Caso ERE
25-M: amargo aniversario
Mañana se cumple un año de las elecciones tras las que Griñán se convirtió en el socialista con más poder. Hoy, los ERE condicionan el apoyo de IU
Hace un año, Griñán perdió (otra vez) unas elecciones, pero ganó su continuidad como presidente de la Junta de Andalucía. «Yo no esperaba tanto», aseguraba eufórico a sus compañeros de partido en la fiesta del PSOE andaluz en un hotel sevillano. Había obtenido 43.742 votos menos que el PP de Javier Arenas, pero había ganado su continuidad política. Literalmente. Sus detractores tenían preparado un encuentro para forzarle a dejar la secretaría general del PSOE-A si, como pronosticaban las encuestas, los socialistas se iban a quedar por primera vez en la historia sin su gran feudo. Griñán vivía sus peores momentos. Apenas un mes y medio antes, el 2 de febrero, había apostado por Carme Chacón para liderar el PSOE Federal. Ganó Rubalcaba. Y tenía la investigación de los ERE en pleno apogeo: el 10 de marzo, la juez Mercedes Alaya envió a prisión –por primera vez– al ex director general de trabajo y Seguridad Social Francisco Javier Guerrero. Era un político con fecha de caducidad. O eso parecía. Su suerte cambió el 25 de marzo de 2012. Mañana hará un año. Se convirtió en el socialista con mayor poder de España tras el anterior descalabro sufrido por el PSOE en las elecciones municipales, regionales y nacionales. Había apostado por evitar la coincidencia de los comicios andaluces con los generales y le salió bien. Su imagen salió reforzada: presidente de la Junta de Andalucía y presidente del PSOE federal.
Alcanzar un pacto de Gobierno con IU no fue difícil. La coalición de izquierdas no iba a permitir otro caso como el de Extremadura. Había que frenar al PP, aunque hubiera que matizar el discurso. Por ejemplo, su coordinador general, Diego Valderas, acusó a Griñán en la campaña electoral previa al 25 de marzo de tener responsabilidad en el fraude de los ERE «por acción u omisión». Y advirtió de que IU «tiraría de la manta y de las alfombras de la Junta».
Toda esa puesta en escena se diluyó pese al fracaso de la comisión de investigación. A IU no le gustó que el PSOE responsabilizara al Parlamento al completo de la falta de controles. Tampoco que los socialistas negaran responsabilidad política alguna del ex consejero de Empleo Antonio Fernández, que había salido de prisión días antes. No pasó nada. La coalición de izquierdas acusó al PP de querer «la cabeza de Griñán» y marcó distancias con los dos partidos. Era un guión orquestado. El fraude de los ERE estaba «amortizado». Eso es lo que creía el bipartito. Ya habían pasado las elecciones y la comisión parlamentaria. Tocaba centrarse en la crisis económica y en el proyecto «alternativo». PSOE e IU se unían contra un enemigo común: el Gobierno central y las políticas de ajuste de Mariano Rajoy. Ése ha sido el pegamento que ha hecho que el bipartito funcione internamente. Un dato: en un año, el Ejecutivo andaluz ha interpuesto cinco recursos ante el Tribunal Constitucional contra medidas del Gobierno.
De nuevo Griñán ve cómo el asunto de los ERE se le cruza en su camino. En un clima de conflictividad social, la repercusión ahora ha sido superior que la que tuvo hace dos años. Ayer, los ocho secretarios provinciales del PSOE andaluz emitieron un comunicado pidiendo al PP que frene «la cacería» contra el presidente de la Junta.
Mientras, el sector crítico de IU, contrario al acuerdo con el PSOE, pide que se «replantee» el pacto en la Junta, algo improbable salvo que las responsabilidades sigan subiendo. Hay quien asegura que no se puede gobernar pendiente de lo que depare la instrucción de Mercedes Alaya. Ése es el escenario al que tendrá que hacer frente Griñán. La instructora ya dijo en un auto que esperaba «subir peldaños» de la pirámide. De su determinación dependerá la continuidad del bipartito.
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