Procés
Motivos para dejar de ser nacionalista
Un libro recoge el testimonio de nueve catalanes que abandonaron las tesis independentistas
Las señales del declive del independentismo son más que evidentes (desmovilizado, dividido, sin estrategia...) y el «procés» está en fase terminal. Esta sensación de debilidad que transmite ahora el nacionalismo catalán es prácticamente un oasis en los últimos 40 años, desde que regresó la Democracia a España: hasta ahora, había conseguido generar un clima dominante en Cataluña, en el que ir en contra de sus tesis y los elementos identitarios catalanes (como la lengua) podían pasar factura socialmente. El libro «Por qué dejé de ser nacionalista» (LibrosLibres) recoge el testimonio de nueve catalanes que fueron nacionalistas y dejaron de serlo. Tres de ellos han sido consultados por este diario.
El primero es Miquel Porta Perales (Badalona, 1948), ingeniero de formación: creció en un ambiente «sociocultural catalán», tanto familiarmente como a nivel de amistades, lo que le acabó «contaminando» de nacionalismo y llegó a ir a la manifestación de la Diada de 1977. Se impregnó de más nacionalismo leyendo a los referentes intelectuales (Almirall, Vandellós o Maragall). «Más que ser nacionalista, solo coqueteé», minimiza.
Su punto de inflexión llegó a mediados de los 80, cuando abandonó sus tesis porque despreciaban a los recién llegados de otras zonas de España. «Desde que tenía uso de razón, me fijé que en casa había una pintada en una pared que ponía fuera charnegos. Conforme vas creciendo, vas pensando que falla algo: luego fui percibiendo el supremacismo de los que hablaban en catalán. Un catalanismo-nacionalismo que trataba con displicencia a los murcianos, a los que no eran catalanes. Los clásicos (intelectuales) del nacionalismo hacían unas valoraciones durísimas del charnego. Como si el nacionalismo fuera un virus, me generó anticuerpos», expone.
El segundo es Albert Soler (Gerona, 1963), popular columnista en Cataluña por sus críticas ácidas al independentismo. Bromea y dice que tiene «80 apellidos catalanes»: ha crecido en el kilómetro cero del separatismo, en Gerona. Pero tampoco nunca se ha sentido atraído desde el punto de vista racional por el nacionalismo, sino más bien lo abrazó de forma accidental. Cuenta, con tono sarcástico, que se hizo separatista porque le gustaba la secretaria general de ERC en Gerona y decidió afiliarse, pero nunca militó proactivamente: a fecha de hoy, dice, no ha pagado ni una cuota y no ha hecho ni el gesto de ir a desapuntarse.
Asegura que dejó de ser independentista porque no soporta a los «imbéciles»: «No tienen sentido del humor». «A los independentistas los condenaron por sedición porque en el Código Penal no está el delito de gilipollas», bromea. Y desde 2012, cuando estalló el «procés», reivindica que ha estado de frente para «meterles caña»: «Me gusta mi trabajo y no podía aceptar que siendo periodista no podía dudar de lo que dice el poder. Lo mínimo es dudar de cómo harán la independencia, de qué viviremos. Muchos periodistas se pasaron al relato que les explicaron y me parece muy grave», afirma Soler, quien trabaja en su nuevo libro que saldrá este mes «Un botifler en la Villa y Corte».
La tercera es Júlia Calvet (Barcelona, 2001), quien relata el entorno independentista en el que creció. Hasta tal punto que casi suspende lengua castellana en el colegio por las «catalanadas» que hacía: se expresaba mal en español porque siempre había hablado catalán. En casa solo se veía TV3 y se levantaban el 11 de septiembre (Diada) con «Els segadors» y acudían todos en familia a la manifestación con la estelada. «Soy hija de la inmersión lingüística y de los libros de texto que llamaban Corona Catalano-Aragonesa a la de Aragón. Mi familia es más catalana que el pan con tomate», resume.
«Sin embargo, todo cambió con 14 años (2015) y cursaba 3º de la ESO y decidí explorar más allá de mi zona de confort», señala Calvet, quien apunta que empezó a preguntarse sobre política y a leer libros de historia y que, cuanto más informada estaba, más disentía de las ideas que había tenido. «Lo que hacía era contrastar la información que veía cada noche en el telediario de TV3», explica, desmontando los tópicos que había escuchado hasta entonces, de que los catalanes eran los que más impuestos pagaban o que los «españoles odiaban a los catalanes». El segundo motivo que le hizo cambiar fue viajar por España y descubrir todo el país y ver en primera persona que todo lo que le habían explicado era «mentira». Y el tercer motivo fueron los hechos de septiembre y octubre de 2017, que rechazó.
✕
Accede a tu cuenta para comentar