75 años del Rey

La obra eterna de Antonio López

Después de 17 años trabajando en el retrato de la Familia Real, el pintor ha vuelto a rehacerlo estos días, sin poder de nuevo entregarlo

La obra eterna de Antonio López
La obra eterna de Antonio Lópezlarazon

Cuando los conservadores de museos radiografíen el cuadro de la Familia Real –que desde hace diecisiete años está pintando Antonio López– darán cuenta de las muchas veces que ha cambiado la disposición de los personajes, cómo los ha acercado y alejado, cómo algunos han sido pintados una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... veces, incluso cómo les ha cambiado la indumentaria. Sin duda ese estudio describirá un mapa complejo que sólo el propio artista podría ayudar a desvelar. Parece que este retrato está marcado por el estigma de un pintor que tarda años en concluir una obra, décadas enteras, o que incluso nunca las da por acabadas.

La última fecha elegida para entregar el retrato de la Familia Real era ayer, el 5 de enero de 2013, coincidiendo con el 75 aniversario de Don Juan Carlos, pero el pintor no ha podido cumplir, de nuevo, el compromiso. El motivo es muy sencillo: el cuadro no está terminado. Cualquier persona que lo hubiese visto hace unos meses lo hubiese dado por concluido, incluso Patrimonio Nacional, que fue quien lo encargó, o el propio Rey..., pero no Antonio López.

Excepto la figura del Rey, que está en el centro, las cuatro restantes han sido pintadas de nuevo. Ha acercado al Príncipe y a la Reina, después de haberlos separado tiempo atrás. La figura del Príncipe la ha pintado ocho veces y, según la manera precisa de trabajar de Antonio López, supone una tarea sobrehumana. Además, a Doña Sofía le ha cambiado el vestido, pintando de nuevo el que tenía en la primera versión, un traje de chaqueta de tonos crudos con estampados en hombros y mangas. El collar de perlas lo mantiene. El resto de miembros de la familia llevan la misma vestimenta: la Infanta Cristina con chaqueta y falda de hilo y zapatos acordonados planos, con robusta suela, como para caminar (con una mano coge una rosa blanca); la Infanta Elena lleva un vestido blanco (y un abanico cerrado en la mano); el Príncipe viste un traje gris y el Rey uno azul oscuro. La fotografía a tamaño natural que sirvió de modelo está hecha hace 17 años, así que basta comprobar que la Familia Real era mucho más joven. Y se nota.

«No estoy cansado, o mal cansado, porque este retrato lo estoy haciendo como lo tengo que hacer, como si fuese un trabajo sin fecha, que va creciendo en libertad..., aunque no sé del todo hacia dónde tiene que ir», explicaba a mediados de diciembre pasado, dudando de que pudiese estar «acabado» para el 5 de enero.

La historia de los cambios sufridos en el cuadro es larga. El encargo lo hizo Patrimonio Nacional en 1995 («de manera directa, los Reyes nunca hubieran hecho un encargo, así que el porqué de esa necesidad de representación simbólica es un misterio para mí», dice Antonio López) y el Rey sólo puso una condición: que el cuadro fuese como el de una familia española normal. Pintar a una familia normal puede ser fácil, pero pintar a la Familia Real como normales –y a la vez transmitir que representan la Monarquía constitucional– no lo es tanto. Éste fue uno de los primeros problemas con que se encontró Antonio López. «Antes se sabía cómo pintar a un rey, y así la pintura francesa lo hacía desde la opulencia y la española de una manera más desnuda, como luego se reflejó durante la España de los Austrias. Diría que desde Carlos V, los retratos reales se sitúan en una austeridad limpia», explicó a este periodista hace un tiempo.

Antonio López empezó a trabajar en el invernadero del Palacio Real de Madrid. Allí pasó algún invierno gélido (hubo que instalar un par de estufas) en compañía de la pintora María Moreno, su mujer. En otoño de 2008, después de regresar de una estancia en Nueva York de cinco días (inauguró su exposición en el Museo de Bellas Artes de Boston), en la Casa Real empezaron a impacientarse, incluso le llamaban por teléfono si algún día no acudía a pintar al Palacio Real. Es entonces cuando le obligaron a firmar un contrato para que concluyera el cuadro. Pero, por esas fechas, sus problemas eran otros: la Infanta Elena estaba muy separada del Rey en el cuadro y había que juntarlos.

En junio de 2009 vislumbra que ese verano puede ser idóneo para acabar el retrato sin precipitarse. «Voy a ver si estas cosas se pueden seguir haciendo con dignidad», me dice. «¿Quién ha pintado una Familia Real? Es como escribir "Guerra y paz"». Y así expresa lo que constituye el misterio de su lento proceso de trabajo: «Conozco bien el comienzo del trabajo; acabar no sé en qué consiste». Hay que tener en cuenta que Antonio López siempre tiene una visión lateral del proceso creativo, de manera que le interesen tanto o más, por ejemplo, las dificultades de extraer la piedra de la cantera y transportarla al taller que esculpirla.

A finales de marzo de 2010 cree estar en el momento final del retrato, pero en junio del mismo año confiesa que lleva meses sin trabajar en esta obra (sí en otras). En diciembre de 2011tiene las mismas dudas: si juntar al Príncipe a su madre y a toda la familia en su conjunto. En diciembre de 2012, a un mes de la entrega, seguía trabajando, juntando y separándolos, rehaciéndolos. «En definitiva, un cuadro se hace en el tiempo, o así entiendo yo la pintura, en constante cambio. Ésa es la manera como yo puedo hacer mío un cuadro», concluye. Manteniendo las distancias, cuando el Papa Julio II le preguntó a Miguel Ángel cuándo iba a acabar los frescos de la Capilla Sixtina, éste contestó: «Cuando la acabe».