Terrorismo
ETA: Cuando la vida se decidía en un anuncio de periódico
«Txoria bota» (dispara al pájaro), «Txoria askatu (deja en libertad al pájaro), la diferencia entre la muerte y la vida
LA RAZÓN aporta el papel que los etarras del «comando Gohierri» tenían clavado en la puerta del zulo en el que mantenían secuestrado al funcionario de prisiones. La «dirección» de ETA les había hecho llegar dos textos, uno ordenaba asesinar al funcionario (llamado «pájaro») y el otro ponerlo en libertad.
«Txoria bota» (dispara al pájaro), «Txoria askatu (deja en libertad al pájaro), la diferencia entre la muerte y la vida. En la puerta del zulo en el que estuvo secuestrado Ortega Lara, los etarras habían clavado con grapas industriales un cartel, que se reproduce en estas mismas páginas, en el que se leían dos mensajes uno de los cuales debía aparecer en el «Merkatu Txikia», la sección de anuncios por palabras del desaparecido diario «Egin».
El primero significaba que debían asesinar al funcionario de prisiones, y el segundo, que lo podían poner en libertad. Para ambos casos, tenían un plan preestablecido con el fin de deshacerse del cadáver o dejar a Ortega en un punto desde donde pudiera comunicar que había finalizado su cautiverio. No hizo falta.
La Guardia Civil, en una de las más brillantes operaciones antiterroristas, rescató al funcionario, salvo desde luego pero no sano, porque su estado era precario, lo que ponía de manifiesto la inhumanidad de sus captores. Ese mismo día, la banda liberó a Cosme Delclaux, después de que su familia hiciera efectiva una importante cantidad de dinero, que algunas fuentes cifraron en mil millones de pesetas.
En el mensaje en el que se ordenaba la liberación del funcionario, escrito en euskera, se felicitaba al «comando», en concreto a «Iñaki», por el éxito del se cuestro. En el segundo, se decían, en este caso en castellano, unas frases aparentemente incoherentes, sobre si en las fiestas de un sitio se bebe kalimotxo (vino con cola) y en otras tónica y que podría tener que ver con el plan que debían seguir a partir de ese momento.
Similar sistema de mensajes se utilizó en el caso del secuestro de Julio Iglesias, que estuvo en el mismo zulo que el funcionario de prisiones, y los mensajes para ambas alternativas hacían referencia a letras de canciones.
El secuestro de Juan Antonio Ortega Lara ha sido una de las acciones más despiadadas de las cometidas por ETA, hasta el punto de que cuando la Guardia Civil logró detener a los miembros del «comando» y llevaron a uno de ellos, a Bolinaga, a la nave de la empresa «Jalgi» («brotar», en euskera), de la localidad guipuzcoana de Mondragón, se negaban a decir donde estaba el zulo en el que retenía al funcionario, con el fin de que los agentes no lo descubrieran (estaba debajo de una pesada máquina, con un complejo sistema de apertura hidroneumática), Ortega quedara abandonado y muriera.
Jesús María Uribechevarría Bolinaga, uno de los miembros del «comando Gohierri», explicó a la Guardia Civil que la orden para secuestrar a un funcionario de prisiones de fuera del País Vasco la recibieron de su responsable en Francia, Julián Achurra, «Pototo».
Siguieron a varios, incluso en Logroño, hasta que localizaron a Ortega cuando entraba en el garaje de su casa.
«Javier Ugarte se dirigió con su Ford Fiesta a un pueblo de la carretera de Burgos a Logroño y nos avisó desde una cabina a mi teléfono móvil cuando vio a Ortega dirigirse a su casa. Tomamos la decisión de secuestrarle ese día».
«Yo cogí el camión con la máquina que tenía el zulo en su interior para transportar personas y lo llevé hasta un parking situado a la entrada de Burgos. José Luis Eróstegui y José Miguel Gaztelu fueron en el coche de Gaztelu y también recibieron la llamada de Ugarte. Se fueron los tres al domicilio de Ortega Lara y cuando llegó, mientras Gaztelu vigilaba, los otros dos le dijeron a Ortega que se metiera en el maletero de su propio coche porque se lo iban a robar».
«Luego se dirigieron a donde teníamos aparcado el camión. Le vendamos los ojos para que no viera nada y le metimos en la máquina. Yo mismo conduje el camión hasta el taller de Mondragón mientras Eróstegui dejaba aparcado el coche de Ortega Lara en un polígono industrial de Burgos y Gaztelu le acompañaba. Después, se fueron a casa. En el taller, le sacamos de la máquina y le metimos en el zulo».
Es la fría explicación del etarra que disfrutó de una libertad que él negó durante 532 días a un «enemigo», por ser funcionario de prisiones. Murió, en su casa en enero de 2015, al serle concedida la salida de la cárcel (sin haber cumplido la condena) ya que padecía «cáncer terminal».
El asunto fue objeto de una fuerte polémica por gran parte de la opinión pública, a la que no le faltaba razón ya que en diversos escritos posteriores ETA se apunta la libertad de Bolinaga como un gran demostración de su capacidad de presión.
Una vez detenido «Pototo», el nuevo responsable del «comando» era «Gorosti», que les había comunicado que las negociaciones para liberar a Ortega Lara a cambio del acercamiento de los presos etarrras al País Vasco estaban «siendo muy duras y que le dieran ánimos al funcionario (se encontraba mal) para continuar porque no veían el momento de la solución».
El mundo al revés. Un cabecilla etarra que ordenaba que se diera ánimo a un funcionario secuestrado. Tal era la prepotencia y crueldad que en esos momentos tenía ETA y que demostró días después con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Estaban convencidos que iban a doblegar al estado en su particular pulso por los presos, su gran problema entonces y, aunque anuncien lo contrario, a bombo y platillo, su gran problema ahora.
En el colmo del cinismo, José Luis Eróstegui dijo a la Guardia Civil que no pudieron suministrar un somnífero a Ortega en el momento del secuestro «debido al pánico que experimentaba». Este individuo todavía debía sentir la satisfacción por haber infundidomiedo en un ser humano indefenso, que no tenía ninguna posibilidad de escapar de sus captores.
Finalizara como finalizara el secuestro de Ortega, tenían previsto cometer delitos similares con varios empresarios y, curiosamente, con Ana Obregón de la que sólo tenían información documental de la prensa del corazón. Entre los industriales y otras personalidades que deben a la benemérita no haber pasado por aquel siniestro zulo están el entonces presidente de la Comisión de Derechos Humanos, José Antonio Rubalcaba; Jesús María Aguirre, de Lasarte; José Olaizola; José Antonio Garai; José Luis Creixell; Pedro Oleaga; Arturo Beltrán; y Tomás Pascual.
El mismo día que fue rescatado por la Guardia Civil Ortega Lara fue liberado por ETA, tras el pago de una importante cantidad de dinero, el abogado vizcaíno Cosme Delclaux, que estuvo retenido 232 días en un zulo que fue descubierto con posterioridad en la localidad guipuzcoana de Irún.
Fue secuestrado el 11 de noviembre de 1996 tras concluir su jornada laboral en la empresa telemática y base de datos EyS Consulting, ubicada en el Parque Tecnológico de Zamudio (Vizcaya).
✕
Accede a tu cuenta para comentar