Lucha contra ETA
La matrícula que le delató
Santiago Arróspide era el jefe de los «comandos ilegales» de ETA, como el «Madrid» o el «Barcelona». Pero controlaba también una célula tan peligrosa como las anteriores, denominada «robacoches», «Manguis» o «Parque II». La labor de sus integrantes, entre los que se encontraban Gonzalo Rodríguez Cordero y José Gabriel Zabala Erasun, consistía en robar coches, principalmente en el País Vasco, y guardarlos en unos garajes.
A continuación, se ponían en contacto con la «dirección», en este caso Arróspide Sarasola, para comunicárselo.
Al cabo de un tiempo, colocaban al coche unas placas falsificadas, con una numeración convenida, realizadas con una troqueladora que había sido sustraída en Eibar, y recibían la orden de «Potros» del lugar en el que debían dejar el coche, cargado de explosivos, con las llaves escondidas en un lugar convenido. El cabecilla se lo comunicaba a su vez a los miembros del «comando» que sólo tenían que recogerlo y cometer el atentado.
Esto fue lo que pasó en el atentado de Barcelona. Los «manguis» robaron un Talbot en Irún el 4 de septiembre de 1986. Quitaron las matrículas originales y le colocaron unas de Barcelona con la numeración B-3256-GM. Lo llevaron hasta la Ciudad Condal y lo dejaron aparcado en el lugar convenido, donde fue recogido por los miembros del «comando». Arróspide lo llevaba apuntado; no se olvidó de anotar el número de las matrículas falsas del Talbot. Al analizar dicha documentación, los expertos comprobaron este dato, que implica directamente a «Potros» en la acción criminal de Barcelona contra la Guardia Civil.
A veces, y gracias al trabajo metódico y permanente de los agentes de las Fuerzas de Seguridad, un detalle, en principio tan nimio, permite averiguar la identidad del inductor de una acción criminal.
En el caso del entonces fiscal general Burón Barba, en los papeles de «Potros» había varias anotaciones sobre él que lo señalaban como objetivo de ETA.
En este caso, el «comando Madrid» usó un Renault 11, cargado de explosivos, con el que intentó, hasta en siete ocasiones, atentar contra Burón.
Todas estas acciones criminales eran coordinadas por Arróspide, como responsable de los «comandos ilegales», por lo que no se puede descartar que en lo sucesivo, tras la extensa y prolija documentación que se le incautó, se le puedan imputar nuevos atentados.
Su arresto supuso uno de los mayores desastres para ETA en su siniestra historia: en España, gracias a la información obtenida, fueron arrestados un centenar de individuos y casi la mitad de ellos, condenados; se desmantelaron 15 pisos francos; 55 detenidos en Francia fueron entregados a las autoridades españolas; 12 deportados a Argelia y tres a Venezuela por las autoridades francesas; otros cuatro arrestados en territorio galo, que ingresaron en prisión, y otros tres, obligados a cambiar de residencia. Un balance realmente importante para la lucha antiterrorista.
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