Cataluña
Así se gestó el eje Barcelona-Vitoria
Mas hizo la primera llamada a Urkullu para crear una gran tela de araña formada por consejeros económicos y políticos del más alto nivel. El objetivo: disuadir a Puigdemont de convocar la DUI.
Mas hizo la primera llamada a Urkullu para crear una gran tela de araña formada por consejeros económicos y políticos del más alto nivel. El objetivo: disuadir a Puigdemont de convocar la DUI.
El eje Barcelona-Vitoria se intentó bajo tres premisas de negociación: política, económica y eclesial. Tal como avanzó este periódico hace días, el lendakari Íñigo Urkullu y altos cargos del PNV jugaron un papel fundamental de mediación entre La Moncloa y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. La primera pieza fue movida por el ex presidente Artur Mas, tras la larga cena mantenida con su sucesor la noche del lunes nueve de octubre en la que conoció ese anuncio de independencia en diferido. Mas telefoneó a Urkullu y se puso en marcha el llamado Eje Barcelona-Vitoria para buscar una salida electoral al actual conflicto. Contactos políticos al mayor nivel entre la Generalitat y Ajuria Enea, diputados vascos y del PDeCAT en el Congreso, y una discreta pero sutil negociación de la Jerarquía Eclesiástica conformaron una semana frenética para desatascar la crisis. «Esto sí es un rescate en toda regla», dicen portavoces del PNV que han sido protagonistas en la sombra de una enorme crisis institucional.
Según ha sabido este periódico, la primera conversación entre Artur Mas y el lendakari Urkullu abrió todo un escenario negociador. Primero, a nivel político entre el propio Urkullu y Puigdemont, que han hablado varias veces directamente en estos días, sin intermediarios. Segundo, en la esfera económica, a través del consejero vasco Pedro Azpiazu Uriarte, un hombre que fue muchos años portavoz de Economía en el Congreso y a quien fueron a visitar en Vitoria un grupo de empresarios catalanes atemorizados por la situación.
La negociación política fue de alto nivel entre ambos presidentes, Íñigo Urkullu y Carles Puigdemont. Según fuentes de Ajuria Enea, el lendakari «se empleó a fondo» en persuadir a su homólogo catalán para unas elecciones al margen de la DUI, algo que el presidente vasco veía muy arriesgado. Los contactos fueron más allá, entre el propio presidente del Euskadi Buru Batzar, máximo órgano del PNV, Andoni Ortuzar, y dirigentes del PDeCAT. Estas fuentes sitúan varios encuentros personales en terreno neutral, en alguna finca privada de Burgos ya utilizada en su día por el histórico líder vasco Xabier Arzalluz durante las secretas conversaciones con ETA. Al mismo tiempo, los diputados convergentes Carles Campuzano y Jordi Xuclá hablaron con el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, para que mediara con la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría. El objetivo era disuadir a Puigdemont de la declaración unilateral de independencia y convocar unas elecciones que alejen la sombra del artículo 155.
Interlocutores del proceso coinciden en que Puigdemont es un hombre «lleno de dudas», preso de dos núcleos: el duro de ERC y las CUP, partidarios de la independencia y la república catalana, frente al PDeCAT favorable a unos comicios. Dirigentes del PNV que han participado en las conversaciones opinan que Puigdemont busca «tender una trampa» a Mariano Rajoy para hacerle culpable de la intervención de la autonomía y resquebrajar su unión con el PSOE. Y recuerdan el pragmatismo de su partido, con el Concierto económico antes que la independencia. Esto solía decir Xabier Arzallus, el histórico «gurú» del PNV, cuando negociaba con el Gobierno de Madrid la Ley del Cupo vasco y refleja el tacticismo de los nacionalistas en Euskadi. De todos cuantos han pasado por Ajuria Enea el más práctico, educado y metódico, es sin duda Íñigo Urkullu Rentería.
Un hombre serio, enormemente tímido, religioso y familiar que aborrece los excesos verbales y que ha intentado convencer a un Carles Puigdemont muy diferente. «Han sido conversaciones sinceras, largas y profundas», reconocen portavoces de Ajuria Enea.
Frente a la quiebra económica de Cataluña, Íñigo Urkullu puede presumir de buenas cifras y renta per cápita en Euskadi. A ello contribuye sin duda el régimen especial del Concierto económico, base del pragmatismo de sus dirigentes y de su relación con Madrid. Desde que entró en política como un «jobovi», acrónimo de jóvenes burukides vizcaínos, su lema fue siempre no hacer mucho ruido y sacar tajada. Un líder práctico en toda regla y que, por el contrario, queda bastante lejos, según admiten sus colaboradores, de lo que hoy representa el presidente de la Generalitat. Por él, que no quede.
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