Sabino Méndez

Pros y contras

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez
El presidente del Gobierno, Pedro SánchezPaul WhiteAgencia AP

Desde siempre, la expresión «hacer balance» ha significado sopesar, colocar en una lista los «pros» y los «contras» para contrastar. Lo que hizo ayer Pedro Sánchez puede llamarse de muchas maneras, pero no «balance». Solo habló de supuestos «pros» y no citó ninguno de los más importantes «contras» que nos aquejan. No mencionó el varapalo del TC al estado de alarma, ni los fallos de coordinación con las autonomías en los toques de queda, ni los problemas con la renovación del CGPJ, ni los indultos y la indulgencia, ni la ausencia de su sostén Aragonés en los foros de diálogo de todos. Solo consignó los datos de vacunación (que son buenos) y, a partir de ahí, para no tener que mencionar los abundantes «contras», se embarcó en una curiosa deriva numérica que todos detectamos instantáneamente como unos de esos ejercicios del presidente para huir de la realidad con nuevas palabras inventadas, títulos rimbombantes y luego, como siempre, nada.

Intentó trasladarnos una jerga de cifras innecesaria en la que decía que iba a proponer 170 nuevos compromisos a la sociedad. Según él, se habrían cumplido ya un 38,1% de los antiguos. No detallaba ni uno de esos supuestos «compromisos», pero nos decía que estaban «activados» sin explicar en qué sentido. Era como si, partiendo de las estadísticas de vacunación, nos quisiera hacer creer que el Gobierno resulta un 41,6% moralmente superior a sus críticos. Una especie de grosera estadística de la moral. No fue esa la barbaridad más gorda. Le oímos decir que su Gobierno había hecho leyes que creaban «nuevos derechos». ¿Nuevos derechos? Caray. Gran noticia desde la Ilustración y la Revolución Francesa; me conformaría con menos. Hablaba de derechos que ya existían. Su Gobierno lo que intenta hacer es reglamentaciones que los garanticen de una manera más efectiva desde su punto de vista.

Cuentas de verdad hubo muy pocas. Ni estadísticas comparativas de paro, ni cifras de crecimiento, de PIB, de fallecidos, ni previsiones de ocupación de UCI o tests de estrés de nuestro sistema sanitario. El momento más patético llegó cuando afirmó que sus logros eran un nuevo ciclo de nuestra historia, cuando en realidad todos visualizábamos un pobre Gobierno de coalición en minoría con un presidente guapísimo. Dijo una cosa cierta: «El virus sigue amenazando nuestra forma de vivir». Efectivamente, el virus del populismo y la superficialidad.

Por suerte, lo que da la medida de que nuestra democracia está muy viva fueron las preguntas de los periodistas. Hasta los más afines se mostraron estupefactos de que el presidente no hubiera mencionado las cuestiones palpitantes y se las preguntaron todas. Sánchez solo supo contestar que la vacunación marchaba muy bien y que el futuro iba a ser de color de rosa, porque nos iba a dar mucho dinero un pariente rico.