una carrera larga, un compromiso de larga duración y sin duda queda por delante mucho tiempo en el que solamente puedo comprometer o prometer continuar con el esfuerzo que merece estar al servicio del Estado y de todos los españoles». Palabra de Rey.
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