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Génova

El «golpe de efecto» de Rajoy en Madrid

La vicepresidenta primera del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.
La vicepresidenta primera del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría.larazon

Tal y como adelantó ayer LA RAZÓN, Ana Botella ha dado un paso atrás para dejar el camino libre a Mariano Rajoy, que juega con un abanico abierto de posibilidades para Madrid.

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, abrió el lunes el curso político ante su Comité Ejecutivo, después de haber analizado la estrategia electoral con su «núcleo duro». La decisión es seguir insistiendo en la recuperación económica, acercarse más a la calle y potenciar las propuestas en positivo, especialmente las que afectan a la regeneración democrática y a la lucha contra la corrupción. Rajoy y el Comité de Dirección del PP ya tienen sobre su mesa el primer análisis sobre los resultados de las elecciones europeas y el importante golpe de atención que recibieron los dos principales partidos.

En este análisis de la estrategia del nuevo curso ha participado una vez más el sociólogo Pedro Arriola, quien propugna que el PP avance más por el camino del centro y explote al máximo el hueco que puede dejar el viraje hacia la izquierda del PSOE. El «arriolismo» sostiene que la división de la izquierda es un punto a favor del PP que puede servirle para taponar sus debilidades en algunas comunidades autónomas. Rajoy abre el curso político con la agenda de las autonómicas y municipales encima de la mesa. Génova dispone de un primer análisis de la situación territorial del partido, «plaza» por «plaza», incidiendo, especialmente, en aquellos «feudos» en los que el PP tiene más en juego, como es el caso de Madrid o Valencia.

El presidente del Gobierno no puede asumir el riesgo de cargar con un mal resultado en los comicios de la primavera del año que viene porque podría afectar a las posibilidades del PP en las siguientes elecciones generales.

El PP ha valorado el desgaste de sus alcaldes y las variables que le pueden hacer obtener un mejor resultado en aquellas alcaldías en las que no gobierna. Prepara una importante renovación, sin llevarse por delante el grueso de los equipos que ahora están en funcionamiento.

En el caso de Valencia, se impone la continuidad; y en Madrid se está a la espera de que la actual alcaldesa, Ana Botella, dé un paso atrás. «Está de retirada», sostienen en Génova. Botella no ha dicho aún una palabra, pero en la dirección de su partido sí juegan con un abanico abierto de posibilidades.

No hay encuestas que sitúen a Esperanza Aguirre como una opción victoriosa por mayoría absoluta segura. Y, además, Rajoy no se cierra únicamente a los candidatos que se manejan en las «quinielas». El presidente, fiel a su estilo, busca un golpe de efecto, sin dejar margen a la improvisación, que le ayude a remontar posiciones. La hipótesis de la candidatura de la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, la han alimentado intencionadamente desde lo más alto de la cúpula del partido por intereses personales, pero es cierto que en las filas populares se ve como una de las opciones más fuertes por su buena imagen ante la opinión pública. Se confía en ella como baza ganadora. Sin embargo, la vicepresidenta es la piedra que sostiene todo el edificio del Gobierno, la asesora y ejecutora de Rajoy, y uno de los miembros de su equipo de más confianza. Prescindir de ella en Moncloa abriría a Rajoy un agujero difícil de taponar.

Los líos de Aguirre con la Policía Municipal han debilitado además la campaña de promoción que se había puesto en marcha a su alrededor, y el otro nombre que está en las «quinielas» es el de la delegada del Gobierno, Cristina Cifuentes. La idea de la dirección popular es que la clave está en el ayuntamiento porque, si ahí aciertan, esto podría servir de impulso en la Comunidad de Madrid. Ignacio González va a luchar por mantener su candidatura en la comunidad con el apoyo de algunos «pesos pesados» próximos a Rajoy. González tiene sus valedores en el entorno del presidente, cosa que no puede decirse igual de Ana Botella. En cualquier caso, «por mucho que muchos digan y se muevan, la última palabra la tiene Rajoy», y sus allegados advierten «de que no hay que descartar nada».