Audiencia Nacional
Correa declara que Rajoy cerró el grifo
Admite que la «trama Gürtel» pagó campañas al PP y fulmina a Bárcenas al afirmar que le dio comisiones por contratos para empresarios.
Admite que la «trama Gürtel» pagó campañas al PP y fulmina a Bárcenas al afirmar que le dio comisiones por contratos para empresarios.
El empresario Francisco Correa aseguró ayer al tribunal del «caso Gürtel» que pagó comisiones a los ex políticos del PP que se sientan en el banquillo (con la excepción de Ricardo Galeote, ex concejal de Estepona) y que financió en 2003 las campañas municipales de los candidatos populares a las alcaldías de Pozuelo y Majadahonda, los también procesados Jesús Sepúlveda y Guillermo Ortega. Diez años antes –explicó en un soliloquio que se prolongó los 50 primeros minutos de sus casi siete horas de declaración, sin necesidad de pregunta alguna por parte de la Fiscalía ni del tribunal– empezó a trabajar con el PP. «Pasaba mucho tiempo en Génova, más que en mi despacho. Casi vivía ahí. Era mi casa», dijo. Hasta que en 2004, al tomar las riendas del partido Mariano Rajoy, se cerró el grifo. Según su versión, estaban acostumbrados a trabajar «con el equipo de José María Aznar» y, tras el relevo en Génova, su «número dos», Pablo Crespo, ex secretario del PP gallego, «no tenía química» con los nuevos rectores de la formación. Desde ese momento, contó, «mi relación con Luis Bárcenas (a quien había conocido «a través de un amigo común») y con el PP se enfrió», por lo que trasladó su actividad a Valencia «con Paco Camps».
Pese a medir mucho sus palabras, el cabecilla de la trama –que se enfrenta a una petición fiscal de 125 años de prisión por varios delitos de corrupción– no pudo evitar que tirar de la manta le dejase también a la intemperie, aunque únicamente reconoció un posible fraude fiscal y el blanqueo de sus mordidas en Suiza, una actividad que, a su juicio, apenas merecía «un tirón de orejas y una multa» si no fuera por las «connotaciones políticas».
«No sé la cantidad exacta de dinero que he llevado al PP –dijo sobre las entregas de dinero a Bárcenas– Yo se lo daba y él era el que repartía. A veces se lo entregaba en Génova y a veces en su casa». Por obras en carreteras, autopistas, AVE y Medio Ambiente, precisó. «Venía un empresario. Nos daba la licitación y yo se lo pasaba a Bárcenas, que lo gestionaba en el ministerio; luego el empresario me daba un 2 o un 3% y yo se lo llevaba a Bárcenas».
Y aunque reconoció las anotaciones contables de la trama, refutó a la Fiscalía y precisó que «Luis el Cabrón no es Luis Bárcenas, sino Luis Delso» (presidente de Isolux), al que, según relató, Álvaro Pérez «el Bigotes» debía dinero, una deuda que él mismo asumió.
Correa se esforzó por cincelar de sí mismo una imagen de empresario modelo alejada del perfil delictivo que han dibujado más de siete años de investigación. «Yo no persigo a nadie ni soy un mafioso ni me llaman Don Vito. Soy un trabajador. He trabajado toda mi vida».
Sí admitió que su «caja B» personal se nutría de las comisiones que le pagaban otros empresarios por mediar para que se hicieran con adjudicaciones. Si las gestiones eran exitosas, explicó, «me llevaba una comisión y le daba otra a Bárcenas», un pacto que ambos forjaron en 1996, según su versión, en torno a una frase: «Tú tienes contactos con empresarios y yo, con políticos –le dijo el ex tesorero del PP–. Vamos a intentar hacer gestiones para, cuando salgan los concursos de la Administración, intentar favorecer a empresarios que luego van a colaborar con el partido».
Correa no se anduvo por las ramas a la hora de dar detalles de su «modus operandi». «Yo quedaba con los políticos y les daba el sobre», explicó en el enésimo intento de exculpar a su «núcleo duro». «Sólo yo hacía las entregas en efectivo y las relaciones personales con los políticos únicamente las mantenía yo», hizo hincapié.
Y sin esperar a la futura decisión del tribunal, y por lo que pueda pasar, Correa se apresuró a autoabsolverse, amparado en unos hipotéticos usos y costumbres empresariales. «Esto era una práctica habitual en el país», se escudó. «En el sector privado, se hace regularmente», contestó a la fiscal de Anticorrupción Concepción Sabadell cuando ésta le inquirió por esa actuación. «Existen muchos Francisco Correa. Todo el mundo copia en los exámenes pero al que le pillan, le expulsan. Y a mí me pillaron», aseguró. «¿Pero no era consciente de que estaba cometiendo un cohecho?», le preguntó, atónita, la fiscal Sabadell. «Imbécil no soy, pero no tenía idea de...», pretextó. «Se han magnificado unas cosas que no son tan importantes», recalcó antes de hacer hincapié en que no formaba parte de ninguna organización criminal, como defiende la Fiscalía. «Si la hubiese tenido habría contratado a criminales», ironizó.
Correa, que repitió en varias ocasiones que es «amigo íntimo» de Alejandro Agag, yerno de José María Aznar, aseguró que intentó contactar sin éxito, a través de su hermana, con el ex presidente del Gobierno cuando éste era presidente de Castilla y León.
Especialmente llamativa resultó la explicación de cómo se convirtió en un defraudador. En 1993, contó, se llevó «una gran decepción con el sistema tras una obra fallida» (que le acarreó una deuda con la Agencia Tributaria) y vio la luz. «Quiero ser opaco», le dijo al también procesado Luis de Miguel, el arquitecto financiero de la trama. Y desde esa fecha, reconoció, «no volví a declarar a Hacienda».
El tribunal, a esas alturas de la tarde, ya tenía «una idea de por dónde va su testimonio», hasta el punto de que el presidente de la Sala, Ángel Hurtado, interrumpió el minucioso repaso de pagos de la trama enunciado por la fiscal de Anticorrupción. «Él tiene una idea global, no vaya tanto al detalle», le pidió. Del ex consejero de Esperanza Aguirre Alberto, López Viejo, dijo que le daba trabajo «para que yo pudiera pagarle la deuda, porque le debía dinero del Ayuntamiento» (donde fue responsable de la Concejalía de Limpieza). «Este señor ha cobrado de cada acto», añadió, pero «lo sacaba de mi beneficio».
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