Coronavirus
Los otros soldados del coronavirus
La lucha contra el coronavirus se libra en los hogares pero también en los hospitales, farmacias y escuelas en la distancia. LA RAZÓN analiza con distintos perfi les de la sociedad cómo está trastocando nuestros hábitos
GUILLÉN DEL BARRIO / ENFERMERO
“Están siendo unos días duros. No podemos hablar de colapso, pero sí es cierto que hay saturación en algunos centros”
Los casos de coronavirus crecen de manera exponencial y sin control en España desde que se conoció el primer caso en nuestro país el pasado 31 de enero. Fue aproximadamente a partir del 25 de febrero, coincidiendo con la detección de los primeros positivos en la Península, cuando el incremento ha sido más acentuado. De hecho, Pedro Sánchez aseguró el viernes que los casos podrían llegar a los 10.000.
Con la llegada del coronavirus, las urgencias de los centros sanitarios están recibiendo un goteo constante de personas que piden ser atendidas creyendo estar infectadas, una situación que está alterando la rutina de atención de los pacientes que llegan a Urgencias ante la necesidad de identificación de los enfermos. Uno de los centros hospitalarios que está recibiendo más afluencia es el de la Paz, referente en enfermedades peligrosas contagiosas.
Guillén del Barrio, enfermero y miembro del sindicato MATS, asegura a LA RAZÓN que en las urgencias «seguimos el protocolo de triaje establecido. Da igual qué enfermedad sea. En este caso, si la gente muestra indicios de que pueda tener coronavirus se toman unas precauciones especiales y se lleva a una sala de espera separada de los paciente que no tienen ningún síntoma de él», explica. De hecho, los profesionales – personal de urgencia, enfermería y medicina– que trabajan en este público madrileño tienen formación en el tratamiento de este tipo de patologías, unos conocimientos que «se han ampliado a cuidadores, celadores y limpieza».
Guillén trabajó durante la noche del miércoles al jueves de la semana pasada durante diez horas atendiendo junto con una enfermera técnicos a 14 pacientes con coronavirus. Precisamente, fue durante esa madrugada cuando se habilitó un gimnasio para atender a los pacientes que acuden a urgencias con cuadros leves del virus. Allí se instalaron sillones con el fi n de dar cabida a más personas ante la gran afluencia registradas. «Están siendo unos días duros porque esto evoluciona por horas y hay un refuerzo insuficiente», aunque asegura que «no hay colapso porque los hospitales no son como los puentes, que si soportan demasiado peso se hunde y no se pueden usar. Un hospital siempre va a seguir funcionando porque para que colapse se tiene que ir la luz y agotar el gasóleo. Tenemos que distinguir entre colapso y saturación», concluye De Barrio
RAÚL PAÑOS/ PROFESOR
“Los alumnos, al principio, se tomaron el coronavirus como una gracieta hasta que empezaron a crecer los casos”
El pasado martes, sin aviso previo, la Comunidad de Madrid decidió cerrar todos los colegios de la región. Una medida que se aplicó en todas las etapas educativas a partir del día siguiente y que tendrá una duración de al menos 15. El Gobierno optó por esta decisión después de que la cifra oficial de contagiados se triplicara de 202 a 578 y el número de fallecidos pasase de ocho a 17 en apenas 24 horas. Era el preludio de una serie de medidas que llegarían después y que concluirían con la declaración del estado de alarma en todo el país. No fue hasta el jueves, pasados dos días, cuando los profesores empezaron a recibir las directrices para planificar su trabajo.
Raúl Paños es profesor de dibujo técnico en el madrileño colegio San Agustín y cambió sus clases presenciales por telemáticas a raíz del decreto de la Comunidad de Madrid. Tras el «desconcierto» inicial que produjo la medida, tuvo que presentar un plan de estudio para las dos próximas semanas que tendrán que completar sus alumnos, con las difi cultades que conlleva dar clases a distancia. «Tanto la comunicación como las clases se realizan a través de una plataforma y de sus herramientas. Se trata de clases de refuerzo y, en ningún caso, de ampliar material», explica. Según reconoce, es una labor muy personalizada que implica también un mayor esfuerzo para el profesorado porque en vez de impartir clases colectivas, de la noche a la mañana, son individualizadas. Además, subraya que algunos alumnos decidieron marcharse de la capital a sus pueblos con su abuelos y que allí no disponen de los materiales necesarios para hacer los trabajos. Esta situación genera otra preocupación, ya que tendrán que presentarlos en algún momento. En su centro no está, por el momento, implantada dicha modalidad de enseñanza. Hasta que se cerraron todos los colegios, solo «se realizaban ciertas comunicaciones puntuales» a través de esta plataforma.
Reconoce que no todos los alumnos se han tomado igual la suspensión de las clases. «Al principio, cuando empezaron a circular las noticias sobre el coronavirus, los niños se lo tomaron como una gracieta. A medida que la preocupación fue en aumento también lo fue la suya. Especialmente, para los de último grado, que están pendientes de si se cancela o no la Evaluación para el Acceso a la Universidad». Es un desconocimiento, una incertidumbre añadida para los estudiantes que ha generado la aparición del coronavirus en España.
