Elecciones
Cinco décimas del PIB en el alero
La convocatoria de unas terceras elecciones supondría un importante paso atrás en el camino de la recuperación
Malo fue que el 3 de mayo el Rey, por primera vez en la historia de la democracia, disolviera las Cortes, pero puede ser peor aún que los españoles tengan que volver a las urnas. Para la economía, los periodos de incertidumbre son propensos a grandes oscilaciones y eso es lo que menos conviene a España en estos momentos. Con una economía mundial cuyo crecimiento están corrigiendo a la baja los grandes organismos internacionales, una economía europea atenazada por el Brexit y sostenida artificialmente por una política monetaria de tipos cero del BCE, una deuda que ha alcanzado niveles insostenibles y bajo la férrea mirada de una Comisión Europea que no va a perdonar un solo desliz más de España en sus reiterados incumplimientos de los objetivos de déficit, lo peor que le puede pasar a nuestro país es la convocatoria de unas nuevas elecciones. El problema no se circunscribe a si se puede llegar a formar un Gobierno presidido por el PP, sino a las posibilidades de gobernabilidad del país en los próximos años sin otra llamada a las urnas.
Crecimiento: las agencias advierten
Mientras los políticos apuran las opciones de investidura de Rajoy, los bancos de inversión empiezan a hacer las primeras simulaciones de qué podría pasar si hay terceras elecciones. Y los primeros resultados no son nada halagüeños. Fuentes consultadas por LA RAZÓN calculan que el crecimiento económico para 2017 puede verse afectado a la baja en cerca de medio punto. El día 29, el Gobierno hizo públicas sus proyecciones económicas para éste y el próximo año. Revisó al alza el crecimiento del PIB para 2016, hasta el 2,9%, y a la baja el del próximo, desde el 2,4% al 2,3%. En el hipotético escenario de unas terceras elecciones, nadie cree que la economía española puede mantenerse por encima del 2%, teniendo en cuenta además el incierto escenario internacional. Cuatro o cinco décimas de PIB, las que van de un crecimiento del 2,3% al 1,8 o 1,9%, suponen una pérdida de riqueza de entre 4.400 y 5.500 millones a precios de mercado, la mitad del ajuste que Bruselas ha pedido a España en los dos próximos años a cambio de no sancionar con una multa de hasta 2.000 euros (el 0,2% del PIB) el incumplimiento del compromiso de déficit en 2015 en ocho décimas.
La economía española, que acaba de sumar doce trimestres consecutivos de crecimiento, va a vivir este ejercicio de la inercia adquirida en el pasado. En el segundo trimestre del año, el PIB ha crecido en tasa intertrimestral un 0,7%, una décima menos que en el primer trimestre y tres menos que en el mismo periodo del año anterior. En tasa interanual se ha pasado de un 3,5% a un 3,2% y todo hace indicar que la segunda mitad del año va a ser dura. Moody’s aseguró el miércoles que el crecimiento español tiene más de cíclico que de estructural, empujado por los fuertes vientos de cola de un petróleo barato, un euro depreciado y la política de dinero gratis del BCE. Los primeros efectos del Brexit están por llegar, aunque el ministro de Economía, Luis de Guindos, ya ha cifrado sus consecuencias negativas entre dos y tres décimas. Sin medidas adicionales de política económica, el PIB empieza a perder fuelle. El propio Gobierno, en su nuevo escenario macroeconómico, lo apunta. La demanda interna aportará menos crecimiento al PIB en 2017 al desacelerarse el consumo de los hogares (del 3,3% al 2,6%) y la inversión (del 5,4% al 4,2%).
Y es que la incertidumbre en la que vive España desde la primera disolución del Parlamento, el 25 de octubre del pasado año, tiene una altísima correlación con la situación económica. Los efectos de la reforma laboral parecen agotados también y se hace necesaria una vuelta de tuerca. No es que no se cree empleo, pero se crea menos que en los mismos periodos del año pasado o de 2014. Seis meses más de dudas, con un Gobierno en funciones y atado de pies y manos para desarrollar una política económica clara no es lo mejor para España. El objetivo del Gobierno de crear 900.000 empleos hasta finales de 2017, reducir el desempleo en un millón de personas y dejar la tasa de paro en un 16,6% en ese horizonte en términos de EPA –cerró la primera del año en el 20%– está muy comprometido si hay nuevas elecciones generales. Y eso que en julio ha habido una reducción de 83.993 personas de la lista de paro, la mayor bajada en ese mes desde 1997.
