Opinión

Gobernar con tu enemigo

La ruptura se podrá disfrazar, pero ya parece como definitiva

Los dirigentes de JxCat, Josep Rull y Damià Calvet, ayer en Barcelona.
Los dirigentes de JxCat, Josep Rull y Damià Calvet, ayer en Barcelona.Alejandro GarcíaAgencia EFE

El independentismo ha fracasado de forma estrepitosa. Acumula errores, broncas y enfrentamientos en el Govern. En el de Aragonés, pero también en el de Torra. El motivo porque gobernar con tu enemigo no es la mejor fórmula, sobre todo si siempre está en juego quién dirige al movimiento independentista. Aragonés ganó las elecciones y está dispuesto a no perder la dirección sometiéndose a las esotéricas propuestas de Junts. No es baladí esta afirmación porque por primera vez en años, ERC marca una impronta al margen de las críticas de Junts. Parece que el complejo de Edipo se ha acabado en los republicanos.

Las fórmulas para poner fin a la crisis son variopintas, sin embargo, solo hay una real: que los independentistas se den cuenta que sus posturas irreconciliables hacen imposible un gobierno efectivo. Cataluña no está para fiestas y los catalanes tampoco. Hay hartazgo, y frustración sobre todo en el mundo independentista. Alargar la mala relación entre ERC y Junts es la peor receta para una Cataluña que está perdiendo liderazgo en España, y en Europa.

La ruptura se podrá disfrazar pero ya parece como definitiva. Es imposible que ambos se avengan a unos parámetros racionales porque siguen en su pugna y porque unos, Junts per Catalunya, se sienten como legítimos representantes de los independentistas, pero no se han dado cuenta de que solo de los más radicales. Puigdemont no ha abierto la boca. Se está reservando para su intervención el sábado en la manifestación que ha convocado su chiringuito particular, el Consell de la República. No augura nada bueno esta intervención para Pere Aragonés. Ni siquiera la visita de Xavier Trías a Bruselas le hará ser más pragmático porque Puigdemont sabe que el pragmatismo es su tumba política. Está más cómodo en la épica del procés, aunque el procés está dando sus últimos estertores del moribundo. No se acaba el independentismo, que nadie haga malas interpretaciones más allá del Ebro, pero el experimento que nació con la mayoría absoluta del PP y la crisis económica del 2008 ha muerto.

Lo mejor que podría pasar es que Junts saliera del Govern y se fuera a la oposición. Que se acabara el docudrama, y que al menos el Govern intentara gobernar alcanzando acuerdos con los grupos parlamentarios. Eso se llama hacer política. Lo que está pasando ahora es de todo menos política: es la degradación de un país. Y todavía no se han dado cuenta.