Política

Declaración de la Infanta

Las pastillas Juanola de la Infanta

La tos de Doña Cristina, el saludo a todos los abogados y los gritos de los manifestantes que no dejaban preguntar al juez

La Razón
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Más allá del contenido jurídico de la declaración de la Infanta ante el juez Castro, la histórica comparecencia de la hija del Rey estuvo llena de detalles. ¿A quién saludó Doña Cristina? ¿Cómo se comportó durante el interrogatorio? ¿Perdió la compostura en algún momento? Muchas preguntas, y a falta de imágenes que lo corroboren, tan sólo la opinión de quienes estuvieron presentes para intentar dar alguna pincelada de esas ocho horas largas en los juzgados de Palma de Mallorca.

Según las fuentes consultadas, la Infanta saludó dando la mano uno por uno, Castro incluido, a todos los presentes en la sala, también a los abogados. «Parecía una recepción. Se le veía muy suelta», recuerdan. Durante su larga declaración «no gesticuló nada y mantuvo la compostura. Sólo movía las manos», cuentan quienes asistieron a su comparecencia ante el juez. «El consejo de sus abogados de contestar de la forma más escueta posible lo siguió a rajatabla», aseguran.

Los primeros veinte minutos del interrogatorio fueron complicados. «No se oía nada con los gritos de los manifestantes, que se escuchaban perfectamente en la sala, hasta el punto de que el juez tenía que desgañitarse para que se le entendiera mientras se oían los vivas a Castro y las consignas antimonárquicas».

A medida que la declaración se alargaba «nadie se atrevía a pedir un receso». Tampoco los abogados de la Infanta, por lo que pudieran decir. Fue el fiscal Pedro Horrach quien lo solicitó al magistrado pasadas las doce y media de la mañana. En uno de esos recesos, el abogado del Frente Cívico, la asociación que preside Julio Anguita, se acercó a saludarla «muy amablemente», pues no había tenido oportunidad de hacerlo al comienzo del interrogatorio. «Creo que le preguntó a quién representaba», dicen fuentes que presenciaron ese momento.

«Su tono de voz era bajo y sonreía bastante. Se le vio mil veces más aplomo que a su marido, con una diferencia abismal. Ese saber estar desarmó al juez», recuerdan las fuentes consultadas.

A las tres de la tarde, el magistrado preguntó a las partes si continuaban adelante con la declaración o hacían un receso. De nuevo fue Horrach quien pidió al juez un descanso para continuar por la tarde.

Doña Cristina comió en los juzgados un bocadillo de pan con tomate y jamón que le trajeron sus escoltas. A las cinco menos cuarto, se reanudó su interrogatorio. Un inoportuno ataque de tos durante el interrogatorio del fiscal llevó a uno de sus cuatro abogados presentes en la sala, Pau Molins, a abandonar el estrado para acercarle unas pastillas Juanola. «Se le había quedado la boca seca y le dio la típica tos nerviosa», apuntan. Y eso que la Infanta bebió bastante agua durante la jornada. «Le traían continuamente botellines de agua que bebía a morro, aunque la verdad es que en ningún momento pidió ir al baño», añaden.

«Se dirigía a Castro como señoría y en ningún momento le interrumpió ni contestó de forma impetuosa», aseguran. Sólo tuvo que contenerse en una ocasión, cuando al referirse al préstamo de 1,2 millones del Rey para la compra de la vivienda familiar de Pedralbes, «se le vio cerrar los puños y mirar hacia abajo, en un gesto de tensión intentando controlar la emoción».

Terminada su comparecencia con las preguntas de su abogado, la Infanta repitió el ritual de las diez de la mañana y se despidió de todos dándoles la mano, «como si se tratara de un besamanos más».