Nueva York
A por un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas
Uno de los principales objetivos del viaje del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy a Nueva York con motivo de la inauguración del 68º periodo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas es reforzar su candidatura de España a uno de los dos puestos del Consejo de Seguridad que están vacantes para el bienio 2014-2015. El Ejecutivo español se marcado este reto como uno de los principales en materia de política exterior para esta legislatura. Además del espaldarazo que para nuestra imagen internacional significaría sentarnos en el órgano central de Naciones Unidas, un sillón en el Consejo se traduce en contratos para nuestras empresas y, por tanto, en puestos de trabajo. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cuenta con 15 asientos. Cinco permanentes (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, Francia y China) y diez rotatorios. Si bien es cierto que sólo los cinco permanentes tienen derecho a veto, el resto tiene un papel importante cuando hay que aprobar resoluciones que afectan a la comunidad internacional, como por ejemplo en el caso de Siria.
Siempre se intenta conseguir la unanimidad del Consejo en las votaciones para dar sensación de fortaleza ante el resto de la comunidad internacional. En cambio, en muchas ocasiones, esa ansiada unanimidad se logra a costa de resoluciones con muchas salvaguardas que no conducen a ninguna solución a largo plazo. Sin olvidar que los retrasos en las interminables negociaciones en el complejo mecanismo de este órgano de Naciones Unidas. Washington suele estar siempre en contra de Moscú, que se suele aliar con Pekín. Londres suele apoyar siempre a Estados Unidos. Y París a veces puede sorprender, aunque siempre está más cerca de Londres que de Moscú y Pekín.
De esta forma, ganar los votos del resto de los miembros del Consejo se convierte en máxima prioridad para Estados Unidos y Rusia, patrocinadores habituales de las resoluciones.
Todavía así, esto da margen a los miembros rotatorios para intercambiar sus respaldos por apoyos en el futuro que puedan ayudar a sacar adelante iniciativas que beneficien sus políticas nacionales.
Así las cosas, parece claro que España debe luchar por ese puesto en el Consejo. Hay dos vacantes. Enfrente tiene a Nueva Zelanda y Turquía. Los miembros se eligen por los grupos regionales y se confirman en la Asamblea General de la ONU, donde cada miembro representa un voto. Cada candidato necesita dos tercios de los apoyos en las votaciones, que pueden resultar en empate interminables si uno de los aspirantes no se retira ante la imposibilidad de ganar el preciado asiento.
De esta forma, Nueva Zelanda tiene seguro, salvo sorpresas de última hora, un asiento al haberse asegurado el respaldo de la mayoría de los pequeños países del Pacífico, que aunque tienen muy poca población, sin embargo representan un voto. Así las cosas, España parece que tiene que luchar contra Turquía por el deseado asiento en el Consejo de Seguridad.
Estos días la delegación española ha hecho «campaña» entre los países del Caribe, europeos y africanos, ya que suponen un gran número de votos siguiendo la estrategia empleada por Nueva Zelanda.
Otra de las grandes bazas de España para hacerse con el sillón serían las presiones dentro la ONU. Madrid ha destinado 900 millones de dólares (casi 665,3 millones de euros) entre 2007 y 2013 para financiar un total de 130 programas en 50 países. Se han beneficiado de forma directa casi nueve millones de personas, una cuestión que ya trató el presidente Mariano Rajoy cundo intervino ante la Asamblea General de Naciones Unidas el pasado miércoles.
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