Reformas contra el paro
Aprender idiomas y coger más experiencia laboral
L as cifras de desempleo actuales no dejan lugar a dudas y el diagnóstico es desolador: más de la mitad de los jóvenes menores de 30 años en edad de trabajar no encuentra un puesto de trabajo. El panorama se presenta escalofriante, a corto y a largo plazo, por lo que ello supone. La situación se dibuja como tres vértices de un triángulo. Por un lado se encuentran los grandes protagonistas de la misma: los jóvenes. Hasta hace unos años la problemática se centraba en poder trabajar en relación con lo que habían estudiado. La situación actual es más simple: poder trabajar. Y así contemplamos grandes colas de personas que presentan su candidatura a escasas vacantes de empleo sin la elección previa de la adecuación al mismo, al tiempo que observamos cómo muchos de los jóvenes emprenden un viaje fuera de nuestras fronteras para conseguir una oportunidad.
Otro vértice del triángulo son los empleadores. No hace mucho tiempo contrataban a las personas con una visión de futuro y por tanto con un desarrollo de carrera profesional dentro de las empresas. En estos momentos esta perspectiva no se les plantea por cuanto su preocupación y necesidad se dirige hacia la consecución de mercado, producción, clientes, ventas. O lo que es lo mismo: la subsistencia.
Y entre esta relación bidireccional cobra especial relevancia algo que hasta hace poco era un elemento puramente instrumental: la relación laboral entre ambos (empleado y empleador) definida por la legislación específica. O lo que es lo mismo: los tipos de modalidades contractuales, las posibilidades de bonificación de costes y beneficios según el uso de cada una.
En la situación actual de crisis, prácticamente las reformas hacen especial hincapié en este tercer elemento del triángulo, y se engloban en dos campos: el emprendimiento de los jóvenes y los incentivos a la contratación por parte de los empleadores. Estas medidas, sin dejar de lado su importancia, son medidas de corto alcance por cuanto atacan al elemento instrumental de la realidad. Pero no hay que perder de vista la esencia del problema: la escasez de empleo.
Los jóvenes necesitan solventar dos grandes carencias del sistema de formación: el aprendizaje de idiomas y la consecución de tiempos de experiencia mientras realizan sus estudios.
Los jóvenes necesitan trabajar y España necesita que trabajen para, entre otros, poder mantener el sistema de la seguridad social y las pensiones.
Los empleadores necesitan unas condiciones de mercado de expansión, apertura, crecimiento. Movimiento de consumo y dinámicas de producción.
Que les genere la necesidad de incorporar más personas para responder a esas expectativas. ¿Cuáles son los sectores por los que España se ha caracterizado y caracteriza tanto en riqueza como en conocimiento? O lo que es lo mismo: ¿en qué somos buenos y reconocidos fuera de nuestras fronteras? ¿Cómo potenciar el crecimiento, por tanto, de esos sectores e invertir en ello?
Dar respuestas a estas preguntas constituye un norte en la brújula de la visión de futuro. Y es momento para definir y concretar ese norte, y caminar hacia él.
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