Asesinato de Isabel Carrasco
La asesina de Isabel Carrasco: «La mala hierba tiene que cortarse»
La asesina de Isabel Carrasco justificó el crimen: «He hecho justicia»
El 12 de mayo, a las 17:15, la muerte derribó a Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación de León, sobre la pasarela peatonal que cruza el río Bernesga. Según el escrito de la familia de la víctima al que ha tenido acceso LA RAZÓN, «Monserrat González la venía siguiendo. Se acercó por detrás y sin que doña Isabel pudiera advertir nada, le disparó cuatro veces. Tres de las balas la alcanzaron. Una en la parte posterior de la cabeza, otra en la espalda, y la última en la mejilla izquierda. El crimen se realizó en dos tiempos y el último fue rematarla en el suelo». De aquello hace casi un año, pero a pesar del tiempo trascurrido, su asesina acumula un rencor tan agudo que cuando los psiquiatras le preguntaron por qué cometió el crimen, le seguía saliendo bilis por la boca: «La mala hierba debe cortarse. Yo sólo he hecho justicia. Ella tenía una maldad fuera de lo común y sometió a mi hija a una auténtica persecución».
Esta y otras frases las recoge el letrado José García en su escrito de defensa, que en un ejercicio poco común, desvela sus cartas antes del juicio. «Nunca antes habíamos visto una cosa tan burda y poco profesional», apuntan fuentes judiciales. Página tras página, el abogado trata de justificar que su cliente no vio otra salida que matar y razona su necesidad en un acoso interminable. Para justificarlo describe, entre otros, un episodio escabroso del que no hay pruebas ni testigos, sólo la palabra de una de las presuntas asesinas, con lo que puede ser pura fabulación: «Un día de 2010, Isabel Carrasco citó a Triana (la hija de Monserrat) en su casa. La agarró de la cintura fuertemente y trató de besarla. Demandó relaciones sexuales. Triana la rechazó. Sintió repugnancia y decidió abandonar el domicilio. Mientras se iba Isabel la amenazó: «Piensa lo que haces, conmigo tienes mucho que ganar y poco que perder. Acuérdate de que ya se han convocado oposiciones para darte tu plaza en propiedad». Aquel supuesto rechazo fue el que provocó, según la defensa, que Carrasco se obsesionara con destruir la vida de Triana. El presunto calvario duró cuatro años durante los cuales Triana llegó a perder hasta 25 kilos. El martirio alegado implicaría que la presidenta de la Diputación habría ordenado que se inspeccionasen las declaraciones de Hacienda de la joven, «no se le adjudicó en la Diputación la plaza de técnico que tenía apalabrada y que todo el mundo sabía que era para Triana», reclamó auditorias de todos los trabajos que hizo con empresas de León y fue desplazada hasta los últimos puestos de las filas del PP para que no lograse entrar como concejal en el Ayuntamiento de Astorga y no dejó que volviera a presentarse a las siguientes elecciones. Toda esta presión hizo que Monserrat llegase a la conclusión de que «no había mas remedio que eliminarla para vivir tranquilas». El letrado usa estos argumentos para solicitar que a la asesina se le aplique una eximente incompleta por enfermedad mental. Pretende lograr que la condena tenga un límite de siete años y medio, más uno por tenencia ilícita de armas. «También la prohibición de acercarse a la hija y a la pareja de Carrasco por 25 años».
Por otro lado, el letrado quiere que Triana sea juzgada sólo por encubrimiento, lo que implicaría su absolución directa. De ella dice que «no presenta trastorno mental, pero si un trastorno dependiente de la personalidad con una especial vinculación a su madre». Así trata de justificar su cooperación. «Es esperpéntico», apuntan fuentes judiciales. «Triana tiene el carácter y la fuerza mental para saber lo que quiere y rechazar a la presidenta de la Diputación en ese supuesto encuentro sexual, pero no tiene el valor de contradecir a su madre».
El abogado reconoce que Triana «llegó a mirar en internet revólveres y armas» y según la acusación tras el crimen, «Triana, que estaba esperando a su madre, recibió el bolso donde escondía la pistola» y se deshizo de él. La familia de la víctima y el Ministerio Público coinciden en sus peticiones: 23 años de cárcel para madre e hija.
Mientras, la defensa de Monserrat y Triana afirma que Raquel Gago, la Policía local que encontró en su coche el arma del crimen, es inocente. Dice el abogado que no sabía que su amiga Triana la había escondido en su vehículo.
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