El desafío independentista

La batalla de los símbolos

La tensión por las banderas, lazos amarillos y cruces ha saltado de las instituciones a la calle mientras cada vez más ciudadanos reivindican un espacio público de todos y de convivencia

Arenys de Munt es el pueblo independentista por excelencia. Celebró la primera consulta soberanista en 2009 y también ha sido pionero en multar a quienes retiren símbolos independentistas de la vía pública. Fotos: Laura Gómez/shooting
Arenys de Munt es el pueblo independentista por excelencia. Celebró la primera consulta soberanista en 2009 y también ha sido pionero en multar a quienes retiren símbolos independentistas de la vía pública. Fotos: Laura Gómez/shootinglarazon

LA RAZÓN recorre las dos localidades catalanas que más lucen su independentismo y su españolismo.

Arenys de Munt es el pueblo independentista por excelencia: allí se celebró la primera consulta soberanista en 2009, cuando José Montilla ocupaba el despacho del president de la Generalitat y el independentismo apenas rozaba el 10% en las encuestas. Ahora, casi una década después y con la crónica política reescrita a partir del viraje emprendido por Artur Mas (CiU) en 2012, Arenys se tiñe de amarillo y presume de ser «municipio de la república catalana». «Aquí empezó todo, nosotros ya votamos en 2009», recuerda una vecina de la localidad.

¿Qué ha cambiado desde entonces? El independentismo supera el 40% y ahora los municipios se dividen por banderas, pancartas, lazos o cruces. Arenys vuelve a estar a la cabeza en este sentido: su Ayuntamiento aprobó en mayo una resolución con los votos de ERC, PdeCAT, PSC y CUP –el PP fue el único que se opuso–para multar a quienes retiren de la vía pública símbolos como lazos amarillos o «estelades». Ahora, el Govern de Torra ultima una ley a nivel autonómico que podría conllevar sanciones de hasta 600.000 euros.

La mayoría de los vecinos de Arenys, un municipio con más del 78% de voto soberanista, se muestran a favor de la iniciativa de su Consistorio: «Vivimos en democracia y aquí cada uno puede expresar libremente sus opiniones. Por ejemplo, si pasara Inés Arrimadas por aquí delante me parecería perfecto, no le diría nada aunque pensemos distinto», detalla una señora de avanzada edad en la Rambla Francesc Macià, una avenida repleta de lazos que recorre la localidad de arriba a abajo.

En la plaza de la iglesia también se puede ver una pancarta en inglés que reza «Europe, wake up, help Catalonia», una gran tela amarilla firmada por decenas de ciudadanos e incluso lazos que cuelgan de las sillas de la terraza del bar. En la fachada del Ayuntamiento hay dos murales a favor de la libertad de los dirigentes independentistas presos y un gran lazo amarillo que fue retirado justamente la noche del martes al miércoles, una acción que la CUP tildó de «ataque fascista». «No hay banderas españolas porque si las pusieran, los independentistas las quitarían», asegura un chico del pueblo. «Estábamos mejor antes. ¿Por qué no podemos vivir tranquilos y todos juntos?», se preguntan dos señoras contrarias al proceso soberanista. «Los lazos no deberían estar aquí, habría que multar a quienes los colocan», señalan.

El conflicto de los símbolos en Cataluña ha saltado del plano institucional al social con los llamados Grupos de Defensa y Resistencia (GDR) y otras organizaciones ciudadanas que retiran los símbolos independentistas colocados por los Comités de Defensa de la República (CDR). «La gente nos envía fotos de lazos amarillos en guarderías y colegios públicos, o incluso de camiones municipales colocando pancartas independentistas», señalan desde el grupo de coordinadores de Alta Tabarnia, una entidad independiente de los GDR que organiza salidas en la zona de Tarragona. «Cuando retiramos pancartas o lazos nos encontramos con gente que nos increpa e incluso nos hacen fotos para publicarlas en las redes», denuncian.

En el terreno político también se mantiene la arenga: Albert Rivera y Quim Torra se enzarzaron esta semana a propósito del artículo que el presidente de la Generalitat publicó en varios medios con el título «Como un solo pueblo contra el fascismo» y en el que pedía acabar con la violencia de quienes quiten lazos y otros símbolos amarillos de los espacios públicos. «Violar el Estatut y la Constitución para declarar la secesión es fascismo», como también lo es «apoyar la violencia de los comandos separatistas», le respondió el líder de Ciudadanos.

De hecho, cada vez son más las iniciativas políticas que se organizan para retirar los símbolos independentistas de los espacios públicos. Ayer, por ejemplo, se vivió un nuevo episodio de tensión en Reus después de que varios dirigentes y afiliados de Ciudadanos acudieran al Ayuntamiento a descolgar de la fachada principal una pancarta que pedía la «libertad» de los «presos políticos». El alcalde de la localidad, Carles Pellicer (PDeCAT), intentó evitar que se la llevaran, lo que generó un agrio rifirrafe entre los dos bandos. El primer edil anunció que presentará dos denuncias ante los Mossos, mientras que el partido naranja enmarca la acción dentro de la campaña que inició hace dos semanas en Sant Cugat (Barcelona) para retirar símbolos soberanistas. Su objetivo es «dar cumplimiento a la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que insta a garantizar la neutralidad y el respeto a la pluralidad de los ciudadanos». «El espacio público es un lugar de convivencia y el independentismo tiene la voluntad de ocuparlo», resume el dirigente de Cs, Joan García.

«Los CDR colocan lazos y pancartas en el centro de la ciudad a diez metros de la comisaría y sin oposición», explica el concejal del partido naranja en Sant Cugat, Aldo Ciprian. Poco importa la ordenanza municipal, que prohíbe «publicidad» en zonas protegidas de la localidad donde están la mayoría de símbolos, explica el dirigente.

«Si alguien considera que tiene derecho a colgar lazos amarillos, creo que también puede haber quien piense que tiene derecho a descolgar lazos amarillos», ha opinado el dirigente del PP, Santi Rodríguez, en declaraciones a Catalunya Ràdio. Un planteamiento que también defiende Societat Civil Catalana: la entidad facilitará a los ciudadanos que lo deseen formularios para denunciar la presencia de símbolos independentistas en la vía pública.

Si Arenys de Munt es el epicentro del independentismo, la localidad de Badia del Vallès es la que concentró un mayor porcentaje de voto constitucionalista en el área metropolitana el 21 de diciembre, concretamente un 79%. ¿Cómo se vive allí la guerra de símbolos? Apenas cuelgan un par de «estelades» de los balcones de la calle Burgos, la avenida principal, donde los lazos amarillos brillan por su ausencia. «Independentista, has hundido esta tierra y lo sabes», reza un cartel del Tío Sam colgado en una marquesina.

De rojigualdas se ven algunas más, aunque la que se impone en Badia es una bandera local de protesta contra el amianto. «Aquí los vecinos no salen a colgar lazos amarillos, aquí se organizan para luchar contra el amianto», asegura uno de ellos. «Tenemos otros problemas como el cierre de escuelas o el paro», resume. La pancarta que cuelga de la fachada del Ayuntamiento lo corrobora: «Detener los desahucios, dación en pago retroactiva y alquiler social, sí se puede».