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La rampa de los juzgados se convierte en la estrella
No tiene la belleza de la Almudaina, ni la solemnidad de la catedral, pero la rampa de los juzgados de Palma se ha convertido en un atractivo turístico más de la ciudad. Pocas veces una cuesta de acceso a un aparcamiento gris ha generado tantos comentarios. Y, claro, como cualquier monumento que se precie, hay que verla de cerca y sacarse una foto para acreditar que has estado allí. A sólo unas horas de que la Infanta llegue a declarar ante el juez, el lugar era un ir y venir de curiosos y periodistas. Decía Eugenio d´Ors que en Madrid, a las siete de la tarde, o das una conferencia o te la dan. Ayer, a esa misma hora, en los alrededores de la ya famosa rampa pasaba lo mismo con las entrevistas.
«¿Nos hacemos una foto?», preguntaba un joven a su pareja mientras decidía por los dos sin esperar la respuesta. «¡Venga, vamos!». Pasear por allí era arriesgarse a abrir los informativos de medio mundo, porque raro era el momento en que alguna cámara no estaba grabando un plano en busca del encuadre perfecto. Se escucha hablar en alemán, en inglés, en francés... Como si en cualquier momento alguien te fuese a pedir la entrada.
Desde las siete de la tarde, en las calles adyacentes no se puede aparcar. «Pobres vecinos, no podrán salir en todo el día». Algunos, sin embargo, están encantados. Los responsables del bar Es Suprem, situado justo frente a la rampa y que hoy será el más fotografiado de España, han tuneado su toldo con publicidad para aprovechar el tirón. El balcón del primer piso del edificio está lleno de cámaras (las tarifas, comenta una vecina, rondaban entre los 600 y los 2.000 euros en función de la altura). A su derecha, una gran pancarta que reza «SOS Education» y «SOS Repression». Un poco más allá, el bar El Bufete ha colgado un cartel con toda una declaración de intenciones. «Si en sábado abrimos por Urdanga, ¿por qué no por la Infanta?».
Una niña se acerca con sus patines en línea. Parece dispuesta a bajar la cuesta, pero una cámara se interpone antes en su camino. Tres japoneses la han recorrido con la satisfacción de quien sube a la Torre Eiffel. «Ponte aquí, que te hago una foto», le indica un padre a su hija adolescente, que sólo se atreve a susurrar: «Es que no quiero...». «¡Más abajo!», la ignora él. Y le saca la foto. «Es la primera vez que la veo», comenta una mujer a su amiga, con un adarme de emoción, mientras se asoma a la rampa. Pronto se dispersa. «¿Aquella morenita de allí no es la de Sálvame?», le pregunta dándole un tímido codazo. La confusión es tal que un señor corpulento comienza gritando vivas al Rey para, unos minutos después, vitorear a la República. «¡Quin show!», se le oye mascullar.
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