Víctimas del Terrorismo
José Miguel Cedillo, el huérfano que conmovió a Marlaska
No estaba en su agenda pero fue una de las primeras llamadas que hizo el ministro del Interior. El joven, que perdió a su padre a los cuatro años, le había pedido que «no les falle» a través de un mensaje en las redes.
No estaba en su agenda pero fue una de las primeras llamadas que hizo el ministro del Interior. El joven, que perdió a su padre a los cuatro años, le había pedido que «no les falle» a través de un mensaje en las redes.
«Llevo seis años peleando y un solo gesto como el de Marlaska no lo ha hecho nadie». «Su gesto para mí también es un modo de Justicia».
José Miguel Cedillo, hijo del policía nacional Antonio Cedillo, asesinado por ETA en 1982, recibió la llamada de teléfono del nuevo ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, después del mensaje que a través de las redes sociales le envió en el que le pedía que «no falle» a los «huérfanos de ETA» y donde reclamaba el reconocimiento «de pleno derecho» como víctima. «Me dijo que sabía mi caso, lo que estaba pasando y que peleará por los huérfanos, para que sean reconocidos». El titular de Interior le ofreció también conocerle personalmente cuando vaya por Madrid. Cedillo considera que ésta llamada es «un síntoma de que está más cerca el momento en que dignidad, justicia y reparación vuelvan a ser palabras llenas de sentido y sensibilidad». Sabe que «detrás de las formas» tendrá que venir «el fondo» para solucionar «la precaria situación de los huérfanos», que tienen «secuelas acreditadas». «Sé que está por la solución de que te tengamos el reconocimiento de pleno derecho y las coberturas que nos hagan la vida menos difícil», destaca.
Cedillo está esperanzado porque, por lo menos, Marlaska «ha mostrado más interés» que el anterior ministro saliente, al que reprocha que no recibiera a su madre, que padece cáncer, y que estuvo 20 días en la puerta del ministerio.
Tenía cuatro años cuando asesinaron a su padre en una emboscada de ETA. De niño solía dejarle a su padre todos los días las zapatillas detrás de la puerta. Tras su asesinato, vio cómo otro policía, compañero de su padre, se quitaba la vida, de un disparo, en el velatorio y su último recuerdo son sus pies tocando el féretro en el avión de regreso a su ciudad. Entonces «dejé de hablar durante mucho tiempo y no volví a nombrarle nunca más». «Me quedé sin padre y también sin madre, que durante varios años estuvo muerta en vida». Desde entonces, destaca, tuvo problemas de salud que, subraya, aún padece. Dice que no quiere la incapacidad permanente. «Tengo informes que acreditan que mi vida ha estado condicionada y así lo reconoce el ministerio» – aunque la Seguridad Social estimó que no estaba relacionado y le sugirió que pidiera la incapacidad, motivo por el que los demandó–. Destaca que su caso es específico y que en su situación estarían al menos diez huérfanos.
Cedillo dice que ha perdonado a los asesinos –entre quien está el «carnicero de Mondragón»–, que de los etarras nunca ha esperado nada, pero que no podrá olvidar a quienes «pudiendo hacer algo por mí, no lo hicieron».
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