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La renovación del PP (II)

La renovación del PP (II)
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La distinción entre la esfera privada y la pública es de origen muy antiguo, se remonta a la antigua Grecia, momento y lugar donde nació la democracia. El lugar de lo privado era el hogar el óikos; y el lugar de lo público era la polis, en donde se evalúan y resuelven los asuntos que afectan a todos los miembros de la ciudad estado. Pero entre óikos y polis los griegos tenían una tercera esfera o lugar a la que llamaban ágora. En ella lo importante no era mantener la separación entre lo público y lo privado, sino conseguir y asegurar un tráfico fluido de comunicación y de acción entre ambos campos. Un territorio intermedio que unía ambos extremos y les mantenía reunidos para servir de cauce entre las necesidades privadas y el poder del estado. Esta era la esencia de la política y de la democracia. En el mundo moderno, dado el tamaño de los estados, esto se hace imposible, y el ágora bien pudiera ser una metáfora de los partidos políticos, conformados a través de la representación democrática de sus miembros. La moderna democracia liberal artículo cada una de estas «ágoras» virtuales, según la ideología o ideario que cada una representan, como consecuencia del pluralismo político en torno a las distintas concepciones de la sociedad que en la historia han ido surgiendo. Pero el ágora, por definición un espacio abierto al público, se ha convertido en partidos-fortalezas cerradas de manera inexpugnable. Fue Lenin quien transformo la idea liberal del partido político, convirtiendo el Partido Comunista en la vanguardia de la clase triunfante, formada por una elite de profesionales que definen lo que conviene a todos, pues: «La esfera privada debe desaparecer». Así, el Estado de una sentada se comió el ágora, el partido, y la política. Los demás partidos se fueron contagiando de esta estructura, desde la izquierda moderada hasta la extrema derecha. Hoy España es un buen ejemplo de ello, y el PP no es una excepción. La convocatoria del próximo congreso podía haber sido una oportunidad para la apertura, posibilitando la participación democrática de los afiliados en buena lid competitiva; como manda el artículo 6 de la Constitución, abriendo un debate ideológico que facilitara su renovación. Pero una vez más se ha optado por la endogamia partitotocrática. ¡Más de lo mismo! Bajo una apariencia de primarias, se da un corto plazo de tiempo, apenas una semana, para presentar candidaturas a la presidencia y luego elegir compromisarios que controlarán los aparatos de las distintas sedes locales y regionales. De nuevo se debaten personalismos al margen de ideas y programas. Así, se remplaza el principio de representatividad y de participación por el de conservación del «statu quo», puestos, cargos e intereses propios. El bien común de la sociedad se transforma en el bien de los «nuestros». La apertura participativa se transforma en la burocracia cerrada. El partido, en vez de servir de cauce entre lo privado y lo público, la sociedad y el estado, se convierte en un mero aparato de poder dispuesto a ocupar el poder del Estado.

Esto se agudiza de forma mayor en un mundo dominado por la comunicación como el actual. Con lo cual, se produce una alianza anónima entre el aparato del partido y poderes oscuros y oligárquicos, y la política en rehén de los mismos. Por desgracia la tesis de los «sistemas autorreferenciales» del filósofo Niklas Luhmann se hace realidad. El Papa Francisco suele denunciar esta situación; no es el hombre o la mujer la unidad básica de una sociedad o una organización, sino el sistema; no un sistema receptor y transmisor de comunicación, sino «un sistema de comunicación que comunica». ¿Qué? La autorreferencia, es decir, medir todo continuamente según lo que nos gusta o nos disgusta, nos conviene o no nos conviene; en definitiva, funciona o no funciona para conservar el sistema. De esta forma no se deja espacio a los ideales, a las nuevas generaciones, a las nuevas demandas de la sociedad, a las periferias; y se genera una estructura proclive a la corrupción a falta de controles exteriores. Renovación significa también apertura y participación; al cabo, volver al ágora.