Elecciones catalanas
CDC asume de puertas adentro que habrá elecciones si no pacta con la CUP
Las 48 horas siguientes a las elecciones catalanas han sido suficientes para evidenciar que Artur Mas tiene un problema de enorme dimensión. Su investidura como presidente de la Generalitat no sólo peligra, sino que parece remota. Convergència y su entorno mediático han iniciado las presiones sobre la CUP para vencer sus resistencias y conseguir la investidura de Mas, pero su ofensiva no está produciendo ningún efecto por el momento. El propio Mas encabezó ayer la embestida, ligando su supervivencia política al éxito del proceso soberanista. «No hemos llegado hasta aquí para estropearlo todo», advirtió a la CUP desde los micrófonos de Catalunya Ràdio.
Pero la CUP no se inmuta. La formación anticapitalista e independentista ni tan siquiera se ha dejado ablandar por la imputación de Mas por su papel en la consulta del 9-N, una circunstancia que el líder de Convergència piensa aprovechar al máximo. La CUP no tiene ningún inconveniente en expresar su solidaridad con el titular de la Generalitat en este punto, pero, a continuación, subraya que hay que distinguir este tema de la investidura.
Lo cierto es que Mas está haciendo inéditos esfuerzos por aproximarse a la CUP, aunque muchos de ellos levantan dudas por impostados. Desde hace varios días, el líder de Convergència se pasea sin corbata e incluso ha comenzado a usar un lenguaje asambleario. «¿Qué mayor desobediencia que el 9-N que ha comportado querellas al propio presidente»?, se preguntó ayer ante la opinión pública. En la misma entrevista se consideró parte de una «rebelión democrática». La CUP encaja todas estas maniobras sin despeinarse y tratando de llevar las conversaciones con Juntos por el Sí hacia otros terrenos con un doble objetivo: evidenciar que su compromiso con el proceso soberanista y retratar a un Mas pendiente únicamente de su investidura. «La oferta que la CUP tiene mucho más recorrido que seguir girando en torno a su president y a sus fans. Así que calma con sus «hooligans», afirmó el ex diputado Quim Arrufat.
Nadie debe llevarse a engaño con la CUP respecto a su diligencia en una negociación política. La demostraron sobradamente con solo tres diputados en la pasada legislatura, adquiriendo un protagonismo absolutamente desproporcionado respecto al tamaño de su grupo. Y la han demostrado escogiendo a sus rostros visibles, todos ellos hábiles comunicadores.
En Convergència se han instalado las dudas sobre las posibilidades de llevar la investidura de Mas a buen puerto. En privado admiten que las dificultades pueden ser insalvables e incluso han comenzado a barruntar con el escenario de unas nuevas elecciones en marzo.
Quedan muchas semanas para ese hipotético desenlace. Antes, Convergència desplegará toda su artillería política y mediática. Se presentarán ante los electores como los verdaderos garantes del proceso con dos aspiraciones: la primera, torcer la voluntad de la CUP; y la segunda, prepararse para una campaña que puede resultar inevitable.
La CUP también prepara sus armas. La formación antisistema también mostrará sus cartas, consistentes en una batería de acciones para desarrollar el proceso soberanista y para aplicar un plan de choque social relacionado con el rescate de personas en situación vulnerable. Mas, entretanto, continuará intensificando sus presiones.
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