Política

Lucha contra el déficit

La mayoría de Rajoy

La Razón
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En las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, las candidaturas del Partido Popular liderado por Mariano Rajoy recibieron de los españoles un respaldo hasta entonces nunca alcanzado por el centroderecha en España, obteniendo la segunda mayoría absoluta más amplia de toda la historia de la democracia. Las listas del PP fueron la más votadas en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y en todas las provincias con la excepción de Sevilla, Guipúzcoa, Vizcaya y las cuatro de Cataluña.

Esos 186 diputados con los que el pueblo español respaldó a Mariano Rajoy para su elección como presidente del Gobierno expresaban un doble mensaje: en primer lugar, una gran confianza en su persona y su proyecto para regenerar una España sumida en el déficit y el descontrol presupuestario, y, en segundo, el ansia expresada por la sociedad a favor de un cambio en las ineficaces políticas ejercidas hasta entonces en la lucha contra la peor crisis económica de nuestra historia reciente.

Con su cargo de presidente del Gobierno, Mariano Rajoy asumió ese doble desafío, el de racionalizar las cuentas públicas y devolver a España a la senda de la prosperidad. Un reto gigantesco para cualquier Estado en condiciones similares al nuestro, incluso en periodos de bonanza económica de los países de nuestro entorno, que tampoco es el caso, y que debía acometerse sin dilaciones y con la mayor urgencia ante los numerosos riesgos que afrontaba España, como el rescate financiero o la posible pérdida de su credibilidad como una nación que cumple sus compromisos a ojos de Europa y de los inversores extranjeros.

Pero, ante todo, era necesario que ese nuevo rumbo que debía seguir nuestro país fuera trazado por quien, a lo largo de su larga trayectoria política al servicio de los españoles, ha sido ejemplo responsabilidad y de coraje a la hora de asumir las decisiones más dolorosas e impopulares; por aquella persona capaz de convertir el inmenso capital de confianza recibido en soluciones a los principales problemas de España, aunque la terrible coyuntura económica hiciera inevitables los grandes sacrificios que han debido de asumir todos los españoles en esa lucha por poner freno a la crisis y racionalizar el hasta entonces desbocado gasto de las administraciones públicas sin renunciar al sostenimiento del Estado del Bienestar como eje de su política.

La legitimidad que entonces obtuvo Mariano Rajoy de su incontestable triunfo electoral se ve hoy ratificada por los resultados positivos de las medidas adoptadas por su Gobierno, que han conseguido devolver la competitividad a una economía española que gana posiciones en los mercados exteriores y bate récords en sus exportaciones, mientras se avanza en la implantación de unas administraciones públicas más eficaces, sostenibles y adecuadas a la realidad económica.

Logros que han sido posibles a pesar de las tensiones vividas últimamente en lo referente al vigente modelo territorial de España, que en nada nos han beneficiado de cara al exterior, y a las que el presidente del Gobierno ha respondido con firmeza y diálogo, sin buscar de una manera ciega la confrontación pero sin renunciar tampoco a sus principios. Aquellos mismos principios por los que fue votado por esa gran mayoría ciudadana que, no me cabe duda, sabrá reconocer y agradecer el trabajo, la sinceridad, el compromiso y la responsabilidad de Mariano Rajoy para hacer posible que España pueda encarar el futuro con esperanza y con la convicción de que, con el esfuerzo y el sacrificio de todos, lo peor de la crisis comienza a quedar atrás.