El desafío independentista
El Gobierno descarta que Urkullu se sume al plan de Mas
Cree que el líder vasco no seguirá el modelo catalán porque no tiene apoyo social
Cree que el líder del Gobierno vasco no seguirá el modelo soberanista catalán porque no tiene apoyo social
El Gobierno cree que la reunión entre el presidente de la Generalitat, Artur Mas, y el presidente del Gobierno vasco, Iñigo Urkullu, tiene más de imagen que de contenido real. Con Artur Mas embarcado en la nave soberanista, a primera vista lo lógico sería pensar que cualquier acercamiento entre los dos dirigentes autonómicos debería encender todas las alarmas de La Moncloa. Pero aunque allí observan y analizan todos los pasos que da el líder de CiU, en Moncloa creen, sin embargo, que Mas y Urkullu tienen ritmos distintos, otro calendario, y, sobre todo, una visión bastante diferente de cómo encauzar la reclamación independentista. Por eso la entrevista que los dos presidentes autonómicos celebraron el jueves pasado en la sede de la Lendakaritza es vista con cierta normalidad y sin que sirva para concluir que se prepara una acción conjunta para presionar al Estado bajo la bandera soberanista.
De hecho, al margen del desencuentro frente a manifestaciones como las que apadrinó el PNV con motivo de la celebración de día de Ajuria Enea, Rajoy mantiene una buena relación con Urkullu, que funciona a nivel privado y que está dando también resultados a nivel institucional. «Urkullu y Mas no son lo mismo», consideran en el entorno del jefe del Ejecutivo.
En el Gobierno están convencidos de que Urkullu y el PNV no tienen ninguna prisa en poner en marcha un desafío al Estado como el que está planteando en estos momentos Cataluña. Dicen que el PNV aprendió la lección de Juan José Ibarretxe, descabalgado personalmente de la política cuando su proyecto de consulta chocó contra la Constitución y la ley. Un proyecto frustrado que tampoco trajo buenos resultados electorales para el nacionalismo vasco. Y sostienen, además, que Urkullu es consciente de que no tiene tampoco en estos momentos el apoyo social necesario para embaucarse en esa aventura.
De hecho, la Ponencia de Autogobierno para la reforma del marco estatutario camina a paso de tortuga. Y no por casualidad, sino por decisión política. Urkullu no quiere alimentar un debate que sabe que beneficia más a la «izquierda abertzale» que a su propio partido, explican en Moncloa. Y la impresión del Gobierno es que su estrategia pasa por esquivar la confrontación soberanista y que ésta no marque, en ningún caso, el debate de las próximas elecciones municipales. «Por supuesto que están mirándose en el espejo catalán. Pero van a ganar tiempo para ver qué le pasa a Artur Mas: si le va bien, le copiarán; si le va mal, se habrán dejado el margen necesario para marcar distancias con su batacazo», sostienen en el Gobierno. No creen que el factor de la presión de los proetarras haga variar esta decisión de esperar y ver qué pasa en Cataluña porque, según su opinión, hasta la «izquierda abertzale» es consciente de que en la calle vasca no existe el clima necesario como «para dejarse caer por ese precipicio». «Primero tienen que dedicarse a movilizar a fondo a propios y extraños. Y si el caso catalán va mal, el escenario jugará en su contra», explican desde el Ejecutivo. Dando por descontado que en la retórica y en el objetivo último del nacionalismo vasco sigue estando el sueño del Estado propio, el Gobierno está convencido de que por encima de todo se impondrá la visión más práctica: «La economía por encima de los delirios».
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