Cataluña
ERC deja solo a Mas al frente del Gobierno más inestable de la historia
Rechaza una coalición con CiU, pero le ofrece apoyo en el Parlamento si asume el independentismo. Preparan un acuerdo en cuatro ejes: investidura, presupuestos, acción exterior y referéndum.
«No podemos subir el Everest con "espardenyes"(alpargatas)», decía Artur Mas durante la campaña para reclamar la mayoría absoluta. Su obsesión era la de presidir un gobierno fuerte, pero los catalanes le castigaron con una exigua minoría (50 de los 135 diputados). Para resolver lo que las urnas no le dieron, Mas se puso manos a la obra ayer para sellar una coalición con ERC, pero tampoco encontró las botas de montaña y el oxígeno que buscaba para subir el Everest -léase la consecución del Estado propio-. El presidente de Esquerra, Oriol Junqueras, le comunicó ayer durante un almuerzo en el Palau de la Generalitat su negativa a gobernar conjuntamente, así que el líder de CiU estará ante el peor escenario posible: al frente de un ejecutivo débil.
Los peores pronósticos de los convergentes después de las elecciones se han cumplido. Se temían que nadie -ni ERC ni PSC- se prestara a gobernar en coalición con CiU para sortear el desgaste de los ajustes venideros -alcanzarán los 4.000 millones en 2013- y así ha sido. Por tanto, los nacionalistas catalanes deberán liderar la acción de gobierno en un Parlamento «a la griega», como ayer dijo el propio Josep Antoni Duran Lleida. A nadie se le escapa que la Cámara catalana se puede convertir en un campo de minas para CiU. Tendrá que buscar apoyos continuamente para que sus consejeros no sean llamados a comparecer cada semana, para superar las resoluciones en contra y para sacar adelante sus proyectos de ley. Un esfuerzo titánico que va a requerir una ayuda muy leal de ERC.
Junqueras aseguró a Mas que no le va a abandonar a su suerte. Está dispuesto a firmar un acuerdo de estabilidad parlamentaria, pero a cambio quiere imponer a CiU una «agenda nacional clara» y un giro a la izquierda traducido en subidas de impuestos y en menos austeridad. El problema es que los objetivos de déficit presiden toda la acción de gobierno y el año que viene todas las comunidades deben cumplir con el 0,7 por ciento sobre el PIB, lo que convierte en inevitables los recortes presupuestarios.
El rechazo de ERC a gobernar en coalición con CiU deja muy tocado el proyecto de la consulta por la autodeterminación y, por supuesto, deja más debilitada todavía la figura de Mas.
Para salvar el cuello durante al menos un tiempo, el presidente en funciones de la Generalitat no tiene más instrumentos que firmar un acuerdo de «estabilidad» parlamentaria con ERC, el único socio -aunque precario- que CiU ha hallado. Mas y Junqueras ya han trazado un borrador de este pacto, el cual estará estructurado en cuatro ejes: investidura, presupuestos, acción exterior y referéndum.
Con estas herramientas deberá afrontar el líder de CiU una legislatura que, muy probablemente, será la última de Mas. El presidente en funciones será investido antes de la Navidad en virtud del acuerdo que alcance con Esquerra, pero su figura será víctima de numerosos ataques desde el primer momento del mandato.
Es muy complicado -por no decir imposible- que el titular de la Generalitat pueda avanzar con paso firme hacia la celebración de una consulta que ha quedado muy tocada por el resultado electoral. Mas esgrime que no es así, que el mandato de las urnas es «inequívoco», ya que hay una amplia mayoría (CiU, ERC, ICV y CUP) a favor del derecho a decidir.
La realidad es muy distinta. La oposición, por definición, hace de oposición, y no le piensa dar facilidades a un Mas cuya avaricia electoral no tiene penitencia. Su mejor baza, hoy por hoy, es trabar una relación extraordinaria con Esquerra y tratar de persuadirla dentro de unos meses de la conveniencia de entrar a gobernar la Generalitat. Pero los republicanos temen ser víctimas del abrazo del oso, es decir, acabar disminuidos por una formación que le dobla en apoyos.
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