ROSA RUBIO / FARMACÉUTICA
“Los proveedores están subiendo los precios. Tenemos que buscar para poder ofrecer unos razonables a los clientes”
Las farmacias viven estos días como preapocalípticos. Nunca antes se habían visto tan desbordados como ahora. Si ya se habían quedado sin mascarillas en el mes de enero cuando estalló la epidemia del coronavirus en Wuhan, ahora, el miedo y la psicosis al contagio en España está provocando que se agoten los geles desinfectantes, los termómetros, el alcohol y el paracetamol. Rosa Rubio, farmacéutica y propietaria de Farmacia Contigo de Madrid, está esperando a que los almacenes le suministren geles desinfectantes y mascarillas. «Estamos viviendo días de auténtica locura. Los proveedores además están subiendo los precios y ofrecen estos productos a un coste desorbitado. Si antes adquiríamos las mascarillas de papel por 60 céntimos, ahora nos las venden a nosotros a cuatro», asegura. «Tenemos que ir buscando entre diferentes proveedores que tengan el producto a un precio razonable», insiste.
En su establecimiento, el trasiego de gente es constante. Las farmacias están colaborando más que nunca, doblando turnos y descansando poco. «No tenemos tiempo para organizar los pedidos y colocar los productos en el almacén. Estamos toda la jornada de cara al público». Ante esta crisis, recomienda que nos lavemos las manos continuamente con agua y jabón y que la utilización de los geles hidroalcohólicos se limite a la calle. Gestos que ayudarán a evitar que se propague el virus. En el mostrador se puede leer un cartel en que se pide a la clientela que guarde un metro y medio de distancia, y algunas de las farmacéuticas llevan guantes de látex para protegerse. «Cada vez que atendemos a un cliente nos echamos gel desinfectante. Además, estamos continuamente desinfectando el mostrador, los teclados del ordenador y el datáfono», describe. Según reconoce, la gente acepta las medidas sin rechistar, ya que «está concienciada de que hay que tomar estas pautas por el bien colectivo».
Sin embargo, Rubio muestra su preocupación por si todo esto no es suficiente para evitar el contagio de la plantilla. No en vano, las farmacias son para muchas personas el primer lugar de consulta y al que acuden cuando se encuentran mal. En los últimos días están detectando cada vez más casos de enfermos crónicos que necesitan renovar su medicación y no pueden hacerlo debido a la situación en los Centros de Salud, y concluye que deben tomarse medidas para asegurar el acceso a los medicamentos de estos pacientes, o de los contrario pueden empeorar.
JORDI TÀPIES / DESINFECTADOR
“Nuestros compañeros en Italia y Singapur nos avisaron de que crecería la demanda e hicimos acopio de desinfectantes”
Hay un dicho que afirma que en cada crisis hay una oportunidad. La del coronavirus está siendo un gran negocio para las empresas de desinfección. Las llamadas y la petición de presupuestos no deja de aumentar. En algunos casos el trabajo ha aumentado hasta un 300% y han tenido que doblar turnos. Su tarea consiste en nebulizar agua con desinfectante para que esas gotitas lleguen a cuantos más sitios, mejor. Ante la crisis y las medidas decretadas por las autoridades, las empresas se frotan las manos. Jordi Tàpies, director técnico de Anticimex, asegura que «estamos trabajando mucho más en desinfección de lo que es habitual. El porcentaje es elevado, pero estamos dejando de realizar otros servicios, priorizando aquellos que son más importantes para la salud pública».
Para llevar a cabo estas tareas usan los productos desinfectantes que aconseja el ECDC (European Centre for disase Prevention and Control) y que además están homologados en España por el Ministerio de Sanidad. «La efectividad de los desinfectantes sobre el virus es muy alta, en todo caso el factor limitante puede ser el no llegar a aquellas superficies que queremos tratar. En el caso de las tratadas, la efectividad es total». Ofi cinas, comercios, centros comerciales, transporte... no paran aunque se niegan a dar nombre por la protección de da tos. «Solo en la jornada de ayer un solo técnico llevó a cabo 9 trabajos y en la plantilla contamos con 45», aunque no todos se dedican a desinfectar. El caso de Anticimex, compañía de origen sueco, refleja el grado de preocupación de la sociedad y los organismo públicos.
En su caso, cuenta con sedes tanto en Asia como en otros países de Europa, una características que les hizo, en cierto modo, preveer la situación. «Los compañeros de Singapur fueron los primeros en ver la demanda y comentaron que se extendería a otros países. En Italia también están desbordados», describe. Es por ellos que hicieron acopio y, pese a que algunos sectores están saturados, cuentan con stock suficiente. El trabajo que realizan consiste en nebulizar una mezcla de agua y desinfectante con ayuda de unos aparatos en gotitas de entre 10 y 25 micras (una micra es la milésima parte de un milímetro). Una vez aplicado, es necesario esperar tres horas antes de volver a acceder a la habitación desinfectada y después, con toda seguridad, estará en un espacio libre de virus y bacterias
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