Sin techo de gasto, digan lo que digan los socialistas
Para entender el segundo gran problema de unas terceras elecciones hay que mirar con un ojo a Bruselas y con el otro a los datos de déficit y deuda pública, dos de las grandes debilidades de la economía española. Los buenos datos de crecimiento de los dos últimos años –1,4% en 2014 y 3,2% en 2015– no han tenido su traslación clara al déficit ni tampoco a la deuda. España cerró 2015 con un desajuste en sus cuentas del 5% del PIB, ocho décimas por encima de lo comprometido con Bruselas. El día 27, el Colegio de Comisarios hizo la vista gorda y concedió dos años más a España para que corrigiera su desequilibrio y volviera a una cifra por debajo del 3% y evitó la imposición de una multa equivalente al 0,2% del PIB –más de 2.000 millones de euros–, que hubiera hecho historia en la UE. Bruselas ha marcado ya la senda de la consolidación fiscal, pero hace falta lo más importante: un Gobierno estable. Sin un techo de gasto, que un Ejecutivo en funciones no puede fijar, y unos Presupuestos Generales que fijen el rumbo de las cuentas anuales se antoja difícil recuperar la credibilidad. El problema es que sobre España planea la sombra de una multa esta vez del 0,5% del PIB –unos 5.500 millones de euros– si no controla sus cuentas.
Prima de riesgo: podría dispararse hasta los 250 puntos
Otro de los problemas de España es la deuda pública, que ha superado al PIB a precios de mercado, lo que equivale a decir que nuestro país debe más de un billón de euros. El problema es que el 80% de la misma es negociable en los mercados. Una tercera convocatoria de elecciones volvería a llenar de dudas los mercados y aquí las sombras se pagan en forma de prima de riesgo, actualmente en el entorno de los 115 puntos básicos. La rentabilidad del bono español a diez años –ligeramente por encima del 1%– y la del resto de los bonos de los países de la eurozona está mantenida artificialmente por el BCE, pero los analistas creen que cuando Draghi deje de regalar el dinero y de comprar bonos soberanos lo normal es que la prima española regrese a los 250 puntos básicos. Unas nuevas elecciones podrían acelerar este proceso, de incalculables consecuencias para España dado el nivel de deuda pública y privada existente. Un punto básico arriba o abajo son 10.000 millones.
La incertidumbre política sí se ha podido medir desde octubre en la tenencia de deuda pública por parte de los inversores extranjeros. Es un buen termómetro de por dónde van los tiros. En octubre del pasado año, los no residentes eran titulares de 421.217 millones en Letras, Bonos y Obligaciones del Estado. En mayo, último dato que ofrece el Tesoro Público, la cifra había bajado a 408.217 millones, un 2,97% menos. Hay un dato más. En el corto plazo, donde las dudas se hacen más patentes, los extranjeros tenían en diciembre, fecha de las «primeras» elecciones, 61.497 millones; en mayo, la cifra había descendido hasta los 5.6244 millones, un 8,54% menos.
Parón de la inversión: «esperar y ver»
Donde también puede notarse un escenario de nuevas elecciones es en la inversión. Las consecuencias del Brexit están todavía por ver, pero es un factor añadido de incertidumbre. En los últimos cuatro años la inversión extranjera en España ha ido creciendo a medida que la situación económica se iba aclarando. En 2012 entraron en España 14.800 millones brutos, la mitad que en 2011, pero entonces la economía española luchaba para evitar un rescate. Desde entonces, los flujos han sido crecientes: 17.022 millones en 2013 –15% más–; 19.883 millones en 2014 (+16,8%) y 23.419 millones el pasado año (+17,8%), según datos del Ministerio de Economía. En los tres primeros meses de este año se han contabilizado 2.966 millones de euros. Puede ser un aviso.
Los procesos de inversión son lentos de maduración, pero un paréntesis de un año esperando gobierno puede desesperar a cualquier inversor, aunque sea imposible cuantificarlos en una cifra o en términos de PIB. Invest in Spain, la sociedad estatal para la promoción y atracción de inversiones exteriores, tiene identificados proyectos de inversión concretos que están en periodo de «wait&see» –esperar y ver–, confiando en que se despeje el horizonte político. El temor es que unas terceras elecciones, también de inciertos resultados, acaben desesperando a los inversores y éstos opten por buscar otros destinos. Una prueba de que la situación por la que atraviesa España en captación de inversiones exteriores es buena es que ha crecido en Cataluña en 2015, pese al desafío soberanista. ¿Por qué? Porque nadie se cree que pueda desconectarse de España.
La evolución de la Bolsa es un buen termómetro de las inquietudes de los inversores. Esta semana, el Ibex ha caído un 10,53%. En honor a la verdad, la culpa de la situación no recae sólo en la situación política. El referéndum del Brexit o los resultados de los test de estrés del BCE también han influido.
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